Durante la primera mitad del siglo XIII, la región italiana de la Puglia estaba bajo el mandato de Federico II Hohenstaufen, rey de Sicilia y Jerusalén y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, quien hizo construir una red de castillos por todo el territorio. Alrededor de 1240 decidió hacerse un pabellón de caza a medio camino entre Andria y Garagnone. Allí, a 540 metros sobre el nivel del mar, levantó el Castel del Monte, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
Esta excepcional fortaleza destaca por encima del resto gracias a una arquitectura basada en el rigor matemático. Accesible por un gran arco de estilo árabe con tímpano grecorromano y ventanas góticas ajimezadas, está formada por ocho torres de piedra caliza local y un patio también octogonal, diseñados para crear simetrías especiales de luz en los días de solsticio y equinoccio. El ocho fue, pues, un número de guía y colocación astronómico para la construcción del castillo.
Sus dos pisos están conectados dentro de las torres de escaleras de caracol dispuestas en sentido contrario a las agujas del reloj, contrariamente a las normas de construcción defensiva de la época porque habría obligado a los soldados llamados a defender el castillo a sostener sus armas con la mano izquierda. Este detalle es uno de los muchos que han llevado a los estudiosos a descartar la hipótesis de que Castel del Monte se utilizara alguna vez como estructura defensiva, ya que tampoco cuenta con muro ni foso y las aspilleras son demasiado estrechas.
El simbolismo de este castillo desvela algunos aspectos clave de la figura del soberano Federico II y de sus pasiones. Amante de las matemáticas, la poesía, la filosofía y la astronomía, acogió en su corte a eruditos griegos, árabes, italianos y judíos. Gracias a su personalidad de gobernante ilustrado, Federico II es considerado el precursor de los humanistas modernos y durante su reinado se desarrolló una intensa actividad cultural en el sur de Italia. De hecho, el castillo, aparte de vivienda, sirvió como lugar de encuentro entre Federico II y los estudiosos, académicos, alquímicos y esotéricos de la época.
De todo el rico mobiliario con en que contaba, se conserva una losa que representa la Corte de los Caballeros y un fragmento de una figura antropomorfa. En las dieciséis salas de planta trapezoidal, ocho en cada piso, son características las claves de las cruces, cada una decorada con elementos antropomorfos, zoomorfos y fitomorfos. Además, algunas torres albergan aljibes para recoger el agua de lluvia. Otras albergan baños, equipados con letrina y lavabo. El conjunto escultórico, aunque muy empobrecido, da testimonio significativo del aparato decorativo original. Todavía se conservan las dos ménsulas antropomorfas de la torre del cetrero, los telamones que sostienen la bóveda de paraguas de una de las torres escalares y un fragmento del mosaico del suelo de la octava sala de la planta baja. La fusión de elementos culturales del norte de Europa, el mundo musulmán y la antigüedad clásica caracterizan el Castel del Mondo.
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