El afamado autor y político ilustrado español Gaspar Melchor de Jovellanos dijo: “Perezcan de necesidad y de miseria los que, habiendo disipado la herencia de sus padres o no sabiendo sacudir su desidia, quieren todavía mantener el esplendor, rodeados por todas partes de la miseria”. Consolidado como una de las figuras principales del cine europeo precise, el sueco Ruben Östlund llega a salas comerciales con ‘El triángulo de la tristeza‘, nominada a tres Premios Oscar, mejor película, mejor dirección y mejor guion unique.
Candidata a tres Premios BAFTRA y al César, su amplio camino de éxito comenzó cuando se alzó con la Palma de Oro del 75 Competition de Cannes y prosiguió con cinco galardones de los 35 Premios del Cine Europeo, entre ellos el de mejor película. Una serie de avales que muestran que la nueva sátira del genio escandinavo ha gustado a una varios grupos de profesionales que, más de uno, ha demostrado tener un buen sentido del humor, al mirar directamente tanto a la aristocracia como a la burguesía, siendo la industria cinematográfica uno de sus mayores emblemas.
‘El triángulo de la tristeza’ es la culminación de una trilogía temática y el inicio de un nuevo ciclo en la filmografía del cineasta. Tras la atrevida ‘Play‘, con la que dejaba en evidencia los peligros de la corrección política, Östlund comenzó una trilogía temática que le puso en primera línea del panorama. Primero destruyó emocionalmente a la familia burguesa sueca y puso a la masculinidad en disaster con la fascinante ‘Fuerza mayor‘; le siguió esa fabulosa sátira al mundo del arte y la decadencia de la virilidad que fue ‘The Square‘. Ahora opta por introducirse en el mundo de la moda, a través de un surrealista relato que bien podría haber salido de la mente de Luis Buñuel en antaño.
Los tres rostros de la decadencia y la tiranía
La cinta se divide en un prólogo y tres fragmentos que van mostrando el descenso a los infiernos de una pareja de modelos e influencers. El inicio muestra cómo Carl, encarnado por Harris Dickinson, compite por ser elegido como uno de los modelos de la nueva semana de la moda de una capital cuyo nombre no se revela. Luego se pasa a una reveladora conversación conyugal, en la que el aspirante a modelo y Yaya, una high mannequin de reconocida fama internacional, discuten sobre quién paga la cuenta en un lujoso restaurante de Estocolmo. A modo de prólogo, Östlund liga ‘El triángulo de la tristeza’ a sus retratos de la masculinidad en disaster que mostró en ‘Fuerza mayor’ y ‘The Sq.’.
Su segundo acto es Östlund en estado puro, en un crucero que bien podría ser sucesor de ‘La gran comilona‘ de Ferreri o ‘El discreto encanto de la burguesía‘ de Buñuel. Una sucesión de tragedias con las que el cineasta sienta frente al espejo a una clase privilegiada que ha vivido a costa de explotar al prójimo.
No es casualidad que Östlund reúna en su yate a un matrimonio británico anciano que presume de haberse enriquecido; a un oligarca ruso que se ha vuelto millonario con la venta de fertilizantes (“vendo mierda”, llega a decir de manera gráfica, en una clara metáfora de la clase acomodada) y que está acompañado por una hermana petarda y una esposa que bien podría ser su hija; la pareja de modelos e influencers que muestra la vaporosidad del lujo, de cómo un par de muertos de hambre pueden presumir de un nivel de vida supreme en redes pero inexistente en la vida actual, y a un capitán de barco comunista, borracho y que se dedica a dar lecciones de política y ethical completamente ebrio y llevando a su embarcación, de la que es responsable, a la deriva.
Sin duda, se trata del acto más brillante, Östlund en estado puro, con una serie de secuencias que saben entremezclar la atmósfera tragicómica con la sátira más negra, que trasciende al mito de ‘los ricos también sufren’ y que recuerda a ese banquete en el que irrumpió el ‘hombre-primate’ en ‘The Sq.’. Östlund llega a provocar que el espectador llegue a girarse, de lo escatológico que termina resultando todo. El cineasta sueco logra trascender en un elegant segundo acto.
Östlund realiza su specific ‘La gran comilona’
Distinto es lo que ocurre en el tercero, en el que Östlund revierte los roles y es el proletariado el que termina gobernando, frente a una aristocracia y burguesía convertida en sierva, dada su ineficacia en una situación de supervivencia, puesto que el barco termina naufragando y unos pocos supervivientes llegan a una isla que creen desierta. Aquí, para más inri, el cineasta perfila el nuevo liderazgo en femenino, con una mucama filipina erigida como nueva líder, dado que es la única del grupo que sabe pescar, cazar y crear fuego.
Aquí Östlund deja también impregnado un mensaje al más puro estilo ‘Viridiana‘, la clase baja, el proletariado, no es muy diferente a la burguesía, al mostrar un sistema igual de tiránico y nepotista. Mensaje incómodo con el que cineasta muestra estar más cercano a las tesis del mentado cineasta español frente a la mirada más apaciguadora y reflexiva de Bergman, compatriota suyo y supuesta influencia en su filmografía o de Roy Andersson, cuyo estilo de humor es related, aunque con una mirada sobre lo absurdo más consciente.
Un ejercicio de estilo que, eso sí, no hubiera llegado a buen puerto sin un reparto entregado. Con la aparición estelar de Woody Harrelson como capitán dipsómano, brillan especialmente Harris Dickinson y la malograda Charlbi Dean. El primero continúa ascendiendo de una manera que recuerda a la de su compatriota George MacKay, mientras que la segunda, tristemente fallecida el año pasado por una sepsis bacteriana, aspiraba a ser una gran promesa, con un papel que va creciendo en cada nuevo acto. Quien termina robándose el present es Dolly de León, brillante como mujer de la limpieza erigida como absoluta líder del crucero. Son los ejemplos más evidentes de lo bien construida que está realizada la sátira desde la perspectiva de personajes.
‘El triángulo de la tristeza’ es la culminación de la mirada salvaje y satírica de un genio que, en el fondo, aprovecha el cine para hacer un brutal ejercicio de autocrítica. Un largometraje con el que termina coronando a Östlund como una de las grandes voces europeas, una respuesta nórdica al cine de Yorgos Lanthimos. Una sátira salvaje no apta para estómagos delicados e supreme para aquellos amantes de las emociones fuertes.
Nota: 8
Lo mejor: La secuencia posterior a la cena, cuando el barco se enfrenta a un alto oleaje.
Lo peor: Su tercer acto es el más flojo de los tres, donde a Östlund se le ven demasiado las costuras.
” Fuentes www.ecartelera.com ”