Cuando este cronista viajó a Aracataca por ver qué había allí del Macondo de Gabriel García Márquez, encontró la tumba de Melquiades. Al bajar del colectivo se podía sentir el polvo flotando en el ambiente y la lentitud del tiempo, como si el reloj estuviese andando en otra dimensión. La tumba estaba frente a la casa de una familia de la estirpe de los Buendía que comía sancocho con una cuchara de palo. Aquel plato caliente a 35 grados se antojaba más ficticio que la propia tumba del mítico gitano de Cien Años de Soledad.
Uno parte hacia Aracataca, pero llega a Macondo porque lo imaginario acaba nutriendo lo actual más de lo que se cree. Ese es exactamente el poder de la ficción: y esa es la especie de revelación a la que se llega de algún modo en las diez experiencias de viajes -exorcismos, abducciones o vampirizaciones- recogidas en Regiones imaginarias (Ed. Menguantes), un libro que funciona al modo de un atlas con el que poder dar con las coordenadas físicas de aquellos mundos que aparecen en las obras literarias de la ecléctica nómina de autores formada por Faulkner, García Márquez, Rulfo, Benet, Camilleri, Onetti, Munif, Narayan, Achebe y, la misteriosa, Lima-Mendes.
En definitiva, este libro invita a descubrir literatura vigente y muy interesante (Lía Peinador)
Pero, ¿por qué tratar de viajar a un lugar que no existe si con los que existen ya habría como para llenar varias vidas en ruta? O lo que es lo mismo, “¿hasta qué punto puede la ficción modificar, alterar o influir en la realidad?”, se preguntaron Bernardo Gutiérrez y Luis Fernández Zaurin, los dos coordinadores de este unique proyecto que no acabó de materializarse hasta que se cruzaron en su camino los menguantes Lía Peinador y José Luis González Macias.
Ocurrió que al tiempo que se mejoraba el detalle cartográfico el mundo se fue haciendo más claustrofóbico. La nitidez del mapeado que alcanza Google Maps y todos los derivados de su tecnología, la omnipresencia de sus cámaras y satélites, el vuelo divino con el que juega Google Earth nos deja, paradójicamente, huérfanos de deseo. Y cuando los mapas dejan de ser el refugio ansiado, cuando ya no hay espacios en blanco donde imaginar la otredad, el flâneur letraherido busca la alternativa en los lugares que transitó antes en las páginas de los libros.
Se viaja buscando los lugares de la ficción porque son los últimos reductos de la terra ignota. Y para alcanzarlos deben “quedar arrasadas las coordenadas cotidianas”, tal como explica Rafael Argullol en su breve ensayo “El deseo de geografía”, recogido en el volumen La aventura, justo una concept (Ed. La Línea del Horizonte). Lo de arrasar coordenadas cotidianas le ocurrió a Luis Fernández Zaurín cuando fue hasta Sayula (Jalisco, México) buscando la Comala de Juan Rulfo y se encontró con “una borrosa población de unos 50.000 habitantes del estado de Jalisco[…]”.
Mariposas amarillas
Cartagena de Indias con Gabriel García Márquez
“Vigata no existe, qué se supone que debo hacer, escribir sobre un lugar que no existe?”, eso es lo que contestó asombrado el escritor italiano Valentino Necco cuando recibió la propuesta de viajar a la región imaginaria de Andrea Camilleri. Como respuesta obtuvo algo parecido a un aforismo: “No existe, pero puedes ir hasta allí”. Ese es el desafío al que se enfrentaron de una forma u otra los autores del libro: no puede ser de otro modo cuando no hay agencias que venden billetes a lugares como Macondo, Región, Yoknapatawpha, Malgudi… Mucho menos a Babàkua. Y aún así se va.
Para Álvaro Colomer no fue problema enfundarse un traje de buceo con tal de poder llegar a la región imaginaria de Juan Benet, o eso explica en el libro. Buscó el territorio mítico de Región bajo el embalse del Porma, en León, y descubrió que lo imaginario es líquido y que por eso muchas veces no vale la pena obsesionarse con localizar en las coordenadas reales los paralelismo de la ficción, que muchas veces la convergencia no es tan easy. Que se lo digan si no a Gabi Martínez y a Daniel Loewe, que se fueron de viaje a algún lugar de Arabia para poder recorrer el emirato de Hudayb, imaginado por el escritor Abderrahmán Munif, y se dieron cuenta al ultimate que se habían equivocado de país. ¿Se habían equivocado de país? El propio Abderrahmán Munif contesta en una frase subrayada en alguna página de El Extravío, el único tomo de Ciudades de sal que se ha publicado en español (Ed. Belacqva): “Uno puede ser optimista, pero nadie puede leer el futuro”.
Con su mapa, Juan Benet quiso darle al imaginario precisión científica y topográfica (González Macías)
A fin de cuentas, todos somos un poco como el gran pintor Panizo del Valle, que llevaba toda la vida pintando a las gentes de la península de Babàkua de forma realista sin haber viajado nunca antes hasta allí. Su historia está contada en el triple tirabuzón ficcional con el que se cierra el volumen de Regiones Imaginarias. Babàkua aparece por primera y única vez en Le cafard, la novela inacabada de la misteriosa María Lima Mendes, que escribió toda su vida con el pseudónimo de Violet Desvarié y que a la vez fue un invento de Enrique Vila-Matas.
En enero de 1917, Panizo del Valle se embarca hacia el lugar que llevaba más de 20 años pintando de forma infatigable con tan mala fortuna que se le cruza en el camino un pobre diablo originario de Tossa de mar (¿el único lugar actual en este atlas imaginario?) que le hizo ver que, a pesar de ser considerado el último realista, su obra period un puré de errores: “Ha pintado unos hombres y mujeres que yo no he visto nunca en Babàkua, donde todo el mundo es más malo que el demonio”, le cube sin compasión. Al llegar al amanecer, le ven saltar al muelle. Se mostraba desequilibrado, como si la revelación sobre su trabajo se lo hubiera tragado por completo. Vest��a aún con el pijama y una camiseta floreada cuando le vieron perderse en la selva de Babàkua: “[…] a última hora y en un gesto tan admirable como conmovedor, decidió jugársela, arriesgar por vez primera en su vida, arriesgar y adentrarse a cuerpo limpio en la realidad”. Sólo así es como se llega a las regiones imaginarias, en pijama, con camisa floreada, pero sobre todo, a cuerpo limpio y arriesgando.
“Regiones imaginarias”
Un atlas que explora lugares míticos de la literatura
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Publica Menguantes
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Autores que participan en el libro:
Chelo Alvarez-Stehle, Álvaro Colomer, Luis Fernández Zaurín, Bernardo Gutiérrez, Use Lahoz, Gabi Martínez, Valentino Necco, Elisa Reche, Chika Unigwe y Enrique Vila-Matas.
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Con la mirada de los fotógrafos:
Sandra Balsells, Guillermo Barberà, Oscar Bonilla, Marta Calvo, Albert Ferrer, Jaime León, Daniel Loewe, Kim Manresa, Patricia Martisa y Rex Miller.
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Mapas que acompañan a los textos:
González Macías.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”