Hace diez años que murió “un escritor inabarcable” que lo mismo hizo cuento, novela, teatro, ensayo, relato corto y largo que artículos periodísticos, y enseñaba literatura y filología en la universidad. Se movía con soltura por varias lenguas, la italiana, su habla materna, pero también por el francés, el portugués y el inglés. Las páginas de sus libros y las líneas de sus textos, como cajitas de curiosidades, fueron refugio para fareros y ballenas, relicarios para santos y ángeles, morada de redención para sus personajes fracasados, bitácoras de viajes, punto de encuentro de los extraviados, y palestra para denunciar la censura y defender la libertad de pensamiento y de expresión.
Period Antonio Tabucchi, gran prosista italiano de la Toscana, nacido en Vecchiano en 1943 y que murió 3l 25 de marzo de 2012 en Lisboa, la ciudad que adoptó y lo adoptó, y que el pasado lunes fue figura central de un conversatorio conmemorativo en el Aula Magna de El Colegio Nacional –Antonio Tabucchi diez años después- en el que participaron de modo presencial las escritoras Guadalupe Nettel, y Jazmina Barrera; y de manera remota, la editora y traductora María José de Lancastre, viuda del escritor; Andrea Bajani, autor cercano al homenajeado; y en la conducción del panel, “desacralizando los homenajes oficiales”, el escritor anfitrión Juan Villoro.
Congruentes con la personalidad del autor italiano, en un “día de las brujas” -destacó Villoro- los panelistas recordaron la trayectoria de “un escritor que creía en fantasmas” y que afirmaba que period visitado por voces, principalmente por la de la musa de la prosa (la musa de la poesía siempre lo esquivó, afirmaba) y que lo invitaban a escribir en las horas nocturnas y en la cocina de su casa; repasaron sus respectivos encuentros luminosos con el autor de Sostiene Pereira, una de sus obras emblemáticas, plagados de anécdotas que retratan al genio de la ironía y de los infortunios, a un autor de lo marginal, de la vida cotidiana, capaz de erigir portentosos edificios literarios a partir de las adyacencias y las minucias de los personajes periféricos, los que siempre andan en busca de algo, transidos por el desasosiego.
Tabucchi en México
Desde Lisboa a través de un video, María José de Lancastre, compañera de vida de Tabucchi, y quien junto con él tradujo muchos textos del poeta portugués Fernando Pessoa, de quien, por cierto, el italiano es reconocido como connotado exegeta, narró la relación de Antonio Tabucchi con México a través de dos viajes, donde cultivó grandes amigos y amigas literatos, como Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Margo Glantz, Carmen Boullosa, Mario Bellatin, Juan Villoro, y muchos otros, enumeró la editora portuguesa.
“He acompañado a Antonio Tabucchi en los dos viajes que hizo a México (1999 y 2003) y he compartido con él los sentimientos de estupor y asombro por las cosas extraordinarias que hemos podido ver y aprender de esa tierra”, añadió María José.
Recordó que en el año de 1999, dictó una conferencia en El Colegio Nacional presentado por Sergio Pitol, y recibió la distinción de Ciudadano Honorario de la Ciudad de México como representante del Parlamento Internacional de Escritores, durante la administración de Cuauhtémoc como jefe de Gobierno del Distrito Federal.
Narró que posteriormente, en 2003, visitaron Tampico, Xalapa, Oaxaca, Ciudad de México y Mérida.
“Antonio publicó algunos recuerdos de esos dos viajes en El País Semanal y después en el libro “Viajes y otros viajes”. Creo que le habría gustado hacer un tercer viaje a México, pero los dioses no lo quisieron. Nos quedan sus libros y su voz. Les leo tres líneas sobre los chiles, para recordar el aspecto lúdico de la prosa tabuchiana:
“El habanero brillante y ovoide, de aspecto inocente y de un verde amarillento que tiende a veces al anaranjado, es el Pontifex maximus de todo plato mexicano de alto nivel, desde el manjar más complicado, como la cochinita, a la llamarada (si bien delicadísima) de la sopa de lima. Pero atención, el habanero ha sobrepasado las fronteras de lo picante para alcanzar la alarma radiactiva. Su fuerza participa de lo nuclear: es la fisión del átomo que los mayas descubrieron en la naturaleza mucho antes que Fermi u Oppenheimer. Quien resista a sus radiaciones internas puede con todo derecho hacerse la ilusión de formar parte de una cultura milenaria, que la colonización europea hizo lo posible por destruir en gran parte. Quien sea capaz de probarlo delante de un mexicano, manteniendo una expresión serena sin empezar a soltar alaridos, habrá conquistado la ciudadanía honoraria”.
Una estrella polar
“No es casual que un escritor consagrado quiera conocer a un escritor que comienza”, dijo Villoro para introducir a la mesa al autor Andrea Bajani, discípulo de Antonio Tabucchi, italiano como su mentor. Bajani (Roma, 1975), periodista y escritor, autor de obras como “Mapa de una ausencia”, “La vida no ocurre en orden alfabético”, “Un bien al mundo” y “Saludos cordiales”, envió un video desde la Universidad Rice, en Texas, donde enseña, aclarando que seguramente en el momento de su transmisión estaría durmiendo en algún lodge de Amsterdam o preparando la presentación de su más reciente obra, “El libro de las casas”.
“Para mí (Antonio Tabucchi) ha sido, como escritor, una estrella polar”, y como ser humano, un amigo, con quien me une un vínculo absoluto, que comprende también la admiración”, dijo Bajani.
Narró que cuando visitó por primera vez al autor de “Pequeños equívocos sin importancia” en su casa en Italia, descubrió el secreto de Tabucchi: escribía en la cocina y de noche. A su llegada había admirado el estudio y la biblioteca magníficos del escritor e imaginó que esos espacios serían el escenario splendid y preferido para la labor de escritura de su anfitrión. “últimamente me pregunto ¿dónde escriben los escritores?, en la cocina, en la sala, en la cama, en el baño, en la biblioteca, sentado en los escalones, no lo sé, me gustaría clasificar a los escritores por el lugar donde escriben”, comparte el autor.
Es así que en una noche de insomnio, bajó a la cocina y encontró a Tabucchi escribiendo a mano en un cuaderno. “Yo sabía que Antonio Tabucchi escribía de noche, y no solo escribía de noche, sino que hablaba por teléfono, sus llamadas por teléfono de noche son legendarias, al punto de las personas se inventan haber recibido llamadas nocturnas de Antonio Tabucchi (…) Llamaba para encontrarse con los amigos en ese espacio de alucinación que son las horas de la noche”, revela Bajani.
Expone que entonces comprendió que una prosa como la de Tabucchi, donde se expresa la vida misma, los olores, los colores, los sabores, la conversación íntima en una mesa, sólo podía escribirse en una cocina. Por eso el lugar donde escriben los escritores puede definirlos.
El hombre que se mancha la camisa
Andrea Bajani confiesa, además, que se reconoció en un rasgo de Tabucchi, como hombre que se mancha la camisa mientras come”, y que no es anecdótico, sino que outline su estilo. Y cita una entrevista: “Soy una persona que se mancha la camisa mientras come, y cuya escritura, de la misma manera, no es precisamente un portento de limpidez”.
“Así pues, un hombre en la cocina, con una camisa sucia de manchas, es la única manera para contar el estilo de Tabucchi que yo conozca”, cerró Bajani.
En su oportunidad, Guadalupe Nettel, directora de la Revista de la Universidad, a propósito del “hombre que se mancha la camisa”, recordó que la cita aparece en la novela Sostiene Pereira; como si se tratara de un cameo cinematográfico, el autor quiso dejar allí plasmada su falta de limpidez como propuesta literaria.
Nettel dedicó su intervención a examinar esta obra, quizás una de sus novelas más acabadas, y puente de diálogo con otras también cimeras, como “La cabeza perdida de Damasceno Monteiro”, “Réquiem”, “La Línea del horizonte”, y desde la voz de “un oscuro encargado de la página cultural de un modesto diario vespertino” -El Lisboa-, va construyendo “desde la tangente, desde las cornisas”, un canto de libertad, una propuesta de triunfo sobre el desasosiego, “un viaje de iniciación, pero al revés”, donde el encuentro de Pereira con Monteiro Rossi, en lugar de que sea un joven en busca de madurez es un viejo en busca de desaprender y de llenarse de valentía y plenitud.
La escritora también coincidió en que Tabucchi period un genio de la imperfección y de lo intempestivo: solía no llegar a una cita. “Si tenía que presentar un libro, cosa que él detestaba, quedaba de encontrarse con el editor en el aeropuerto a tal hora y no llegaba”.
Así ocurrió en 2002. Antonio Tabucchi estaba programado para inaugurar el Salón Literario de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara al filo del mediodía, pero no llegó. Quien escribe tenía pactada una entrevista con él. Un “pequeño equívoco” de los organizadores de la feria, éste sí de mucha importancia, lo había dejado varado en el aeropuerto de Nueva York e, irónicamente, en esa ocasión nadie respondió a sus llamadas telefónicas.
Accede aquí ver el panel “Antonio Tabucchi diez años después”: https://youtu.be/CNLlQlHo-fA
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