A estas alturas, existe un consenso evidente y palpable sobre el entorno de recuperación económica en que nos encontramos inmersos. La fortaleza del crecimiento world, liderado por economías como Estados Unidos, donde se espera un incremento del PIB cercano al 6,4% para este año, nos deja un panorama con pocas dudas desde el punto de vista puramente económico. No obstante, la situación se torna más compleja cuando nos trasladamos al terreno de la inversión, porque las Bolsas ya han venido reflejando las mejores perspectivas económicas que ahora vemos materializadas, sobre todo, desde que conocimos la efectividad de las vacunas el pasado mes de noviembre.
Este entorno de recuperación nos deja un mercado en el que los niveles de optimismo hacia los activos de riesgo son muy elevados, con algunos indicadores técnicos situados en niveles extremos de sobrecompra respecto a su rango histórico, a los que se unen unas valoraciones más exigentes, tanto en renta variable como en renta fija.
Adicionalmente, cabe llamar la atención sobre ciertos excesos del mercado, como el movimiento que hemos visto en el mundo de las criptomonedas en las últimas semanas, con multitud de noticias alrededor de este tema: primero fue la negativa de Tesla para admitir el bitcóin como medio de pago, tras haberlo permitido con anterioridad. Después, China ha declarado que está tomando medidas para restringir su uso en la región, y Estados Unidos trabaja en una normativa para controlar su uso, e incluso la propia Fed está estudiando lanzar su propia moneda digital. Desde sus máximos, el bitcóin ha sufrido una caída cercana al 40%, movimiento en el que se ha visto acompañado por otras criptomonedas. El temor es que esa tensión pueda trasladarse a otros activos.
Centrándonos en lo económico, la atención está girando ahora hacia los posibles escenarios futuros. Encontramos temas recurrentes como la sostenibilidad y duración de este ciclo económico y, especialmente, la evolución de la inflación. En el primer punto, un indicador adelantado como el PMI manufacturero, encuesta que valora las condiciones y el nivel de actividad del sector privado en el ámbito industrial, mostró su lectura más alta en marzo, arrojando un dato a la baja en abril, tanto en Estados Unidos como en la eurozona.
La referencia continúa muy por encima del nivel de 50, que señala expansión, aunque una tendencia descendente en los próximos meses podría indicar cierta ralentización en los niveles de actividad del sector manufacturero. En cualquier caso, el componente de servicios, cuyo peso en las economías desarrolladas es más relevante, sigue una tendencia creciente de la mano de la relajación en las restricciones que comentábamos antes.
Por el lado de la inflación, también en Estados Unidos, tuvimos sorpresa al alza en las lecturas de IPC e IPC subyacente en abril, que registraron incrementos mensuales de 0,8% y 0,9%, respectivamente, y deja las tasas interanuales en niveles del 4,2% y 3%. Este movimiento anticipa una lectura del índice PCE Core, el preferido por la Fed, que podría superar la barrera del 2,5%. Los componentes que más aportaron a la subida del índice de precios fueron las ventas de coches y camiones de segunda mano (+10%), billetes de avión (+10,2%) y hoteles (+7,6%), más ligados a la reapertura.
Si bien la política monetaria y fiscal sigue siendo muy laxa, la normalización económica debería de empujar a bancos centrales y gobiernos a retirar paulatinamente las medidas implementadas con carácter excepcional. A pesar de que la Fed ha verbalizado en repetidas ocasiones que espera un repunte de precios transitorio, influenciado en buena medida por el efecto base respecto al año anterior, la perspectiva de lecturas sostenidas por encima del 2% durante algunos meses ha avivado el debate sobre la hoja de ruta que seguirá el organismo en su camino hacia el tapering. De hecho, algunos miembros de la Fed, en su reunión de abril, abrían la puerta a tratar esta cuestión de cara al verano. Se trata de un riesgo que merece la pena seguir de cerca.
De vuelta al mundo de la inversión, es precisamente el tono de optimismo generalizado por parte del mercado, unido a un horizonte sin riesgos aparentes, el que nos hace adoptar un posicionamiento más prudente en nuestras carteras.
Si desgranamos las dos principales categorías de activo, en renta fija, mantenemos una baja exposición tanto a duración como a crédito, dado que el contexto de normalización monetaria podría seguir empujando la rentabilidad de la deuda pública al alza, e incluso provocar cierta normalización de la percepción del riesgo que incremente los diferenciales de crédito. Por ello, nuestras concepts en crédito mantienen un perfil defensivo, y las complementamos con ciertas concepts nicho donde aún encontramos valor, como las titulizaciones de activos.
En renta variable, mantenemos exposición a concepts cíclicas, así como a temáticas que nos gustan, si bien, hemos reforzado el grueso de nuestra cartera con compañías de calidad, esto es, empresas que cuenten con posiciones de liderazgo en sus sectores, claras ventajas competitivas y capacidad de crecimiento sostenido con independencia del entorno económico en que nos encontremos. Además, hemos añadido coberturas para aminorar el posible impacto de un escenario adverso.
En este punto, nos parece apropiado adoptar un enfoque más cauto, siendo conscientes de la importancia de permanecer invertidos, que es la clave para obtener buenas rentabilidades en el largo plazo.
Manuel Rodríguez Torrecillas es selector de fondos de renta fija en Abante
” Fuentes cincodias.elpais.com ”