Con las ciudades ocurre como con las personas. Da igual los años que pasen o que creas que las conoces mejor que nadie, que nunca dejarán de sorprenderte. Al menos eso es lo que le pasó hace unos días al centenar de personas que entraron por primera vez al Mercado de la Imprenta (Calle de la Mascota, 17). Al pasear por el barrio valenciano de Arrancapins, nadie diría que cobijado entre sus calles y a menos de 5 minutos a pie de la estación de tren de Joaquín Sorolla, se encuentra un templo gastronómico de 1.800 metros cuadrados. Una apertura que ya se hacía de rogar, tras tres años de idas, venidas y pandemias incluidas.
Los empresarios Juan Albert Cirujeda y David Núñez han devuelto a la vida a la antigua Imprenta Vila , un edificio histórico de la ciudad, pero conocido por muy pocos. Levantado en 1908 por José Vila, este complejo centenario es anterior a otras construcciones más conocidas como el Mercado Central, el Mercado de Colón, la Estación del Norte o su vecina, la Finca Roja, datada de 1933. Más de un siglo después, valencianos y viajeros tienen la oportunidad de conocer el inside del autoproclamado mercado gastronómico más grande de la ciudad. Con dos plantas y 21 puestos diseminados por la planta baja de la nave, este viaje culinario pone “el acento en la tradición, el producto local, el kilómetro 0 y la calidad”, comentan los propietarios de esta nueva megalópolis gastrocultural.
Una oferta que va desde los sabores de siempre como las tortillas y croquetas de Sibarita o “las crujientes frituras de Freiduría Antonio Manuel, perfectas para maridar” con las conservas y vermuts de Benvolgut Aperitivos; hasta llegar a opciones más callejeras como Baovan, Hundred o Sushi 1906. Y como no podría ser de otro modo, tratándose de un mercado valenciano, el arroz también tiene su lugar gracias a las paellas y fideuás de Ximo Sáez en La Arrocería. En palabras de Cirujeda y Núñez, “cocina de siempre, sin complicaciones innecesarias y con la materia prima por bandera”.
UNA MICROCIUDAD ESCONDIDA A LA VISTA DE TODOS
A pesar de su amplitud y su belleza arquitectónica, la antigua imprenta period desconocida para la gran mayoría de los valencianos. Oculta entre los edificios de las calles de la Mascota, Maestro Sosa, San Vicente Mártir y Albacete, la gran nave comparte espacio con otros edificios secundarios, así como las antiguas viviendas en las que sus trabajadores pasaban las noches. Por aquel entonces, en pleno siglo XX, el edificio se encontraba en lo que period la periferia industrial de Valencia, una visión que dista mucho de la actualidad.
“Actualmente en Valencia es una de las pocas maravillas industriales que han sobrevivido al paso del tiempo”, explican desde el Mercado de la Imprenta. De su época pasada se han conservado algunas de sus principales señas de identidad como el suelo, de “azulejo valenciano antiguo o el ladrillo caravista original de las paredes de la primera y segunda planta”, señalan. Mientras que los rótulos —que dividían las secciones de la imprenta, como ‘Censo electoral’, ‘Padrón de riqueza’ o ‘Ferias y Mercados’— “se han reproducido fielmente a partir de fotografías antiguas” y pintado a mano. Un proyecto que también promete albergar diferentes actividades culturales, todo con el objetivo de “hacer barrio, hacer mercado y sobre todo hacer València”.
“Actualmente en Valencia es una de las pocas maravillas industriales que han sobrevivido al paso del tiempo”
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”