Ahora que se acerca la Semana Santa, son muchos quienes están haciendo las maletas. Estos días son temporada alta para los planes viajeros, de esos en los que se busca aprovechar al máximo las jornadas de asueto. De hecho, y a pesar de la inflación, los datos del Observatorio Cetelem apuntan que este año los españoles gastarán un 9% más de lo que lo hicieron en 2022. Serán unos 429 euros de gasto medio que se irán, para un 42% de la población, en viajar.
Pero, y dado que viajar implica caer en tantos comportamientos con un elevado gasto de recursos —empezando ya por llegar al lugar de destino—, ¿es incompatible el turismo con la sostenibilidad? ¿Deberíamos dejar de movernos a lugares nuevos y espacios deseables para ser más responsables con el medio ambiente?
«Viajar es basic para nosotros y para las personas en destino», explica Núria Cabrero, editora de las guías Lonely Planet en español. «Viajar es enriquecerse. El ser humano está hecho para sorprenderse», recuerda. Por tanto, no se trata tanto de dejar por completo el turismo, sino de reajustar la filosofía de estos trayectos.
Es la hora de dar el salto al turismo sostenible. Es, según lo outline la Organización Mundial del Turismo (OMT), aquel «que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas, sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria, del entorno y de las comunidades anfitrionas». Y el mercado de los viajes ya lo está teniendo en cuenta. «En los últimos años, la industria del turismo ha dado grandes pasos hacia la sostenibilidad, con miles de compañías turísticas que evolucionan según las cambiantes preferencias del viajero», recuerda Sarah Reid en La guía del viaje sostenible.
Con todo, no hay que esperar a que hoteles o compañías de transporte hagan los deberes. Los propios turistas pueden ya, con sus decisiones viajeras, cambiar el paradigma.
Cómo llegas y cómo te mueves
Uno de los principales puntos de fricción a la hora de viajar, pero respetando el medio ambiente, está en los medios de transporte. Desplazarse a ciertos lugares sin volar parece —o es— imposible y, como han ido repitiendo las estadísticas, los viajes en avión suponen muchas emisiones. Cabrero invita a «volar de forma razonable» y a priorizar el transporte público.
Y, en su guía, Sarah Reid da cuatro normas para bajar la huella del viaje en avión: menos equipaje (el peso hace que se queme más flamable), escoger bien qué compañía y qué aviones usa, compensar después las emisiones u optar por vuelos directos y para estancias más largas.
Cabrero también recuerda la importancia del ‘slow-travel’, de tomarse el tiempo en el destino, porque es la mejor manera de conocerlo y también de tener margen de maniobra para poder hacer elecciones sostenibles. Y sí, concede, no todo el mundo tiene tanto tiempo como para poder hacerlo, pero todos podemos aplicarlo en cierto grado. Por ejemplo, centrando el recorrido en un par de lugares o en vez de ver todo lo posible en 8 días.
El impacto en el destino
Además, se debe tener muy presente que la sostenibilidad no es solo proteger la biodiversidad —muy importante, y más cuando la fauna y la flora son reclamos turísticos— o reducir emisiones de gases de efecto invernadero, sino también asegurarse de que las sociedades son justas. Por eso, a la hora de viajar es muy importante tener presente el impacto que las actividades turísticas tienen el destino.
«El turismo sostenible forma parte del turismo responsable», recuerda Cabrero. En las guías Lonely Planet, explica, promueven «ir a comer donde va la gente de allí». No es solo una manera de acceder a mejores experiencias o descubrir la gastronomía auténtica del lugar, sino también una vía para que los beneficiados de la actividad sean los propios habitantes de la zona.
«Esto es importante: saber dónde dejas el dinero», indica. De hecho, una de las recomendaciones clave de la OMT para viajar de forma respetuosa es la de asegurarse de que la actividad económica de la industria es viable a largo plazo y también que respeta a todos los implicados.
Escoger lo menos trillado
Al fin y al cabo, la ‘turistifación’ es un serio problema para los lugares más populares. Para los habitantes de esos destinos, la avalancha de turistas supone una escalada de los precios, un desplazamiento de las zonas habitadas de las urbes o una ocupación de los espacios públicos, que pierden sus usos tradicionales conquistados por los efímeros de los turistas. Esto se puede evitar cambiando los flujos de turismo y es algo que puede partir desde las propias personas cuando se toman decisiones de viaje. «Existen un montón de destinos que no se tienen en cuenta porque se piensa que «para una vez que viajo, voy a ir al sitio al que hay que ir»», apunta Núria Cabrero.
Sin embargo, la editora recuerda que todos los lugares son interesantes por una razón o por otra. Los viajeros empiezan a ser cada vez más conscientes de ello: Cabrero apunta que están publicando muchas guías de los llamados «destinos secundarios» y que «están funcionando muy bien».
Son lugares como Albania o Macedonia del Norte, frente a la muy well-liked Croacia, por poner una muestra. En España, Málaga, el inside de la provincia de Cádiz o el norte de España —que vivió un pico de popularidad durante la pandemia, con Cantabria, Asturias y Galicia— están subiendo enteros para los viajes internos. También lo hacen Extremadura o el turismo rural y enológico en «las dos Castillas» o Aragón, en las que los viajes podrían funcionar como un freno a la despoblación.
Incluso, formas alternativas y nuevas de viajar —como el llamado agroturismo, en auge— pueden tener un impacto altamente positivo. Como recuerda La guía del viaje sostenible, puede ser el additional de ingresos que ayude a mantener el trabajo de esa granja.
Y el propio destino
Más allá de escoger empresas locales o pensar muy bien qué impacto tendrá en sus habitantes la visita, se pueden elegir otros caminos responsables y sostenibles para reducir el impacto en destino del viaje. Cada vez más hoteles se han comprometido con reducir la huella de carbono o neutralizarla, pero, como recuerda La guía del viaje sostenible, se puede ayudar con otros pequeños gestos.
Reutilizar las toallas en vez de cambiarlas todos los días, evitar los artículos de un solo uso o «tratar la habitación de lodge como la propia» —algo que valorará también el private de limpieza— ayudan a reducir el impacto de la estancia.
Además, también es importante pararse a pensar en otras cuestiones. Montarse en un elefante en Tailandia puede ser muy turístico, pero, como indica Cabrera, es muy poco responsable con la fauna native. Igual, explica, repartir bolis o bolígrafos a los niños en países en vías de desarrollo puede parecer un bonito gesto, pero no lo es. Donar a ONGs locales o seguir los consejos de quienes están allí es mucho más eficiente.
En realidad, acertar en las decisiones solo supone aplicar la lógica. Si no lo harías en tu país, tampoco deberías hacerlo en otro, que es algo que conecta con otro de los consejos que ofrece Cabrero para viajar de forma respetuosa. «Cuando vas a un sitio tú eres el intruso», apunta. «Es basic respetar los lugares visitados y las personas», resume.
” Fuentes www.abc.es ”