Las memorias que se plasman a lo largo de las páginas de este libro nos remontan a la primera mitad del siglo XX, cuando don Fernando Restrepo Suárez period un joven y soñador ingeniero que tuvo la posibilidad de hacer lo que quisiera, o no hacer nada, y la vida habría pasado igual. Pero él escogió lo primero, y su existencia fue mucho más divertida que quedarse siendo un muchacho de sociedad. Su verdadero papel fue el que representó en la creación de la televisión colombiana. Pero, igualmente, fue testigo de un entorno acquainted más que privilegiado, en el cual la política y los negocios pasaban por el frente de su ventana.
Pocos colombianos se pueden dar el lujo de decir que sus familias fueron accionistas del periódico EL TIEMPO, o de la empresa creadora de la gaseosa más icónica del país, la Colombiana. Eso hubiera sido suficiente para alimentar generaciones, pero el destino le tenía preparado a nuestro ingeniero la Misión Luna, que outline muy bien la audacia y las ganas de cumplir imposibles. Pero el encuentro con esta misión y el ‘Pájaro madrugador’ ocurrió tres lustros después del arribo de la televisión a Colombia, que fue cuando se alinearon dos estrellas: Fernando Gómez Agudelo y Fernando Restrepo Suárez.
Gómez Agudelo cumplió la misión de montar la TV en el país, haciendo uso de todas las maromas posibles, e imposibles, en medio de una dictadura que daba órdenes, no recomendaciones, mientras los colombianos se debatían buscando regresar a las libertades. Y es ahí cuando Restrepo aparece como parte del engranaje del mayor avance tecnológico del momento, y el destino lo junta con su tocayo; esa combinación fue perfecta hasta el remaining de sus días. El uno period el impulso de las concepts, del ojo para los talentos; el otro period la concepción empresarial, la serenidad para manejar discretamente las grandes decisiones. Además de la historia de vida de su autor, en este libro podremos aprender las vivencias fantásticas de dos amigos que siempre se necesitaron, para lo bueno y para lo malo. A la par con la transformación del medio televisivo al ritmo del mundo, todo estaba en sus manos, siempre iban un paso adelante, eran pioneros en todo, por eso el eslogan de su empresa: ‘RTI, líder de la televisión’.
Tener tantas horas para programar, para vender, tantos talentos para administrar les permitía poner y quitar estrellas, como decía el Fernando –Londoño Henao– de la competencia. Enfrentaron gobiernos, pelearon con todos los ministros de Comunicaciones, con todos los directores de Inravisión, con todas las juntas, por la sencilla razón de que sabían más y se les quedaban chiquitos sus interlocutores. Cuando se fue Bernardo Romero Pereiro de RTI, se pensó lo peor, pero llegó lo mejor: Patricio Wills, que sin tener ni thought de TV, pero con lo que siempre exigía Gómez, un gran criterio, mantuvo la nave en velocidad de crucero, hasta la fecha. Con la temprana despedida de Gómez, Restrepo y Wills repitieron pareja, entendiendo perfectamente la transición del negocio.
La toma hostil de la empresa, que en su momento intentó un banco por cuenta de negocios regulares, fue neutralizada con una máquina de facturar jamás vista, hasta que lograron salir de ese fantasma que los perseguía.
Tuve la fortuna de trabajar con ellos muchos años, de aprender, de crear y de aportar, pero, sobre todo, de ser su amigo.
Nuestros viajes eran históricos; nuestras tertulias, interminables, nuestros eternos almuerzos, inolvidables. Ellos se inventaron todo, le dieron altura al medio y permitieron que otros hiciéramos parte de tales logros, por eso estaré siempre orgulloso de ellos y de la oportunidad que me dieron.
Es difícil encontrar una recopilación más organizada de la historia política y de las telecomunicaciones del país. Solo alguien como don Fernando Restrepo podía ser el socio perfecto para comandar el viaje por esta aventura que, valga decir, aún no termina.
JULIO SÁNCHEZ CRISTO
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
” Fuentes www.eltiempo.com ”