El Kremlin ha sufrido numerosas pérdidas en estos seis meses de guerra. Aunque Moscú no ofrece cifras oficiales, el Pentágono calcula que 80.000 soldados rusos han muerto o han sido heridos en la guerra, una cifra superior a la que los soviéticos perdieron en diez años de guerra en Afganistán. Fuentes de la inteligencia de EEUU creen que cada día mueren o son heridos 500 soldados rusos. Funcionarios estadounidenses citados por The New York Occasions estiman que Moscú ha registrado 20.000 muertes, de los cuales 5.000 son mercenarios del Grupo Wagner, un ejército privado cercano al Kremlin.
Rusia también ha perdido grandes cantidades de equipos militares. Según algunas estimaciones, en medio año de conflicto ha sufrido daños de diversa consideración en 1.700 tanques (equivalentes al 65 por ciento de su inventario de antes de la guerra), 4.000 vehículos blindados y 200 aviones. En la batalla en Bilohorivka en mayo, Rusia perdió casi 1.000 soldados al intentar cruzar el río Siverskyi Donets.
Informes de EEUU revelan que desde el inicio de la guerra y hasta el 8 de agosto, Rusia había lanzado unos 3.650 misiles contra Ucrania, unos 22 misiles diarios. Expertos militares creen que la reducción del ritmo de lanzamientos de misiles en agosto refleja un problema sustancia para Moscú, como es la falta de armas de largo alcance, cuyo reemplazo requiere tiempos largos.
La campaña rusa sobre Ucrania suscita dudas a largo plazo entre los expertos militares. Uno de ellos, Sebastien Roblin, asegura que los misiles balísticos y de crucero son armas costosas y revela que el inventario de Rusia ya period limitado antes de la guerra, sobre todo debido a la necesidad de Moscú de reservar proyectiles de alta tecnología en caso de una guerra con la OTAN.
Otro detalle no menor señalado por los analistas de EEUU es la alta tasa de errores de algunos de estos proyectiles. Hasta ahora, algunos de los más usados son los los misiles de crucero Kh-101 y Kh-555, los misiles balísticos Iskander-M lanzados desde camiones, los misiles de crucero Iskander-K o los viejos misiles balísticos Tochka. Los funcionarios de inteligencia de EEUU observaron al principio de la guerra un índice de fallo que varía diariamente entre el 20 y el 60 por ciento para los misiles de crucero rusos lanzados desde el aire, una afirmación no verificada “que puede estar relacionada con los graves problemas de precisión” ya observados en los ataques con misiles rusos en Siria.
El historiador de la aviación Tom Cooper ha asegurado que “los rusos han agotado sus reservas de misiles balísticos y de crucero” y que en realidad tenían un arsenal más limitado que el que decían tener: “Han gastado casi todo. El resultado es que están dispuestos a usar todo lo que sus fábricas logren ensamblar”.
El analista Maxim Starchak señala las dificultares que Moscú tiene para aumentar su producción de misiles de largo alcance, entre las que destaca la escasez de trabajadores calificados, la incapacidad para comprar microelectrónica occidental debido a las sanciones y la falta de desarrollo de componentes domésticos. Según sus cálculos, la producción rusa de misiles balísticos y de crucero de ataque terrestre no superará los 225 anuales o los 19 por mes.
También hay que señalar la eficacia de las defensas ucranianas gracias al despliegue de baterías de defensa aérea NASAMS enviadas por países occidentales, que minimizan la estrategia rusa. El éxito de la estrategia ucraniana -al principio todos los analistas consideraban que las defensas de Ucrania no aguantaría más de unas semanas- ha sido posible en buena medida gracias a la información suministrada por la inteligencia occidental, sobre todo de Estados Unidos, y a los sistemas de misiles de corto y medio alcance guiados por GPS como el HIMARS.
Falta de soldados profesionales
Igualmente preocupante resulta para Rusia la falta de soldados profesionales en el frente de Ucrania, donde el Kremlin ha desplazado unos 300.000 efectivos. En las últimas semanas, las autoridades han lanzado una campaña para reclutar a jóvenes ofreciendo buenos salarios. También ha tratado de engordar los batallones con private de minorías étnicas empobrecidas, ucranianos de regiones separatistas y mercenarios, según ha publicado The New York Occasions.
El hecho de que Vladimir Putin haya hablado de “una operación militar especial” y no de guerra impide al Ministerio de Defensa ruso movilizar a los reservistas. Este corsé terminológico ha colocado a Rusia en serios aprietos para movilizar más tropas
” Fuentes www.larazon.es ”