Sin imaginarlo ni proponérselo, Chelsea tenía armada una sólida armadura para afrontar las inéditas y adversas circunstancias que atraviesa. Acostumbrado a mandar, ahora le toca resistir. Thomas Tuchel es la clase de entrenador que inculca fortaleza, sacrificio y entrega. Disciplina y rigor alemán. Casi un handbook de resiliencia.
El membership más afectado en el mundo por las sanciones impuestas a causa de la invasión rusa a Ucrania se metió entre los mejores ocho equipos de Europa en defensa de su título. Es el campeón vigente de la Champions League y también del Mundial de Clubes, títulos que obtuvo en condiciones materiales y mentales muy diferentes a las que debe afrontar desde hace un par de semanas.
Obligado por el Gobierno inglés a vender el membership porque amasó una fortuna gracias a sus vínculos con el presidente de Rusia, Vladimir Putin, el oligarca Roman Abramovich tiene un producto que se aseguró un lugar en los cuartos de remaining de la Champions League al vencer de visitante 2-1 a Lille. Hoy, con el sorteo en Nyon (Suiza, 6 a. m. de Colombia), conocerá a su rival, que surgirá de los otros siete clasificados: Actual Madrid, Liverpool, Manchester Metropolis, Atlético de Madrid, Benfica, Bayern Múnich y Villarreal.
Chelsea disputó el tercer partido en seis días, entre la Premier League y la Champions. En el viaje a Lille, en el norte de Francia, ya empezó a sentir la asfixia estructural derivada por ser aún una propiedad de Abramovich.
“Tenemos que afrontar restricciones y limitaciones. Ajustes en la cantidad de personal que viaja, las habitaciones que tenemos en el hotel. Hubiese sido mejor llegar en avión que sentados en un autobús. Corremos el riesgo de sufrir lesionados. Tratamos de ser lo más profesionales que podemos, sin poner excusas. Creo que está muy claro lo que Chelsea exige a todos los empleados y jugadores: desempeñar tu papel y jugar al límite”, expresó Tuchel.
Considerado poco menos que un apestado por la comunidad internacional, Abramovich recibió un mínimo auxilio de Putin, que decretó que los canales deportivos de Rusia deben transmitir en vivo todos los partidos de Chelsea, o de lo contrario se expondrán a sanciones económicas.
Disaster del campeón de la Champions
Chelsea no puede vender entradas a sus hinchas, quienes, lejos de culpar a Abramovich, mecenas con el que desde 2003 conquistaron cinco Premier League y dos Champions League, se sienten víctimas de una persecución injusta.
Jürgen Klopp, entrenador de Liverpool, denunció cierta hipocresía de las autoridades y de los transeúntes de a pie que practican la ‘chelseafobia’: “¿A alguien le importó cuando Abramovich compró Chelsea? ¿A alguien le importó cuando compraron a Newcastle? ¿A los hinchas les importó? Creo que todos sabíamos de dónde venía el dinero, es obvio. Todos los sabíamos, pero lo aceptábamos. Es nuestra culpa, la culpa de la sociedad. Y ahora decimos: ‘¡Oh, no podemos aceptarlo más!’, entonces los castigamos. No es culpa del Chelsea, en absoluto”.
La contrariedad también generó un sentido de pertenencia en algunos jugadores. Kai Havertz, autor del gol del título en la Champions League, declaró: “Chelsea me dio todo, y yo estoy dispuesto a dar todo por el Chelsea. Si me decían que no había dinero para viajar a Lille, yo hubiese pagado por ello, no es un problema. No es grave. Hay cosas más difíciles en el mundo ahora mismo”.
La incertidumbre sorprende a Chelsea siendo el equipo europeo que más partidos lleva disputados en esta temporada. El de este miércoles fue el número 48 entre seis competencias: Premier, Champions, Supercopa de Europa, Mundial de Clubes, FA Cup y Copa de la Liga.
Está inhibido de comprar y vender jugadores, también de renovar contratos. Se congelaron las negociaciones por la extensión de los vínculos de Christensen, que ya tendría todo acordado para incorporarse a Barcelona, y el alemán Antonio Rüdiger, en las carpetas de Manchester United, Actual Madrid, Paris Saint-Germain y Juventus.
CLAUDIO MAURI
La Nación. Argentina
GDA
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