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La exazafata y viajera española más fashionable de las redes comparte sus aventuras, trucos y secretos de altos vuelos en ‘Postales desde el aire’
Cuando se ha dado “varias veces” la vuelta al globo en un A380 “el mundo parece más pequeño”. Anita Hernández (Granada, 1993), más conocida como Azul Místico en las redes [Youtube: 370.000 suscriptores; Instagram: 87.500.00, y Twitter: 78.000], asegura que “no es tan difícil volver a casa” cuando se han visitado más de 50 países y se ha vivido en ciudades como París, Dubái y Londres. A ella la ciudad de la Alhambra se le quedó pequeña en la universidad. “Quise ser dibujante de cómics, escritora, granjera, poeta… Me decidí por Bellas Artes, porque aún no tenía las cosas claras, pero al menos disfrutaría por el camino”, asegura. Hasta que una amiga le dijo las palabras mágicas: “Tú deberías ser azafata de vuelo”.
La jefaza de los vídeos de viajes en España desde hace más de siete años llevaba de serie la semillita de la aventura. ”La curiosidad por conocer lugares nuevos creció en mí desde muy pequeña. La culpa fue, en parte, de los libros [aunque asegura que a Verne y ‘La vuelta al mundo en 80 días’ los ha leído ya de mayor], pero sobre todo, de mi familia”. Y también de aquella autocaravana de segunda mano con la que recorrieron durante 10 años toda Europa. Y Marruecos, el primer destino que le llegó al alma. “Me impactó mucho, hoy no chocaría tanto, pero hace veintipico años…”, recuerda. Chaouen, Fez, cuando se perdieron en medio del Sáhara… ¡Sus primeras prácticas de trotamundos!
EEUU y el ‘síndrome de París’
En ‘Postales desde el aire. Todo lo que viví y viajé como azafata de vuelo’ (Plan B), Azul Místico -su alias es el título de una canción del rapero malagueño Elphomega que le gustaba entonces y primero llamó así a su weblog y luego al canal de Youtube- cuenta sus segundas prácticas, esta vez reales, y su trabajo durante dos años en la aerolínea Emirates, gracias al cual conoció el sofocante Dubái -donde dormía entre vuelo y vuelo y donde conoció a su novio, Tom, con el que hoy vive en Granada-, Sídney, Yakarta, Luanda, Tokio, Nueva York, Lyon… y un sinfín de lugares más a los que, confiesa, “no me importaría volver”. Con algunas ciudades, sobre todo de EEUU, como Boston o San Francisco, sufrió lo que se viene en llamar el ‘síndrome de París’, que no es más que el desencanto que se experimenta al conocer in situ un lugar al que se había idealizado gracias al cine, la tele o los libros.
Durban fue el destino donde más veces recaló en aquellos vuelos de infinitas horas y escalas. En la ciudad costera de Sudáfrica tuvo la oportunidad de bucear con tiburones de punta negra. “Hay algo mágico en poder llegar a un lugar donde absolutamente nadie te conoce. Puedes ser tú mismo o ser quien tú quieras (…). Descubrirás lo que es ser libre y te gustará tanto que a partir de entonces lo que piensen los demás dejará de ser importante”, glosa Anita, en las páginas más místicas del libro.
El ‘modo zombi’
En otros capítulos también cuenta otras verdades del oficio. Como el ‘modo zombi’, por ejemplo, el estado catatónico en el que entró a los dos meses de llevar el ajustado uniforme emiratí: gorrito, falda, tacones, rímel, labial rojo y uñas esmaltadas. Estaba tan agotada tras los viajes que perdió las energías para visitar ciudades y a veces prefería quedarse tirada mirando el móvil o durmiendo. “Muchas cosas habían cambiado desde que había llegado a Dubái. Ahora, en lugar de cinco kilos por debajo, estaba en cinco kilos por encima de mi peso routine. Cada día me miraba las piernas para encontrar nuevas varices y marcas que iban apareciendo después de tantos cambios de presión. La uñas ya no me crecían sin romperse antes, mis ojeras eran permanentes… Eso no me importaba: el problema period, realmente, que esa vida ya no me hacía feliz”.
Dejó un trabajo por el que le pagaban “entre 2.000 y 3.000 euros al mes” y se fue a Londres con su novio, “donde hasta no hace mucho fuimos felices -cuenta-, y donde conseguí cumplir mi sueño de crear mi propio trabajo, uno que sí disfruto de verdad y que me permite ser creativa y viajar”. “El clima y la pandemia” la trajeron de nuevo a Granada. Viaja menos, sí, -“unas 8 o 10 veces al año”, explica-, pero desde hace más de tres años vive solo de Youtube, principalmente, de lo que le pagan las marcas. Promociona destinos con encanto: “No son mis vídeos más vistos, sino los que explico curiosidades en los vuelos”, explica.
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Si tienen un viaje a la vista y disponen de varios minutos, no se pierdan el de ’10 cosas que no sabías sobre aviones y azafatas’, donde entre otras cosas cuenta por qué no hay que coger nunca una manta sin plastificar en los aviones, pues asegura que ha visto gente defecar en su asiento y tapar la ‘proeza’ bajo la felpa, o por qué debería pensárselo dos veces antes de pedir té o café en un avión (el tanque del agua no se sabe cuándo fue la última vez que se limpió). En otro, ¿Por qué hay que subir la ventanilla (y otras normas extrañas)?, resuelve esta gran incógnita (para que la vista de los pasajeros se aclimaten a la luz de fuera, si aterrizan de noche, y para que los equipos de emergencia, si hay un accidente, vean bien el inside de la nave) o la de por qué hay que bajar los reposabrazos antes de tocar tierra, sino queremos que a 300 km/h bajen bruscamente y nos golpeen fatalmente.
” Fuentes www.elperiodico.com ”