Son embarcaciones de 100 camarotes y sin web a bordo, para conectar a pleno de la naturaleza salvaje de la región.
Desconectar “sin nada de internet” por uno de los lugares más vírgenes y desconocidos del planeta, la Patagonia, es posible navegando en rutas de cinco días y cuatro noches lejos de la civilización, para llegar “al fin del mundo”.
Desde hace casi 33 años, durante los meses de septiembre a abril, los barcos Stella y Ventus Australis, de la compañía de cruceros Australis, realizan trayectos entre las ciudades de Punta Arenas, en Chile, y Ushuaia, en Argentina, recorriendo hitos del paisaje patagónico, como el canal Beagle y el Cabo de Hornos.
“Las embarcaciones tienen tan solo 100 camarotes, todos con vista exterior, y ofrecemos rutas inolvidables por los pasajes de los fiordos de la Patagonia donde disfrutar sin poder estar conectado al teléfono, porque no disponemos de internet a bordo”, cuenta Frederic Guillermard, director common de Australis Europa y Asia.
Llegar a “la verdadera Finisterre”
“Cada día de los que dura el viaje se llevan a cabo dos excursiones, una en la mañana, y otra en la tarde, y los paisajes que, como en ellas se puede ver, son vírgenes, no tienen intervención humana, por tanto no se ven carreteras ni pueblos, son lugares para disfrutar de la naturaleza, de los animales, el bosque y un ambiente sin contaminación sonora”, prosigue Guillermard.
Violeta Medina, directora de prensa de la empresa, resaltó que “debajo de la Patagonia no hay nada hasta llegar a la Antártida; no hay más civilización, es la verdadera Finisterre, como dicen en España, el fin del mundo”.
El viaje que Australis propone no es un turismo convencional, también tiene partes históricas como la de Charles Darwin, que desembarcó en Bahía Ulaya durante su viaje a bordo del Beagle, el 23 de enero de 1833, y esta Bahía es ahora uno de los puntos más mágicos del viaje”.
“Más de 60.000 pingüinos”
La fauna que se puede visitar durante el crucero también es mágica y tiene una historia muy peculiar. Como señala Guillermard, “hay muchos tipos de aves distintas y mucha fauna terrestre y marina, como elefantes y lobos marinos, ballenas en diciembre, delfines, algún zorro… pero lo que más gusta a los visitantes son los pingüinos”.
“Actualmente en la isla Magdalena, en Chile, viven más de 60.000 pingüinos. Al principio, cuando llegamos a esa isla hace 30 años, había alrededor de 6.000, pero la pesca furtiva los mataba y lo usaba para carnada de pesca para el cangrejo gigante”, explicó el chileno.
Es gracias a la preocupación del equipo de Australis por el medio ambiente que se han podido reproducir sin miedo a los pescadores.
El mágico minuto de silencio
Hay algo especialmente mágico que los guías de las rutas a los glaciares llevan a cabo en sus expediciones. “Para que la gente escuche y comprenda el glaciar, les animamos a hacer un minuto de silencio”, destacó Medina.
“Escuchar el ruido del agua es una experiencia inimaginable, que da hasta miedo”, porque se escucha la voz de la madre naturaleza, libre y sin management humano, y se siente que en cualquier momento el glaciar puede “hacer clack y desmoronarse” sobre los visitantes, añade Guillermard.
Ese minuto especial permite a los visitantes disfrutar plenamente de la naturaleza y “vivir el ahora”, como Median definió. “Con esta desconexión de la vida, la cabeza realmente descansa y puede por fin centrarse en vivir lo que está ocurriendo frente a sus ojos”.
“Queremos que este lugar sea la muestra de que todavía quedan entornos que no han sido tocados ni modificados por el hombre”, concluye el director common de Australis Europa y Asia.
Paula Cabaleiro/EFE
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