Según el diario The Washington Submit, los expertos vaticinan un efervescente año para el turismo mundial. Las plazas de mayor preferencia en orden de prioridad son: Italia, Japón, Sudeste Asiático, el Caribe, Egipto, Costa Oeste estadounidense, México, Costa Rica, Islas Galápagos, safaris africanos, Marruecos y pequeños cruceros.
La selección de destinos, muchos podrían argumentar, están señalados para turismo de lujo y para un universo de turistas norteamericanos, tema que parcialmente es cierto. Un safari africano, por ejemplo, es muy oneroso, tal como resulta el turismo en Japón, amén del costo de los pasajes aéreos, que actualmente rondan por los cielos.
No obstante, nos ofrece un punto de referencia que bien podría elevar a Panamá al prestigioso listado, si desarrollamos nuestro turismo con profesionalismo y como religiosa política de estado, porque aquí tradicionalmente nuestros lideres han ubicado la industria sin chimeneas como un apéndice terciario, porque no entienden que fácilmente podría superar al canal de Panamá en ingresos para el país. ¿Por qué Italia lideriza la preferencia? Ante todo, por la curiosidad del viajero por su gente y naturaleza. Los visitantes desean intimar con la gente native, como cooks o pescadores y experimentar encantadores sitios como el lago Como, la Toscana o sus playas. Todo ello engalanado por su historia, cultura y gastronomía.
Pudiésemos enumerar los atractivos y las razones de preferencia de cada uno de los sitios seleccionados, pero no es ello el propósito de esta columna. Mas bien razonar y rasgar el cerebro del lector sobre las inmensas posibilidades metamórficas del turismo istmeño, evolucionando de nuestro fétido letargo hacia un negocio que transformaría nuestra razón de ser y la calidad de vida de todos los panameños.
No resulta ilusa nuestra propuesta, solamente revisando el listado encontramos que cuatro de los primeros diez destinos sientan en nuestra región. Bien podría Panamá desarrollar un turismo de naturaleza que ubicase al parque nacional de Coiba al nivel de Galápagos.
Y sin desmeritar a Italia, quien goza de excelso atractivo, nuestras playas en ambos mares superan en calidad y atractivo a cualquier paraje mediterráneo. Lo que hace falta es pulirles, prepararlos para un turismo que nos ubique a nivel de Bora Bora, Fiji o Tahití.
Recuerdo hace pocos años, cuando no existía la carretera entre Santiago y la costa caribeña, nuestra incursión en la accidentada trocha hacia Calovébora, extraordinario paraje veragüense, que nos obligó a reflexionar sobre la conquista del caribe istmeño y su monumental potencialidad.
Así mismo como liderizamos en 2013, celebrando los 500 años del descubrimiento del océano Pacifico, la primera incursión de empresarios panameños, colegas de APEDE, en escalar el cerro Pechito Parao en Darién, sitio histórico common donde Vasco Núñez de Balboa desde su cima ojeó por vez primera el Mar del Sur. Paraje ignorado por nuestras autoridades de turismo que prefieren Macdonalizar nuestra actividad, gozando con un sin par magneto al turismo, tema que recalqué posteriormente durante conferencia en Jerez de los Caballeros, poblado natal de Balboa en Extremadura,
España, donde al mostrar las gráficas de la expedición descubrí en el brillo de los ojos de los asistentes sus
innatos deseos de replicar la experiencia.
Reflexionando, abate y avergüenza que, morando en el verdadero paraíso, cuyo atractivo, a pesar de los nubarrones negros que se ciernen en la indiferencia y discapacidad de nuestros lideres, eleva a lo lejos, un rayo de sol que a través de los chubascos nos brinda el milagro de un arcoíris, donde Panamá bien podría ocupar un sitial en el altar del turismo mundial.
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