Entre suvenires y memorias: La tarjeta postal y su rol en la cultura viajera de España
En un viaje al corazón del siglo XX, descubrimos un elemento que, aunque pequeño, jugó un papel monumental en la forma en que los españoles soñaban y se embarcaban en la aventura del turismo: la tarjeta postal. Este pedazo de papel, con su imagen en una cara y un espacio para el mensaje en la otra, se convirtió no solo en un medio de comunicación, sino también en una ventana a destinos remotos y exóticos, dando vida a deseos hasta entonces adormecidos de conocer el mundo.
La España del desarrollismo, aquella de los años 60 y 70, vio un cambio sin precedentes en su estructura económica, social y cultural. El país se abría gradualmente hacia el exterior, y con él, los españoles comenzaban a vislumbrar posibilidades antes inimaginables. En este contexto, la tarjeta postal emergió como el souvenir por excelencia, encapsulando no solo momentos y paisajes, sino también evocando la imaginación de aquellos sedientos por descubrir.
Eran más que meros pedazos de cartulina; eran lienzos en miniatura donde se plasmaban las maravillas de otras ciudades y países. Desde las playas cristalinas del Mediterráneo hasta los monumentales edificios de París, pasando por la vibrante vida de ciudades americanas, cada postal era un llamado a la aventura. Lo emocionante de estas postales no residía únicamente en las imágenes que presentaban, sino también en la posibilidad real de estar allí, de transformar el sueño en un plan de viaje.
Curiosamente, la función de la postal no se limitaba a ser un mero recuerdo o un instrumento de comunicación entre viajeros y familiares. Actuaba, más bien, como un agente motivador, un disparador de ilusiones y un facilitador de escapadas. Era común que se coleccionaran, intercambiaran y exhibieran en los hogares como trofeos de lugares visitados o como inspiración para futuras escapadas. Esta práctica cultivó una cultura de viaje, alimentando la industria turística y contribuyendo a la democratización del turismo en el país.
La tarjeta postal, en su época dorada, enseñó a la sociedad española a soñar en grande, a desear con fuerza la experiencia de lo desconocido. Fomentó un tipo de turismo que buscaba la belleza y la novedad, impulsando a muchos a salir de la comodidad de lo conocido para sumergirse en la riqueza cultural que el mundo ofrece.
Aunque hoy en día la digitalización ha transformado la manera en que compartimos nuestras experiencias de viaje, la esencia detrás de la tarjeta postal persiste. Nos recuerda la importancia de explorar, de absorber cultura, historia y naturaleza. En un mundo dominado por lo efímero y lo digital, las postales del pasado nos invitan a valorar lo tangible y a perseguir esos sueños que nacen al ver una simple imagen de un lugar lejano.
En retrospectiva, la tarjeta postal se consagra como un símbolo de una época; un testimonió palpable del nacimiento de una pasión colectiva por viajar. Nos insta a continuar explorando, aprender y, sobre todo, a no dejar de soñar con nuestro próximo destino. Así, la próxima vez que sostengas una tarjeta postal, recuerda que en tus manos tienes más que una imagen, tienes una invitación a vivir y a descubrir el mundo en su inmensa maravilla.
” Sources elpais.com ”
” Fuentes elpais.com ”