En las postrimerías de la vida, nos interesa sacarle la mayor cantidad de jugo a los días que tenemos en frente, porque nunca sabemos, a ciencia cierta, cuándo nos afectará una dolencia que limite nuestra movilidad o nuestro presupuesto. Al brotar las canas aumenta el aprecio por las cosas sencillas de la vida, tales como percibir el amanecer durante nuestra caminata matinal en la Cinta Costera o el primer sorbo de una robusta taza de café.
Es por ello nuestra efervescencia por ahorrar. En los años dorados, típicamente el mayor gasto de nuestra vida productiva, la bendita hipoteca, ya ha sido cancelado. El interés por aquel auto bonito, con todos los avances de la última tecnología, se erosiona con tal de contar con un cachivache que nos traslade al mercado o al médico, preferiblemente, el primero. O en su defecto, el traslado por transporte público, que se preocupen otros por las meteóricas alzas en el costo del flamable.
Ya contamos los caballeros con un ajuar repleto de suficientes camisas, pantalones y cachivaches. A las damas jamás se les saciará el apetito por los calzados, nosotros con tal de abrigar 3 pares estamos eufóricos.
Cada quien tiene sus preferencias. A nadie le critico, por ejemplo, la casita de playa o campo, pero aquello de trasladarse a provincias en autopistas atiborradas e infernales filas en Quesos Chela, como que ya está pasado de moda. A nosotros nos arrebatan los cruceros, una vez al año, a diversos destinos, porque aquello de viajar al Caribe, año tras año, también se convierte tan monótono como el traslado a provincias los fines de semana.
Parte del atractivo es la planeación. Gracias a la web y valga la redundancia, el júbilo de la jubilación, contamos con el tiempo para escudriñar hasta el mínimo rasgo de cualquier destino en nuestro itinerario.
Viajar por viajar y lanzarse al libre albedrío sin planificación resulta tan obscuro como un día sin sol, sobremanera en estos momentos particulares de pandemia. Es como visitar Praga, la capital de la República Checa y perdernos la oportunidad de saborear un típico trdelnik, porque ignorábamos que existía tal exquisitez en su gastronomía.
El sombrío 2020 nos guardó una sorpresa. Con meses de anticipo habíamos reservado con Norwegian Cruise Traces un curioso itinerario de 14 noches zarpando desde el puerto de San Cristóbal, que sirve a la ciudad de Santiago de Chile, con destino last Nuestra Señora del Buen Ayre, capital de la República Argentina, a mediados de febrero. Con tal suerte que fue el último crucero de la temporada anterior al cierre obligatorio por pandemia gozando así la oportunidad de cruzar el Estrecho de Magallanes y apreciar las particularidades del sur del continente, sus pingüinos y leones marinos, con escalas, entre otras, en Malvinas y Montevideo, Uruguay.
Ahora deseamos cerrar el círculo. Desde aquel momento habíamos reservado otro crucero de Norwegian para visitar 9 países en el Mar Báltico a mediados de agosto de este año. Con dedos cruzados, ya gracias a Dios ambos vacunados con las dos inoculaciones de Pfizer. Aunque no cierne muy positivo el horizonte a corto plazo, es muy posible logremos nuestra meta.
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En este momento, estamos revisando las opciones aéreas volando a Estocolmo, Suecia, donde se inicia la gira, retornando desde Ámsterdam, Holanda, donde desembarca a inicios de septiembre. Lastimosamente, a pesar de estar dispuestos a pagar el pasaje desde ahora, la aerolínea seleccionada no ofrece la opción de reembolso.
En el mejor de los casos, la emisión de boletos frescos dentro del año de hacer la reserva. Ello no nos sirve porque no cubre la temporada del verano Báltico. Qué lástima, no entendemos cómo las aerolíneas, tan golpeadas por la pandemia, no ofrecen la flexibilidad a sus pasajeros, a pesar que la decisión de aplazar o no el crucero, está fuera de nuestro management. ¡Cosas veredes Sancho!
Líder empresarial.
” Fuentes www.panamaamerica.com.pa ”