Aunque lo parezca, no se trata de un decorado pintado de colores para una película italiana de los años sesenta o setenta, ni siquiera como muestran muchas fotos publicitarias a menudo –retocadas como si se pudiera impresionar más–, pues aquí, una vez más, la realidad supera la exageración fotográfica.
Cinque Terre es actual; un hermoso lugar de la abrupta costa noroeste italiana de la región de la Liguria, que se ha conservado gracias a esa pure y entrañable armonía con la que los italianos han sabido convivir, a través de tantas centurias, con su apabullante legado histórico.
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Este litoral tiene en estos cinco municipios cercanos su specific tesoro, una pintoresca costa que tiene la peculiaridad pure de parecer surgir de la tierra como cinco promontorios rocosos. Y otra más: el haber sido coloreada en sus matices de mil alegres tonos, a partir de los años sesenta, algo que la ha convertido en símbolo de su identidad.
El paso del tiempo, la erosión del viento y el salitre untaron esa pátina antigua que la hace tan atractiva, mientras la naturaleza que la envuelve sigue siendo su mejor soporte.
Se pueden visitar en una única pero maratoniana jornada, o quedarse un poco más para disfrutar los pueblos con calma: Monterosso, con sus playas; Vernazza, con sus estrechas y bulliciosas calles de pescadores; Corniglia, sin salida al mar; Manarola, abigarrada, cayendo como cascada entre sus rocas, y Riomaggiore, el más grande, a modo de capital.
Otro atractivo es olvidarse del carro para recorrer estos municipios, ya que hace tiempo que el tráfico está restringido por lo peculiar del terreno. Se llega muy fácil en tren desde La Spezia, la ciudad portuaria más cercana (al oeste), apenas en media hora, o también desde ciudades próximas como Génova (al norte de La Spezia), Pisa (al este) o Lucca (en el inside).
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Viaje a pie
También se puede llegar a pie, pues presume de muchas rutas de senderismo, otro punto fuerte de esta región que atraviesan olivos y viñas; vides que dan unos buenos vinos para degustar por las noches en este edén de naturaleza, colores, sabores y sensaciones que nos evocan cualquier película de Rosselini, amante de mostrar esa Italia tan estética como sentida, tan espontánea como romántica.
Pero no siempre ha sido todo tan pintoresco e idílico. Durante siglos, la Cinque Terre estuvo aislada casi totalmente, dada la inaccesibilidad de su geografía; muy poco se conocía de esos diminutos pueblecitos durante la Edad Media.
Fue a partir del siglo XVI, cuando Génova, con la familia Doria a la cabeza, adquiere hegemonía política y militar. Es entonces cuando sus inexpugnables kilómetros de costas se rematan con grandes fortificaciones defensivas para frenar con sus muros los ataques de los otomanos.
No fue hasta el siglo XIX, con la construcción y expansión del ferrocarril, que estos pueblos quedaron comunicados con la cercana estación de La Spezia.
Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso al Mare conforman el Parque Nacional de Cinque Terre –declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1997–. Kilómetros de senderos y vertiginosos acantilados que, hasta ahora, han sabido controlar el turismo de masas. Asimismo, el uso de la línea de tren como principal acceso ayuda a mantenerse como destino sostenible.
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Riomaggiore, la ‘capital’
Esta es la localidad más poblada de Cinque Terre. Aunque vive del turismo, aún conserva su sabor de pueblo pesquero. Las típicas casas-torre, encaramadas sobre la costa y pintadas de colores alternantes, invitan a contemplarlas, a caminar por sus empinadas calles hasta llegar a la torre del Reloj, o relajarse en sus playas pedregosas. Es, con Monterosso, el pueblo con más patrimonio, de ahí que valga la pena subir sus cuestas hasta la iglesia de San Juan Bautista y llegar al castillo. Y para vislumbrar la naturaleza, se recomienda el paseo hacia la torre Guardiola y su mirador, así como la By way of dell’Amore, bello sendero que une este pueblo con Manarola.
Manarola, el más pintoresco
Considerado el pueblo más bonito, la singularidad de Manarola es que, suspendida entre sus rocas, surge al ultimate de un torrente. Salpicada de casas apiñadas de vivos colores y bordeada de mar, es la estampa más conocida de Cinque Terre, siempre dorada por la luz del atardecer; toda una reafirmación del gusto innato de su gente, que ha sabido mimar su legado estético. Sus empinadas calles están repletas de tiendas, artesanos y restaurantes. Sin embargo, Manarola es la localidad de viñedos por excelencia, que da el famoso Sciacchetrà: un vino dulce que gusta por igual a propios y turistas, y que pone a este pueblo en el mapa enológico de Italia.
Corniglia, entre olivos y vides
Ubicado en lo más alto, este pueblo es el más pequeño y menos poblado, y el único que no tiene acceso al mar. Asimismo, Corniglia es el menos visitado y el más tranquilo, y ofrece una vista panorámica de los demás pueblos. Está situado sobre un promontorio; un lugar para pensar cómo sobrevivieron en la antigüedad estos enclaves aislados totalmente por tierra, donde crecen olivos y vides. Con una larga escalinata de 377 peldaños, Corniglia tiene como recompensa sumergirse en un universo rural propio cuyo epicentro es el Largo Taragio: una plazuela que vertebra este encantador lugar agrícola plagado de historia.
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Vernazza, puerto imbatible
Este es un pueblo de pescadores que se conoce a pie. Vernazza es un sitio de calles empinadas, casas de grandes ventanales y balcones con toldos y flores. Destacan su iglesia románica, con un imponente campanario octogonal, y la casa del poeta italiano Eugenio Montale, Nobel de literatura en 1975. Vernazza es, también, el puerto mejor protegido de todos, que aún mantiene en pie dos de sus torreones defensivos con los que domina las vistas. En su cima se encuentra el castillo de los Doria: toda una fortaleza que bordea el terreno, levantada por una de las familias más antiguas e ilustres de Génova. De ahí que conquistar su torreón resultara imposible.
Monterosso al Mare
A este pueblo, que es la localidad más septentrional de Cinque Terre, lo divide un pequeño promontorio que se asoma al mar.
En la parte nueva se encuentran la estación de tren, la playa de Fegina y los hoteles. Es un pueblo marinero, con puerto, un mercado y una zona de pesca de anchoas, famosas en todo el país.
Destaca, además, por su ‘playa de cine’ y sus hamacas. Y después de una agradable caminata cuesta arriba, está la iglesia de San Juan Bautista, un pequeño duomo rematado con mármol de Carrara, y el convento de los capuchinos, cuya fachada recuerda a la catedral de Génova.
La paz del lugar se refuerza con otra gran vista panorámica.
Portovenere, la ‘ñapa’
Una antigua villa romana es el extremo ultimate del recorrido del litoral. Se la considera la sexta parte de la Cinque Terre, a solo 12 km de La Spezia. Es una idílica costa colour esmeralda con varias grutas que se atisban desde lejos. La más famosa lleva el nombre de Lord Byron, quien le dio fama al navegarla. Allí meditó el excéntrico poeta inglés, que se consagró como el héroe romántico por excelencia. Algo de ese espíritu inunda al visitante cuando llega aquí.
AMALIA GONZÁLEZ MANJAVACAS
EFE REPORTAJES
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