El pequeño reino de Bután, en el sudeste del Himalaya, ostentará a partir de este otoño el título de país más caro del mundo. A partir del 23 de septiembre reabre sus fronteras al turismo, pero con nuevas condiciones: la tasa por día y persona (200 dólares en temporada baja y 250 en temporada alta) ya no incluirá el alojamiento, ni los desplazamientos, ni las entradas a edificios emblemáticos y museos.
Bután es uno de los países más singulares del mundo gracias sobre todo a su localización geográfica, en plena cordillera del Himalaya y encajado entre la India y el Tíbet (anexionado a China). Pero su aislamiento también se debe a una política turística de poco volumen de visitantes pero con un poder adquisitivo alto.
Bután recibió a sus primeros turistas en 1974 con una tasa por persona y día que se ha mantenido hasta hoy: 250 dólares en temporada alta (marzo-mayo y septiembre-noviembre) y 200 en temporada baja (diciembre-febrero y junio-agosto), que incluían el alojamiento, las comidas, los traslados, guías y entradas a monumentos; todo se gestionaba a través de un touroperador oficial y una parte se destinaba exclusivamente a desarrollo sostenible y protección de los recursos naturales. Probablemente gracias a esta criba de viajeros, Bután ha logrado preservar creencias, tradiciones, templos y pueblos que parecen no haber cambiado en siglos.
Tras dos años de cierre de fronteras por la pandemia de la COVID-19, Bután reabre ahora con nuevas normas que buscan incrementar esa estrategia de poca afluencia turística pero muy exclusiva. A partir del 23 de septiembre, la tasa de 250/200 dólares por día y persona no incluirá nada y se pagará directamente al gobierno.
Los responsables del Ministerio de Turismo ven en la nueva normativa una forma de reducir la huella de carbono, mejorar las experiencias de los viajeros (alojamientos más sostenibles, infraestructuras diarias, entre otros) y beneficiar a los butaneses con mejores condiciones laborables. Pero las agencias de viaje especializadas no opinan igual. Pelden Dorji, director ejecutivo de Bhutan Journey Membership, en un mensaje directo a Viajes Nationwide Geographic confirmaba estas medidas y se lamentaba de que el coste por día y persona iba a duplicarse cuando se le sumara el alojamiento, los traslados, las comidas, los guías y las entradas a museos.
Viajar a Druk Yul (el otro nombre de Bután, que significa «la Tierra del Dragón que truena») será a partir de ahora una experiencia aún más exclusiva, aunque igual de fascinante y probablemente, más solitaria. El turismo es un elemento esencial en la economía del país. Unos 29.000 turistas visitaron Bután en 2020, antes del cierre de fronteras en el mes de marzo; el año anterior, fueron 315.599. El último trimestre de 2022 funcionará como un termómetro para medir el efecto de esta nueva normativa.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”