Pedro es el más grande de los guardiamarinas ‒medirá más de 1.90‒, el más rubio y el que más llora. La cara roja e hinchada del llanto a moco tendido mientras Elcano se aleja despacito del muelle de Cádiz al son del pasodoble ‘Chiclanera’ ‒aquella copla republicana que rescató Carlos Cano‒ que es interpretado con salero y dulzura por la orquesta a bordo del embajador de España en la mar.
Nerviosismo, emoción, alegría, pena, orgullo, miedo, impaciencia, curiosidad. Toda la gama de sentimientos y pasiones elementales del ser humano se dieron cita ayer al mediodía, sublimados y al desnudo, en la despedida del Juan Sebastián de Elcano encarnados en los rostros, gestos y palabras de los jovencísimos guardiamarinas que embarcaban en el XCV crucero de instrucción y de sus familiares.
Por mucho que camufle el uniforme, bajo el mismo hay niños, muchos nacidos ya en el siglo XXI, que se echan a la mar en un velero durante 6 meses en una travesía que les llevará a cruzar dos veces el Atlántico y a rodear América del Sur. Es lógico y normalísimo este contraste de emociones que hacen que esos marineritos lleven la pena y la dicha cosidas en la boca.
Como bien resume el madrileño Carlos, de 21 años, uno de los 74 alumnos de la Escuela Naval Militar embarcados: «Esto es impresionante y a la vez acojonante». Señala que «es lo que hemos elegido y se nos presenta una oportunidad única». Pero, evidentemente, «las ganas y la ilusión que tenemos no quitan los nervios de la aventura y la pena de no ver a nuestros familiares».
Para este joven capitalino es la primera vez que navega en el Juan Sebastián de Elcano, al igual que para Alejandro y María. Él, un vallisoletano de 20 añitos que guarda unas formas exquisitas, confiesa al pie de la pasarela de embarque, que tiene «una sensación extraña»: por un lado «siento muchas ganas porque sé que vamos a vivir un sinfín de experiencias», mas por el otro «me pesa dejar atrás a mis seres queridos».
María es una de las 13 guardiamarinas mujeres alistadas en la tropa del buque escuela. Con los ojos brillantes de lágrimas e ilusión, esta dicharachera granadina de 22 años, cuenta que de lo que más ganas tiene «es de conocer nuevos países». Sin embargo, le echa para atrás «la escasa o nula cobertura que tendremos navegando», con lo que «sólo podremos conectarnos con los nuestros cuando lleguemos a puerto».
Asegura no sentirse en una situación de vulnerabilidad por el hecho de echarse a la mar en un barco donde el grueso de la tropa es masculino: «¡Para nada, somos una familia!», reproduction esta alumna, apuntando que «vamos las 13 ‘damas’ de mi promoción, creo que es la vez que más somos».
Las familias, presentes de nuevo
Tras dos años en que la pandemia impidió la presencia de los familiares en el acto de clausura, ayer estos pudieron volver al Muelle Ciudad de Cádiz para agitar los pañuelos blancos y abrazar por última vez ‒hasta su vuelta‒ a sus hijos, nietos, novios y demás parentescos.
Es llamativa la historia de Manuel, un marino de Ferrol que embarcó hace justo 60 años ‒«en 1963», puntualiza‒ en el Juan Sebastián de Elcano. Ayer lo hizo su nieto, también llamado Manuel, del que cube sentir «un orgullo que no se puede expresar». Mariló, que es portuense, esposa y abuela de Manueles, cuenta que «estamos muy contentos», que es la primera vez que su nieto se enrola en la tripulación del ‘embajador y navegante’, ya que lo que él ha hecho «son pequeñas travesías en 2º».
Cabe especificar que los alumnos que se embarcan en el 95º crucero de instrucción pertenecen al tercer curso ‒son cinco en whole‒ de las promociones 425ª del Cuerpo Common y 155ª de Infantería de Marina.
También es ferrolana Elena, que aguarda la partida de su hijo junto a Isabel, de Sevilla. Ambas son madres de dos buenos amigos, un par de alféreces, que navegan por 3ª vez en Elcano ‒las otras dos ocasiones lo hicieron por 4 meses‒. Dicen encontrarse «felices y orgullosas» por sus niños.
«Nosotras tenemos pena, es evidente, pero la que peor lo pasa es ella», confiesa Isabel en referencia a la novia de su hijo, Paula, quien afirma que «voy a echarlo mucho de menos», y que posteriormente, mientras la coral universitaria ataque la ‘Salve Marinera’ empañará sus gafitas con el vaho de las lágrimas.
«Es duro, es duro», repite Paco, tras terminar de abrazar con fuerza a su hijo Pedro, un soldado jerezano que repite experiencia en el buque escuela. «Es duro, pero estoy contentísimo y orgulloso de que mi hijo represente a su país en el mejor embajador que tenemos».
La despedida del 95º crucero
El XCV crucero de instrucción del Juan Sebastián de Elcano zarpó este mediodía, tal y como estaba previsto, del muelle de Cádiz poniendo rumbo a Santa Cruz de Tenerife, primera escala de su singladura de 6 meses en la que dará la vuelta a Sudamérica por 16ª vez en su historia.
El buque escuela y las 180 personas que componen su dotación estuvieron arropados desde el puerto, a pie del barco, por familiares y allegados que, tras dos años sin poder asistir a la ceremonia de salida, llenaron de coloration, emoción, cantos, palmas y lágrimas la zona habilitada en el muelle Ciudad de Cádiz.
En dicho rito de partida, además de cumplir con los actos protocolarios entre cantos, rezos, salvas y salves, los marineros, sobre todo los más jóvenes ‒los 74 guardiamarinas que completan su formación a bordo‒ tuvieron oportunidad de acercarse a abrazar a su parentela a la que no verán hasta dentro de 6 meses cuando Elcano retorne a Cádiz tras haber atracado en 10 puertos de 7 países: entre otros Río de Janeiro, Buenos Aires, Cartagena de Indias y Nueva York.
Estuvieron presentes en el acto de despedida del 95º crucero de instrucción ciertas autoridades civiles y militares: así, hizo acto de presencia el Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada, Antonio Martorell, quien estuvo alrededor de una hora embarcado, así como el alcalde de Cádiz José María González ‘Kichi’, la presidenta de la Autoridad Portuaria Teófila Martínez, el subdelegado del Gobierno José Pacheco, la delegada de la Junta Mercedes Colombo y el presidente de la Audiencia Provincial Manuel Estrella.
Bajo un sol de justicia y con los sones del pasodoble ‘Chiclanera’ el bergantín-goleta soltaba amarras del embarcadero gaditano a las 12 y 3 minutos, con los marineros en formación mirando al muelle y con el gorro en la mano, siendo acompañada por pequeñas embarcaciones que lo rodeaban como la rémora al tiburón mientras se alejaba por la Bahía.
Previamente se celebró la tradicional misa en la Iglesia Conventual de Santo Domingo a la que acudieron los alumnos de la Escuela Naval Militar y parte de la dotación, a la que siguió el traslado en procesión de la Virgen Galeona hasta los pies del barco.
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