Adrenalina. Libertad. Y para Marco Rocha también es felicidad. “Es una experiencia que se la aconsejo a cualquier ser viviente, sea humano o no, porque hay quienes sacan a volar a las mascotas”, dijo a El País el presidente de la Asociación Uruguaya de Parapente sobre un deporte que gana adeptos cada verano.
Parapente y paramotor son dos modalidades de vuelo que pueden practicarse de forma recreativa siempre en compañía de un teacher o de forma autónoma en distintos puntos del país.
De septiembre a abril se registran las mejores condiciones meteorológicas para esta actividad. Varias escuelas ofrecen esta experiencia en la costa: Casapueblo o Las Grutas son algunos de los mejores lugares para un vuelo de bautismo panorámico de entre 15 a forty five minutos. Las tarifas van desde los US$ 50 a los US$ 80 o hasta US$ 120 si se lo acompaña con trekking hasta el punto de despegue en algún cerro.
Estos vuelos se realizan en tándem con un profesional especializado.
“Ha crecido el número de interesados en vuelos de pruebas y en los cursos para volar de forma autónoma. También se venden más velas y equipos. Es un crecimiento innegable”, señaló Rocha.
Por libre.
El parapente tiene una capacidad aerodinámica, ya que su tela actúa como una vela, lo que faculta volar planeando gracias al impulso del viento. Hay dos modalidades: el vuelo dinámico y el vuelo térmico. El primero es el que se realiza en una ladera. “El viento pega en ella y hace subir la vela y la sustenta. Si te mantenés sobre la ladera seguirás volando mientras el viento sea constante”, explicó el teacher.
El segundo tipo de vuelo depende de las corrientes de aire caliente ascendentes por las que la vela gana altitud.
Hay varios lugares en el país que son considerados como las mejores “rampas de despegue” para un vuelo dinámico. El departamento de Maldonado tiene 15 de estas, entre ellas, las más altas: Las Grutas (con una altura de 30 metros), Casapueblo (35 metros), Jardines de Portezuelo (35 metros), Cerro Negro, tres puntos en Sierra de los Caracoles (entre 190 metros y 260 metros), Pan de Azúcar (450 metros), El Betete (390 metros), Las Ánimas (360 metros), Cerro Tupambaé (300 metros), Cerro Espina (60 metros), Cerro del Toro (180 metros), Cerro San Antonio (250 metros) y Parque Arboretum Lussich (120 metros).
A Maldonado le sigue Tacuarembó con tres rampas (Flaco Fierro, Cerro Estancia Miriñaque y Cerro Dragón). En Lavalleja hay dos rampas de despegue (Cerro Largo y Arequita), al igual que en Rocha (Sierras de Rocha y La Pedrera); mientras que en Canelones hay una (El Águila en Villa Argentina), al igual que en San José (Kiyú), Treinta y Tres (Sierra de Mariscala) y Rivera (Cerro Cuervos).
“Podemos ir desde un vuelo recreativo hasta un vuelo de competencia jugando en una ladera o saliendo del medio del campo”, comentó Rocha.
En el último caso, las posibilidades para el despegue son infinitas porque lo único que se precisa es un torno, es decir, un motor que remolca al deportista hasta alcanzar la altitud deseada (entre 300 a 1.000 metros) y lo suelta. “A partir de ahí hace su vuelo autónomo jugando con la naturaleza”, apuntó.
Un viento de hasta 15 kilómetros por hora ayuda a salir. Entre 15 y 30 kilómetros por hora supone ciertos problemas a los principiantes. Si sopla a una velocidad superior a los 35 kilómetros por hora se puede perder el management de la vela, por lo que no conviene continuar con el vuelo.
En 2021, Joaquín Steady rompió el récord nacional de distancia en vuelo libre térmico. Superó los 400 kilómetros y prácticamente atravesó el país en casi nueve horas ininterrumpidas de vuelo. “Lo hizo sin ninguna propulsión; solo jugando con la naturaleza”, dijo Rocha a El País. Uruguay también tiene a otro exponente destacado: Matías Borba es un piloto de acrobacia en parapente en vuelo libre que quedó en la posición 18 en categoría particular person en un evento internacional y en el puesto seis en la categoría sincronizada.
A motor.
Además del vuelo libre existe el paramotor que no requiere de ninguna altura para el despegue; solo se necesita un espacio despejado de obstáculos de unos 30 metros de largo.
“Se puede despegar desde el llano y tenés una autonomía de vuelo interesante sin depender de las corrientes ascendentes ni de los vientos mientras tenga nafta el motor”, explicó el presidente de la Asociación Uruguaya de Parapente.
El paramotor tiene dos modalidades: a pie o de mochila que se carga a la espalda, y el paratrike que se trata de un carrito, normalmente un triciclo, que lleva el motor adosado al chasis y que permite hasta dos pasajeros y un despegue y un aterrizaje comparable a un avión.
Sea libre o con motor, Rocha aseguró que la ley de aerodinámica es la misma, al igual que las condiciones de seguridad. Respecto a esto, aclaró: “Es una experiencia que es más segura que manejar un automóvil”.
Entrenamiento y capacitación.
Para viajar sin un teacher se debe realizar un curso que puede llevar, al menos, seis meses. El interesado debe cumplir con un entrenamiento práctico y teórico.
El parapente puede ser descrito como un deporte de mucha sensibilidad de manos y cadera, porque con ellos se percibe el viento. En las manos se siente el movimiento por medio de las cuerdas y el arnés permite que sienta el paso del viento en la cadera. Conforme se va adquiriendo experiencia, el tacto se va afinando, por lo que se aprende hacia dónde hay que dirigirse. Los movimientos se vuelven más suaves y el resultado es que se empieza a bailar con el viento.
Hasta ahora, la certificación solo tiene validez nacional, pero la Asociación Uruguaya de Parapente firmó un convenio con la Asociación Internacional de Pilotos e Instructores de Parapente para que puedan volar en cualquier lugar del mundo.
El equipo básico para empezar incluye el ala, el arnés de seguridad, el casco, el variómetro (sensor de presión atmosférica), el paracaídas de emergencia y calzado adecuado (dado que los pies son el motor de aterrizaje).
“No es un deporte de alto riesgo. Si se cumplen todos los pasos de instrucción, se practica y se obtiene la certificación es un deporte muy seguro. Es una experiencia para toda la vida”, aseguró.
A probar.
Flight Membership Parapente es el primer emprendimiento de excursions culturales desde el aire, que ofrece una experiencia inmersiva mediante el relato histórico de cada lugar. Los vuelos se realizan con instructores especializados y alcanzan hasta 600 metros de altura. Se extienden durante 10 minutos aproximadamente y su costo es accesible. Esta empresa opera desde el Aeroclub de Florida y Paso Severino y balneario Los Pinos, en Colonia. Las reservas deben hacerse al 099 339 024.
Otra opción es Escuela del Viento que ofrece vuelos tándem de 15 minutos en Punta Ballena, Casapueblo y El Águila. También imparte cursos. Más información por el teléfono 099 399 172.
” Fuentes www.elpais.com.uy ”