La vida del chef chileno Rodolfo Guzmán no ha sido un camino de rosas ni tampoco la de su restaurante Boragó, porque, hasta ser reconocido el más sostenible del mundo o aparecer en The World´s 50 Finest Eating places, ha estado al borde del cierre varias veces por defender los ingredientes nativos de Chile, una corriente que ahora eclosiona.
Fregó platos, hizo guiños a la ingeniería y fue campeón de esquí acuático antes de estudiar cocina y mudarse a la revolución culinaria española para trabajar en Madrid en ‘la transgresión’ de Balzac y Azul Profundo y en “la vanguardia rompedora” de Mugaritz (Guipúzcoa, norte).
Cifra300 opciones en la cocina es lo que tiene el chef chileno Rodolfo Guzmán para ofrecer.
Y se quedó a las puertas de El Bulli, del conocido cocinero español Ferran Adriá, explica en una entrevista.
Dos décadas después, ya reconocido como el mejor cocinero chileno por su apuesta por los productos nativos y la cultura de los pueblos originarios, Guzmán cocinó en Madrid varias semanas entre noviembre y diciembre de ese año en la iniciativa ‘In Residence’, que invita a restaurantes foráneos a la capital de España.
Una salsa de soja para revitalizar a un pueblo japonés
Ha sido un escaparate para mostrar la cocina de Boragó basada en el territorio chileno, ahora aplaudida, pero que le ha costado sacar adelante entre disaster económicas y existenciales por las mesas vacías que contemplaba en muchas ocasiones.
Guzmán (Santiago de Chile, 1978) comenzó a lucir la cara de una desconocida gastronomía native en 2007, cuando crítica y clientela apreciaban más lo que venía de afuera.
Aunque hubo varios amagos de cierre y traslados de native, se empeñó en seguir descubriendo una despensa ‘amplísima y ejemplo perfecto del mestizaje’ que había sido ignorada “porque somos tontos”. Reseñas de críticos foráneos como Andrea Petrini e Ignacio Medina y la inclusión en The World´s 50 Finest Eating places pusieron el foco internacional en Boragó.
“Llegó en mi quinto intento de vender el restaurante, porque no podía más. Estábamos en quiebra, pero, con la inclusión en The 50 Best, al día siguiente teníamos una lista de espera de un mes y así continuó”, detalla quien outline la trayectoria de Boragó como “casi tragicómica”.
Los clientes eran ya chilenos, pero también de países europeos y otros americanos como Perú o México, las dos cocinas más reconocidas dentro y fuera de sus fronteras. Guzmán se sintió apoyado en su empeño de profundizar en la despensa endémica de su país y siguió avanzando en su descubrimiento por mar -cuyos productos le entusiasman- y tierra -los hongos le apasionan.
Una vez investigados, cada uno de esos ingredientes, como melí, picororo, piure, chañar, loyo, luma o tomate rosado del Maule, se transforma en “300 posibilidades” en la cocina. Ese conocimiento añadido al de los pueblos originarios se plasmó en el libro ‘Boragó: Coming from the South’ (Phaidon) y continúa en el primer centro de investigación dedicado a la comida en Chile, donde tratan con algas, plantas de roca, pescados desconocidos e ingredientes de los bosques.
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