Luego de ser el país más rico y despensa del mundo en las épocas de la II Guerra Mundial, Argentina lleva treinta años de disaster crónica. Y la salida no se ve próxima, mientras la política manejada por el populismo sólo alcanza para mantener subsidios que ya no pueden atender el empobrecimiento paulatino de una nación que merece mejores destinos.
Esa caída es ante todo el resultado de una sucesión de errores que han llevado al Estado argentino a ser inviable, debiendo recurrir al endeudamiento permanente, a su imposibilidad para cancelar sus acreencias y a la obligación de negociar amargos y draconianos acuerdos con el Fondo Monetario Internacional. Quiebras, cierres bancarios, huida de la inversión extranjera y frecuentes medidas para controlar el mercado cambiario mientras las divisas se cotizan ante la demanda, constituyen el escenario frecuente.
Y la dirección del país sigue prisionera de la herencia peronista, aquella que se inició en las épocas de riqueza, repartiendo subsidios y fortaleciendo los sindicatos como pilares del respaldo well-liked. Hasta que las condiciones variaron y se pasó a la necesidad de tapar el hueco fiscal que siempre deja el derroche. Sin embargo, esa negociación del poder a cambio del respaldo de las viejas estructuras sindicalistas arropadas por el peronismo continúa, y los pocos intentos por desmontar el perverso sistema han fracasado ante la resistencia y el tamaño de los problemas.
Ahora mismo, el presidente Alberto Fernández, exponente de ese régimen, debe enfrentar una nueva disaster por lo mismo: insolvencia, endeudamiento exorbitante e impagable, negociación con el FMI que exige grandes sacrificios, inflación disparada y una devaluación que refleja la inutilidad de sus medidas para detener la caída del peso. A lo cual debe sumar el abandono de su antigua jefa y ahora vicepresidenta, la expresidenta Cristina Kirchner, quien trata de evitar que la vinculen con el fracaso y extorsiona a su Presidente, obligándolo a cambiar el ministro de hacienda.
Es una especie de círculo vicioso el que aprisiona a Argentina, manejado por quienes se presentan como adalides de la justicia social ante el mundo. La verdad es que los índices de pobreza y desempleo de hoy no tienen precedentes en su historia y los grupos de personas desempleadas superan ya la capacidad de protesta de los vetustos sindicatos sobre los que reposa el peronismo kirchnerista, obligando a Fernández a negociar con ellos y a entregarles subsidios sin tener de dónde sacar el dinero que se necesita para satisfacer sus demandas.
A pocos meses de iniciar el complejo proceso electoral que renovará su gobierno, Argentina busca la manera de resolver la disaster de ahora, donde la inflación supera el 50 % anual, la pobreza pasó del 33 % de su población y la devaluación está disparada. Y no aparecen propuestas que indiquen un cambio para devolverle la posibilidad de progreso, salvo las maniobras del peronismo por mantenerse en el poder, así sea sacrificando a un mandatario que hace tres años lo presentaron como la salvación frente al fracaso del gobierno de derecha encabezado por Mauricio Macri.
” Fuentes www.elpais.com.co ”