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El restaurador, que murió el viernes en L’Esparra, Riudarenes, había traspasado su native, que en el 2005 apareció en el puesto 31 de los mejores restaurantes del mundo
La voz rota y escandalosa de Pep Manubens (Barcelona, 1949-L’Esparra, Riudarenes, 2021), ‘Pep de les Olles’, ha dejado de sonar: “Teteeee”. El hombre que ‘inventó’ la barra gastronómica en Barcelona en 1989, Cal Pep, en la plaza de les Olles, falleció el viernes 17 de septiembre. Adiós a las gafas con personalidad y a las camisas de colores y a esa clase de restauradores que además de platos dejan corazón.
Su sobrino, Joan Manubens, al frente del Passadís del Pep, recuerda ese último vermut que tomó con él solo dos días antes, el miércoles: “Estaba bien, regular. No tenía nada. El jueves fue a dormir y ya no despertó. Los miércoles, él y Joan Carles Ninou [El Xampanyent] venían a comer. Cuando murió mi padre [Joan Manubens, en el 2017] acepté quedarme el restaurante con la condición de que me asesorara”.
Así, cada miércoles, salía de L’Esparra, donde se había retirado después de traspasar Cal Pep, para comer en el Passadís, ese restaurante sin rótulo y con cajero en la puerta donde su hermano Joan había agasajado a estrellones de Hollywood con gambas de bigotes afinados y croquetas de irresistibles interiores. Pero el miércoles comieron en La Puntual, la bodega de Ninou y José Varela, otro de los amigos. Después del vermut, su sobrino ya no lo volvió a ver.
En el 2005, Cal Pep apareció en el puesto ¡31! de la lista de los mejores restaurantes del mundo (The World’s 50 Finest Eating places, entonces ‘Restaurant Journal’), un extraño entre triestrellados pero cuya presencia recogía la potencia gastro de una barra que Pep dirigía con la firmeza de un normal y una simpatía que invitaba a la comodidad sentado en un instrumento tan incómodo como es un taburete.
Joan quiere resaltar ese carácter extrovertido: “Period una persona que nunca veías cabreado ni preocupado, aunque tuviera 20.000 problemas. Tenía una gran capacidad para gestionar las malas noticias. Siempre sonreía”. Las gafas y las camisas eran también sonrisas. Hace una veintena de años sufrió un cáncer de cuello que le dejó la voz del Padrino.
Joan señala su trío de platos de Cal Pep: los garbanzos con chipirones, la tortilla ‘trempera’ y las cigalitas encebolladas. Al principio cocinaba la señora Pilar, la madre de los hermanos Manubens, que había sido portera en la calle de la Princesa y que alimentó con sus ollas el primer negocio de Pep, el Frankfurt de la calle de la Espaseria, que en 1977 servía guisos y bocadillos excepto de… frankfurt. Los camareros recogían las viandas de la señora Pilar y llevaban esas cazuelas paseadas hasta el native.
Con Ninou puso en marcha los tiradores de Beer Artwork, donde, anticipándose a su tiempo, espumeaban cervezas con carisma. En el 2008 le propusieron abrir un bar en Estambul, el Tapas Pep, aunque la internacionalización le interesó poco.
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La vida de Pep en L’Esparra, donde vivía con Seve Esteve, madre de Jordi y Alba, period sorprendente. Su sobrino recuerda que le regalaron un burro, de nombre ‘Platero’, para celebrar los 69 años: “Se despertaba, daba de comer al burro y a las gallinas, trabajaba en el huerto. Cogía uno de sus 600 para bajar al pueblo…”. ¡Pep Manubens cuidando de un burro!
“Fue un visionario, vio el potencial de las barras, que podía ser lugares donde comer grandes platos”, resume Joan. “El último restaurante fue la terraza de L’Esparra, donde te preparaba un guisado o una paella y, mientras cocinaba, disfrutabas de su compañía”. Esa alegría, esas gafas, esas camisas, ese “teteee” y, sorpresivamente, un burro llamado ‘Platero’.
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