Ciertos miedos pueden volverse omnipresentes en nuestra vida, afectando seriamente a nuestras experiencias e incluso a nuestras relaciones con quienes tenemos alrededor.
A ello se refiere la “exfóbica a volar” y coach profesional Silvia Carré en su libro Vuela – Pilota tu propia vida. En dicho texto, la experta también narra que ella pasó de tener un miedo incapacitante a volar a ser piloto privada de avión.
“El miedo arrastra a todo un sistema”
Así, Carré habla del “efecto expansivo del miedo”: “El miedo limitante suele tener un efecto expansivo que se va ampliando […]. Lo primero que queda afectado por el miedo es la situación específica que tienes delante. Un viaje, una conferencia, una decisión personal, un cambio laboral… Según el bucle en el que entres, o no lo vas a disfrutar o directamente, si la evitas o huyes, no la vas a vivir”.
Y prosigue: “En mi otra vida, cogí unos cuantos vuelos, a pesar de mi miedo a volar. No los disfrutaba, pero es que además, cuando llegaba al destino pensaba insistentemente en la vuelta. Por lo que la vivencia de la nueva experiencia se veía empañada por esta visión futura, que yo imaginaba como algo infernal.
A continuación, desarrolla, los efectos de ese mismo miedo se extienden a otras situaciones semejantes a la que lo desencadena: “Lo segundo que queda afectado es la relación con otras experiencias o con situaciones similares a la vivida. Otros vuelos, otras presentaciones en público, otras decisiones similares que requieran que me ponga ante una persona y comunique lo que quiero para mí…”
“Yo, para protegerme, acabé diciendo que no a otros vuelos, a otros destinos y a otras situaciones: viajes en familia, viajes con amigos, viajes de trabajo… Los imaginaba como una experiencia desagradable y no quería revivir lo mismo”, añade.
Esto, como es lógico, termina por repercutir en aquellas personas implicadas en estas situaciones: “Lo tercero que queda afectado son las relaciones con el entorno: amigos, familia, pareja. Surgen momentos de tensión que pueden desembocar en auténticas crisis, a no ser que la otra parte renuncie o ceda (que muchas veces es lo que acaba pasando). Así pues, el miedo arrastra a todo un sistema que sufre las consecuencias más allá de la persona en sí”.
Carré lo ejemplifica de esta manera: “Hablando del miedo a volar, recuerdo algunas parejas a las que he acompañado que tenían un viaje de ensueño contratado. En uno de los casos, uno de los miembros se quedó y el otro se fue de viaje durante tres semanas. En el segundo caso, acabaron cambiando el viaje a Costa Rica por un viaje al sur de Francia en coche. Ambos casos conllevaron efectos colaterales en la pareja hasta que, tiempo después, los miembros con miedo a volar decidieron dar el paso para superar su temor. Esta misma situación la he visto con viajes de familia irrepetibles para celebrar fechas especiales. Y en viajes de negocios, donde una persona del equipo arrastra a todo un departamento a un pesado viaje de largas horas en tren”.
“Deja su marca en el fondo”
El último paso, argumenta la coach, es el más duradero para nosotros: “Más allá de las ondas en el agua, que es lo más visible a simple vista, la piedrecilla va siguiendo, invisible, su recorrido. Y cae hasta depositarse en tierra arenosa, donde deja su marca en el fondo”.
“La piedra deja un impacto en el interior de uno mismo. En la esencia. Un impacto que no siempre queremos ver, pero que está ahí, dejando marca. Traduciéndose en falta de confianza, falta de seguridad, baja autoestima… La piedra tendrá su impacto en aquellas fortalezas que tenemos en otros ámbitos, pero que aquí, frente al miedo, sentimos que no nos sirven. Y esta marca acabará afectando a los planes de vida, a los propósitos, hará tambalear los valores más profundos y abrirá un abismo entre lo que realmente quiero y lo que creo que no puedo hacer”, finaliza.
Referencia
Silvia Carré. Vuela. Planeta (2022), ISBN: 978-84-480-2984-5.
” Fuentes www.20minutos.es ”