El semidesierto queretano tiene paisajes inolvidables. Sus texturas marrones y pajizas, y la diversidad de cactáceas, matorrales y nopaleras contrastan con el potente cielo azul, ese cielo que Borges mencionara en su cuento “El Aleph”, como una de las cosas más bellas del mundo.
Visitamos Tequisquiapan provocados por los pasos, o las rodadas, del fotógrafo Atonatiuh Bracho, quien, buscando romper el encierro generado por la pandemia, tomó su bicicleta y salió a recorrer los rincones de este estado, que en sus siete pueblos mágicos –Bernal, San Miguel de Allende, Amealco, Jalpán de Serra, Cadereyta, Tequisquiapan y San Joaquín–, cuenta con varios semiclimas e importantes monumentos coloniales. Su viaje, nos comenta Atonatiuh, es un viaje íntimo de descubrimiento de los rincones del estado.
Viaje en globo, apacible experiencia
Para platicar con Atonatiuh visitamos Tequisquiapan, pero antes de encontrarnos con él, una soleada tarde de sábado, decidimos comenzar el día volando en globo aerostático. A las 5:30 de la mañana llegamos al Lodge La Casona, donde luego de registrarnos nos llevaron hasta un paraje a 20 minutos desde el cual nos elevamos. Nuestro colorido globo para 10 personas, subió justo al amanecer. Junto a nosotros se elevaron cinco globos más.
Durante el recorrido, de aproximadamente una hora, vimos cómo se levantaba la bruma, tras la cual apareció la presa de Tequisquiapan. Por debajo de nosotros, pasaban lentamente sembradíos de vides y ranchos ganaderos. Viajar en globo es una experiencia apacible. En esta ocasión, no hubo fuertes vientos, lo que nos permitió alcanzar más de 650 metros de altura.
La empresa acquainted Vuela en Globo gestionó nuestro paseo. Además de una escuela de pilotos, tienen el único taller en México que los fabrica y repara. Al descender, brindamos con el capitán Francisco, quien dijo en voz alta la oración del piloto, una tradición antigua para dar gracias por haber aterrizado con bien.
San Juanito, ícono de calidad vitivinícola
Después del paseo en globo, y ya con hambre, nos dirigimos a la vitivinícola San Juanito, donde nos esperaba nuestro desayuno. San Juanito es una bodega que tiene 12 años produciendo vinos en el valle de Bernal. Desde sus instalaciones se ve la famosa montaña que da nombre al valle. Posee 10 hectáreas de viñedos, que producen 11 diferentes etiquetas. Es el segundo viñedo con más medallas de Querétaro, solo detrás de Freixenet.
A diferencia de los vinos que se producen en este valle queretano, que se caracteriza por la producción de blancos y espumosos, San Juanito produce tintos, y en su terraza se pueden catar tanto vinos jóvenes como su gama premium, Abolengo.
Su uva insignia es la Malbec, pero también cosechan Syrah, Cabernet Sauvignon y sorprendentemente Tempranillo, una uva predominante de las Denominaciones Rioja y Ribera del Duero que, al mismo estilo español, llaman aquí Tinto de Bernal.
Bocanegra, deleite para el paladar
Después de nuestra visita a San Juanito, nos dirigimos a Bocanegra, una empresa dedicada a la producción de vinos, pero también de quesos de autor, llamados Neole, y de la cerveza artesanal Norte B.
En sus instalaciones tienen una cava subterránea de quesos, abierta al público, en la que se puede observar el proceso de maduración controlada de las diversas variedades. Luego de probar sus quesos en el restaurante al aire libre, catamos cuatro de los tipos de cerveza que producen: Mex Lager, American Pale Ale, Espresso Stout y al remaining, directamente del tanque, una Crimson Ale sin carbonatar.
Al término de la cata y de la explicación del proceso de creación de cerveza, degustamos unos choripanes y pizza hecha con los quesos del lugar nos esperaban en la terraza.
Viajar, meditación y libertad pura
En esa terraza ya nos esperaba Atonatiuh Bracho, quien había llegado en su bicicleta para platicar con nosotros. Fotógrafo y director de cine –su obra más reciente es el cortometraje premiado Cuerpos de sal, de 2019; y está en la preproducción de un documental sobre son jarocho–; Bracho dejó la ciudad de México, donde trabajó en diversos medios de comunicación, para vivir en San Miguel de Allende, buscando una vida más amable.
Desde hace ocho años fundó la galería fotográfica Casa Nómada, que expuso no sólo su trabajo sino el de renombrados fotógrafos mexicanos; sin embargo, como muchos otros proyectos, tuvo que cerrar en pandemia. El encierro, nos cube, lo orilló a pasear. Así que tomó su bici y comenzó a descubrir, sin un itinerario fijo, los diversos lugares de Querétaro, un estado que tiene importantes edificios coloniales, como el Teatro de la República, el templo y convento de la Cruz o el ex convento de San Francisco, además del templo de Santa Rosa de Viterbo.
Dos de los lugares que más lo impresionaron fueron los diversos caminos que llevan a Huimilpan, que es donde comenzó su viaje, y también Pinal de Amoles, en la Sierra Gorda. Durante sus recorridos lleva un diario que alimenta con fotos polaroid, texto y dibujos. Prácticamente estas memorias íntimas lo han acompañado toda su vida; con ellos, por ejemplo, ganó una beca para jóvenes creadores.
Más que un proyecto fotográfico, señala, el recorrido en bicicleta es un viaje private, de libertad pura, “un recorrido en el que el silencio es relevante, y en el que incluso puede llegarse a la meditación, pues cuando ya estás cansado pareciera que entras en ese estado”.
Carbonero, pasión por la parrilla
Finalmente, luego de platicar con Atonatiuh y de pasar por el resort para descansar un poco, cenamos en Carbonero, un restaurante-jardín de reciente apertura. Su nombre obedece a que su especialidad es la parrilla y a que el lugar tiene espacio para encender fogatas; además de mariscos y pescados, se pueden encontrar cortes de diverso tipo, mientras al centro del jardín un grupo musical ameniza la velada.
Durante las siguientes semanas Atonatiuh seguirá recorriendo los rincones del estado. Podrás seguir su travesía en su cuenta de Instagram @atonatiuhbracho.
RRR
” Fuentes amp.milenio.com ”