Es una de las joyas del turismo de la región a tal punto que una de sus ciudades tiene el apodo de «la Mónaco de Sudamérica», con kilómetros y kilómetros de playas. Hacer turismo en Uruguay en mucho más que visitar Punta del Este. Por eso, repasamos algunos de los mejores destinos para recorrer, con médanos, lagunas, parques nacionales y reservas naturales, incluyendo Cabo Polonio, La Paloma y Punta del Diablo.
Punta del Este
Si hay viento en La Brava, hay que ir La Mansa. Si se quieren buenas olas para surfear, a La Brava. Si en cambio la thought es chapotear en aguas calmas, el destino será La Mansa otra vez. Si se quiere adorar el atardecer, Solanas es el punto; si se quiere agite, chicas y chicos lindos, Bikini es el level.
La calle principal es la avenida Gorlero, que en los últimos años fue perdiendo protagonismo con la construcción de un buying y el crecimiento de la Calle 20, paralela a esta. Desde acá se puede caminar hasta la punta, donde está el puerto, colmado de yates glamorosos. Alrededor hay muy buenos restaurantes y desde acá salen las embarcaciones a la Isla Gorriti. Es un paseo muy agradable, de todo el día, con playas menos concurridas y sin paradores a la vista. El puerto es, también al last del día, un gran lugar para ver la caída del sol.
Cerca de acá está el Barrio Antiguo, que es el único lugar del centro donde no hay edificios, y donde está el Faro de Punta del Este, erigido en 1858. Enfrente, se puede apreciar la Iglesia de la Candelaria, la primera de la ciudad.
La Playa de los Ingleses, la Playa del Emir y la Playa de los Dedos, en la Parada 1 de la Brava, son las que están más cerca del centro. Por acá está la famosa escultura de los dedos, donde los turistas posan para la foto. La obra fue hecha para un concurso latinoamericano de escultores y la ganó el chileno Mario Irarrázabal. Acá está la mano derecha y en Antofagasta, Chile, la izquierda.
Camino hacia La Brava se ven algunas de las casas y mansiones de empresarios y reconocidas personalidades del jet-set, la política y futbolistas en el barrio de San Rafael, que tuvo su época de oro, hace unos años ya, cuando fue el sector más caro de Punta del Este. Hoy, perdió terreno ante el Beverly Hills vernáculo y Punta Ballena. Por acá también funcionó durante mucho tiempo el Lodge San Rafael, una de las construcciones más antiguas y tradicionales, un castillo que fue demolido, luego de permanecer en cerrado y semiabandonado.
Para llegar finalmente a la Barra, hay que atravesar el famoso puente ondulado, la zona mas fashionable del verano, la época en que acá los autos avanzan a paso de hombre, y hay una gran cantidad de bares.
El paseo esteño tiene que concluir, sí o sí, al atardecer en Casapueblo, la obra maestra de Carlos Paez Vilaró, el gran artista uruguayo que murió en el año 2014, quien construyó esta casa con sus propias manos. Casapueblo fue su hogar, pero al mismo tiempo atelier y museo y desde siempre un ícono de Punta del Este, un lugar en el que hospedó a muchos amigos, algunos enormes artistas como el inolvidable Vinicius de Moraes.
Llegar al atardecer es la mejor opción para visitarlo. El hombre supo elegir dónde construir su lugar en el mundo, en este sitio privilegiado de Punta Ballena, sobre los acantilados, con una vista imponente hacia el Atlántico. Desde el bar de la terraza, con algún trago en mano, se puede esperar el momento cumbre, cuando el astro rey va zambullirse de lleno en el mar.
Al fin y al cabo… Cabo Polonio
Llegar a Cabo Polonio es una aventura en si misma. Desde Punta del Este hay que atravesar el puente sobre la laguna Garzón, pasar por La Paloma, y finalmente aventurarse en un camión todo terreno, desde la Puerta del Polonio, la terminal ubicada a unos cinco kilómetros de Barra de Valizas. La travesía es entretenida y agitada. Se atraviesan un bosque y las dunas hasta entrar en la playa para hacer el último tramo por la enviornment, frente al mar, con el faro del cabo y la silueta de la playa sur del Polonio de frente.
El Polonio se siente como una isla. Rodeado hacia un lado y el otro por el mar, tiene dos playas: la Norte o Calavera, donde están las construcciones más añejas, y la Sur, escenario de atardeceres memorables, donde se asentaron los nuevos ranchos, que ya no son de madera y de rancho tienen poco y nada. De todas maneras, son casas que conservan la mística austera del lugar. Y en el medio y más allá, las dunas, que se extienden sin last a la vista.
Cabo Polonio comenzó a poblarse hace mas de 130 años, con la llegada del primer farero. El mar es feroz, traicionero, y los vientos son bravos en estas latitudes donde las brújulas de los marinos enloquecían y los barcos naufragaban constantemente, hasta que instalaron la luz. Por algo a la playa Norte la apodaron Calavera. Naufragios como el de la fragata portuguesa Leopoldina Rosa, que en 1842 se hundió en las costas de Valizas. Entre los sobrevivientes, muchos vascos, estaban los familiares de don Pancho Lujambio, dueño del almacén El Templao. El almacén es como un museo del Polonio, lleno de objetos que don Lujambio, su dueño, fue recolectando. Herramientas de los antiguos pobladores indígenas: piedras, boleadoras y morteros; radios y balanzas de distintas épocas; lámparas alimentadas por combustibles diversos; restos fósiles.
El faro fue declarado Monumento Histórico Nacional en 1976. Se puede subir por una escalera caracol hasta la cima y así disfrutar de una imponente vista de 360 grados. Se cube que Jorge Drexler se inspiró en el para escribir su tema 12 segundos de oscuridad.
Los alojamientos en Cabo Polonio son modestos en common, a tono con el lugar, que no tiene luz eléctrica ni agua corriente. La energía viene de generadores que se encienden unas horas al día, paneles solares y unos pocos molinos eólicos.
La mejor posada es La Perla del Cabo, un coqueto alojamiento de habitaciones con vista al mar y ubicación de privilegio en la punta de la playa Norte, a la vuelta del faro.
Las noches del Polonio merecen un capítulo aparte. Para los que quieren agite, sobre todo en temporada, hay unos pocos bares, que apenas distraen de los sonidos del silencio, de las olas y el viento. Las noches son muy, pero muy estrelladas. Basta mirar unos instantes al cielo para descubrir una y mil constelaciones, para contemplar la lluvia de estrellas y que el tiempo se detenga, sin querer salir de acá nunca jamás.
La Paloma, el diablo y la Santa
La Paloma es el balneario más grande y fashionable del departamento de Rocha, un sitio que estalla en verano pero que una vez pasada la temporada recupera la calma. Es un buen lugar para probar los productos de la región, con pescados como el cazón, la sarda, el pejerrey y el lenguado, traídos diariamente por los pescadores. También utilizan productos típicos de la laguna de Rocha como el camarón y el cangrejo sirí; los corderos criollos y el butiá, que es el fruto de la palmera autóctona. Nadie puede salir de acá sin probar los famosos buñuelos de algas, un clásico de estas costas. Pegadito está la Pedrera, una balneario un tanto más exclusivo, otra playa que suele atraer una buena cantidad de visitantes y que viene creciendo sostenidamente desde hace algunos años, aunque nadie le saca el mote de poblado tranquilo.
Para llegar a Punta del Diablo hay que manejar cerca de una hora y media por un camino regado de palmares. Esta es otra de las playas que en los últimos años experimentó un increase de crecimiento. Hasta unos veinte años atrás, period un pueblito de pescadores pequeño, sin turismo, y nadie imaginaba que esta otra Punta se convertiría en el pujante balneario que es hoy.
Durante los primeros días de enero se llena de veinteañeros atraídos por la intensa movida nocturna que copó estos pagos en los últimos años. Sin embargo, poco antes y poco después, estas costas atesoran su mansedumbre unique, como en los tiempos del pueblo pesquero que nunca dejó de ser, y así el verano se siente como un intervalo.
Al lado de Punta del Diablo está el Parque Nacional Santa Teresa, un paraje de playas semidesiertas en el que se puede acampar. El parque, que se puede recorrer a caballo, o a pie, es un vergel creado para resguardar especies exóticas. Está custodiado por militares que administran el tenting y cuidan del zoológico, el vivero y las demás instalaciones.
Un poco más alejada se encuentra la Estación Biológica Potrerillo de Santa Teresa, una reserva de 715 hectáreas de praderas, bañados, monte y costa de laguna. Declarado sitio Ramsar (convenio cuyo objetivo es la conservación de los humedales), este vergel es un lugar de paso de aves migratorias.
Ubicado en el margen noreste de la Laguna Negra -un ojo de agua enorme y precioso- el sitio, poco explorado, es un paraje en el que viven ñandúes y carpinchos, martinetas y chingolos, garzas y tordos, y que vale la pena conocer. Hay un sendero que conduce hasta la costa de la laguna que finaliza en un mirador splendid para contemplar este ocaso, que con su luz ambarina se cuela entre las palmeras para terminar un rato después escondiéndose bajo el agua.
Hacer turismo en Uruguay es sin lugar a dudas una gran experiencia. Quien ya visitó este destino, ya sabe de lo que hablamos. Y quienes no, este año es una muy buena elección.
” Fuentes conocedores.com ”