Ubicado en el convento de San Vicente Ferrer, el gótico parador de Plasencia es una de las joyas de la ciudad y de toda España, por ello ha sido elegido como el mejor parador del país por los usuarios de esta red de establecimientos.
Promete un viaje en el tiempo y un recorrido por otros edificios importantes de la época, ya que el parador forma parte de un conjunto monumental compuesto por el citado convento, la iglesia de Santo Domingo y el palacio Mirabel de la familia Zúñiga, benefactores y constructores del convento a finales del siglo XV.
La sala más antigua
Para acceder al parador el visitante lo hace a través de un porche con dos arcos de medio punto, impresionante entrada para este edificio tardogótico compuesto por un claustro, una sala capitular y un refectorio. La sala capitular es una de las zonas más antiguas del parador y está dividida en dos estancias, una cuadrada y otra hexagonal separadas por una puerta abocinada y cubiertas, ambas, por bóvedas estrelladas.
Además, el parador de Plasencia conserva muchos elementos originales, como el primitivo artesonado del bajo claustro, restos de pinturas murales o, en el refectorio, rectangular y renacentista, el púlpito y el friso de azulejos talaveranos policromados del XVI. Pero sin duda, uno de los elementos más especiales es la escalera volada del parador.
La escalera volada
Considerada una de las más bellas de España, fue construida en granito en 1577 por los maestros Juan Álvarez y Juan Ezquerra y se sostiene sobre arcos irregulares y desiguales que ascienden hasta el piso superior, recibiendo la luz directa de una linterna. En su decoración destacan los escudos de los Zúñiga y un pasaje bíblico que alude a la escalera de Jacob. Está situada en el acceso a la sacristía, en el ángulo suroeste del claustro.
Recetas ancestrales
En el apartado culinario, el parador ofrece algunos de los platos más singulares de la zona, como bacalao monacal, gazpacho de trigueros, cuchifrito de cabrito, caldereta de cordero merino… Y para los más golosos, postres como la técula-mécula (una compostura a base de almendras y huevos) o la sopa de garbochas (una especie de sopa de leche, arroz, castañas y miel).
Todos estos platos se sirven en el restaurante, un espacio de gran belleza ubicado en la planta baja y decorado con un friso de azulejos policromados de Talavera del siglo XVI, un artesonado de grandes vigas y un asiento corrido de granito. En su día fue el refectorio.
Un chapuzón en verano
Otro de los atractivos del parador es su piscina, que abre del 29 de abril al 16 de octubre. Y cuando llega el frío, el cliente puede remojarse en la zona wellness, que incluye sauna, jacuzzi y baño turco (el uso de la sauna y el baño turco es gratuito para los clientes alojados), o sudar un poco en su gimnasio.
En cuanto a las habitaciones, el parador de Plasencia ofrece 49 dobles, 15 dobles superior y dos suites. Además, hay varios salones para eventos y, aunque actualmente cerrado temporalmente por el covid-19, un Bar de Noche ubicado en la bodega del convento, un espacio histórico de los siglos XV y XVI que se conserva prácticamente intacto, con una bóveda de cañón en ladrillo y una arquería sobre columnas.
Paseo por la ciudad
Al estar situado en plena ciudad, en la Plaza de San Vicente Ferrer, es fácil salir a dar a una vuelta para conocer las murallas medievales de Plasencia, su Plaza Mayor, su Catedral Vieja, de traza románica, y su Catedral Nueva, mezcla de gótico y renacentista.
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