En el siglo XVII, cuando no se habían inventado las revistas de moda e web period algo inimaginable, existían unas muñecas llamadas Pandora que recorrían Europa vestidas con sus mejores galas, con el fin de dar a conocer las tendencias palaciegas del momento. No se escatimaba en detalles ricos y delicados, y alcanzaron tal éxito que ninguna noble dama quería prescindir de tener en posesión uno de estos pequeños maniquíes. Dando un salto generacional y situando nuestro foco de atención en Bilbao, encontramos a otra muñeca, más estilizada pero igual de viajera, cuya misión también es recorrer el mundo mostrando las últimas tendencias a escala miniatura. Se llama Sindy y nació en Inglaterra en 1963, aunque fue «rescatada» por el bilbaíno Gabriel Azkoitia en un mercadillo de Barcelona allá por los años 80′. Desde entonces, se hicieron inseparables. «Period la típica muñeca que quería cuando period muy pequeño y nunca me compraron. Se me quedó esa espinita, pero años después la encontré. Saqué a ese niño que llevaba dentro. Empecé a vestirla y me la llevaba de viaje», confiesa.
Se convirtió en su entretenimiento más private, pero, a petición fashionable, comenzó a compartir sus aventuras en su propio perfil de Instagram. «¡Tiene más seguidores que yo!», asegura. En sus fotografías se aprecia una puesta en escena tan cuidada y un fondo de armario tan selecto que nada tiene que envidiar al perfil de cualquier reconocida ‘influencer’ de carne y hueso. «Me hacía mucha gracia recrear con Sindy el estereotipo de esas personas que se van de viaje y se retratan o hacen ‘selfies’ en sitios bonitos», nos cuenta. Su última parada antes de la pandemia fue Marrakech, pero esta muñeca de aspecto aniñado y rasgos dulces también ha posado en lugares tan emblemáticos como el Templo del Loto de Nueva Delhi, el Partenón de Atenas o la berlinesa Puerta de Brandeburgo. «Me la llevo a todos los sitios. Me cuesta más hacer su maleta que la mía», bromea Azkoitia.
Este bilbaíno ya había vestido a mujeres de todo tipo, desde modelos para campañas hasta clientas particulares, por lo que retomar el arte de coser para esta nueva compañera que no levantaba más de un palmo del suelo no le resultó complicado. Tampoco lo fue recrear escenarios reales en miniatura con una minuciosidad digna de admiración. «Disfruto muchísimo, la afición no tiene precio». Y es que todo lo que Azkoitia ha logrado a lo largo de su trayectoria profesional se ve fielmente reflejado en este curioso pasatiempo.
Desde muy joven, Bilbao se le quedó pequeño y expandió sus horizontes entre Madrid y Barcelona, aunque fue la Ciudad Condal quien le atrapó con sus encantos cosmopolitas durante más de 20 años. De naturaleza inquieta y curiosa, fue seducido por distintas disciplinas creativas a lo largo de estas dos décadas. Comenzó en su tierra natal haciendo sus primeros pinitos como diseñador, y entretanto tocó palos como la danza o la decoración. Ya en Barcelona estudió escenografía y se especializó en vestuario para cine, televisión, espectáculos y ópera, lo que le permitió tener su primer contrato con la famosísima casa Peris Costumes. Gracias a una de esas carambolas que brinda el destino, tuvo la oportunidad de ejercer como estilista de moda y aprender de grandes tótems del diseño como Purificación García.
Un amigo le invitó a dar unas charlas en Felicidad Duce y eso le ayudó a despertar su gusanillo por la docencia. «Descubrí que me encantaba enseñar». La rueda siguió girando y continuó en esta dirección hasta que un repunte nostálgico le devolvió a su vida en Bilbao. Ahora se dedica a motivar, enseñar y moldear al futuro de la moda de nuestro país, impartiendo clase en la UPV, Javier Barroeta o INEDI. Intenta, desde su amplísima experiencia private, despertar la mente y pulir el talento de cada uno de sus alumnos. Y de esto ya hace 10 años. Entre clase y clase, se dedica a renovar el fondo de armario de su numerosa colección de muñecas. «Fue empezar y no parar. Ahora tengo unas 20 y todas tienen su propia personalidad», apunta.
Unas elegantes, otras alternativas, otras más juveniles y algunas «un poco pijas», como opinan las amigas de Gabriel. Sus muñecas no tienen códigos concretos, ni registros puntuales, Sindy siempre ha ido por libre. «Su pelo es característico de los 70, pero a veces las moldeo un poco. Depende de la foto y la localización les doy un aire u otro», explica. Como buen defensor de la moda de calidad, Azkoitia intenta confeccionar él mismo cada detalle de sus estilismos antes de lanzarse comprar en ese universo paralelo de ropa de muñecas que ha descubierto en plataformas como Etsy. Los muebles, las vajillas o los libros de sus casitas en miniatura también están moldeados por las manos prodigiosas de este polifacético bilbaíno.
El poder curativo de las muñecas en la moda
La moda llevada a su mínima expresión es una forma de hacer arte que, por increíble que parezca, ha sido el salvavidas del sector en tiempos de dificultades. El ejemplo más reciente es el desfile de muñecas que Jeremy Scott creó para Moschino en plena pandemia, cuando la industria se tuvo que reinventar para sacar adelante sus colecciones en medio del caos. Sus propuestas primavera-verano 2021 resultaron ser réplicas exactas de la colección actual a escala minúscula, defendidas por marionetas que desfilaban y aplaudían ante la atenta mirada de Hamish Bowles o la mismísima Anna Wintour, que también se convirtieron en títeres por un día. A finales de la II Guerra Mundial y cuando las grandes casas de moda sobrevivían casi con respiración asistida, se idearon los llamados ‘Teatros de la Moda’ con el único fin de no dejar morir la Alta Costura parisina en manos de la dictadura alemana. Para ello, los mejores ‘couturiers’ y artistas de la época recrearon muñecas, vestidos y escenarios a escala para hacer prevalecer la magia y los sueños de la moda en un mundo que se había fundido a negro.
Para Gabriel Azkoitia, dar vida a sus muñecas también es algo sanador, sobre todo «en esos momentos en los que uno no sabe a qué agarrarse». «Tener un pastime es terapéutico», repite como un mantra. En tiempos de restricciones no ha podido viajar con sus muñecas fuera de Bizkaia, pero sí que han tenido la oportunidad de convertir Bilbao en el mejor telón de fondo de sus escenografías. Mientras no se levante el veto, seguirá mostrando con Sindy todos los rincones de su ciudad para sacar una sonrisa a los miles de adeptos que siguen sus pasos desde distintos puntos del mundo. Porque no solo es una terapia para él, sino para todos los que valoran su trabajo. Y esto es solo un ejemplo más de la resiliencia de la moda y su capacidad innata para crecerse ante la adversidad.
” Fuentes www.elcorreo.com ”