No resulta extraño que, cuando los prusianos crearon el Territorio Imperial de Alsacia-Lorena al finalizar la guerra franco-prusiana, bautizaran a Colmar como “La Petite Venise “(la pequeña Venecia). Fue una feliz época (1871-1918) en la que el turismo empezaba a convertirse en un pastime para la mayoría de las clases altas europeas y un eslogan tan poderoso solo podía ser un éxito. Más de 150 años después, aquel anzuelo promocional hoy suena a epíteto e hipérbole, pero los encantos de Colmar siguen intactos como uno de los pueblos franceses más bellos.
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