Lorena y Pablo son dos zamoranos de 32 y 36 años que llevan juntos nada más y nada menos que 8 años. Actualmente Lorena disfruta de una Honda CBR 600 F4i junto a la Kawasaki Z 900 E de Pablo. Ambos son amantes de las motos desde esa época en la que no había que preocuparse por si se daban con la cabeza contra el pico de alguna mesa, porque todavía no llegaban a ella. “Yo ya tengo fotos con 2 años en moto, mi tío es un apasionado de las motos y mi madre es motera, con 14 años ya tenía mi scooter, luego han pasado varias motos, no hay un momento que pueda llamar de inicio, siempre han estado ahí”, nos cuenta Lorena. Por su parte, Pablo también tiene fotos de bien pequeño en la Ducati 175TS de su abuelo “era un motero sin moto, pero las llevaba en el corazón. A los pocos años de empezar con Lorena me saqué el carnet y me compré mi preciosa Z”.
De entre todas sus aventuras y anécdotas viajando juntos en moto, la gasolina siempre está presente: “Nuestro mayor handicap es la gasolina. “Me llega de sobra” y la reserva se enciende donde no hay gasolineras. Empiezan a bajar las rayas, se comienza a mascar la tragedia, vas optimizando recursos temiéndote lo peor… Ya estás pensando en el número de la grúa y la multa por quedarte sin combustible pero, al final, en el último momento, aparece una gasolinera. Alguna vez incluso hemos tenido que frenar haciendo casi invertido porque ves la gasolinera cuando estás casi pasando la salida. Somos un desastre, pero también es emocionante. Ah! Nos ha pasado a ambos, no es cosa de uno solo”.
Ambos tienen claro que viajar en pareja tiene también sus inconvenientes, pero sin duda se quedan siempre con lo bueno: “Lo mejor de viajar en pareja es que vas siempre con tu escudero, siempre tienes con quien salir de ruta, sabes que va a estar ahí. Lo peor, que a veces se te pone el corazón en la garganta porque no deja de ser una persona a la que quieres mucho y que hay demasiada confianza y alguna discusión o bronca cae”.
Y para ambos, que las motos son más que una afición, el hecho de poder compartirla les une muchísimo: “Es lo más grande. Es una forma de vida y poder compartir esos momentos con la persona que quieres lo hace realmente especial. Se crean unos vínculos especiales, es tu compañero de vida y, en todos los sentidos, tu compañero de viaje. Como dicen en cierta película “si tu saltas, yo salto”.
Antes de despedirnos, Lorena y Pablo no querían irse sin dar un pequeño consejo para esos futuros pilotos que, como todos, empiezan siendo grandes acompañantes: “Cuando vas de paquete es muy importante dejarte llevar, acompañar los movimientos del piloto y confiar al 110%”.
¿Algo más que añadir, chicos? “Hay que vivirlo, es super especial, incluso lo peor (lluvias, que te pierdas, etc) luego se convierten en muy buenos recuerdos. Es una conexión diferente. Love on wheels”.
Marta y Alberto: No hay moto mala para disfrutar con paquete
Alberto y Marta son un madrileño y una asturiana de 32 y 33 años que llevan casi media vida juntos. Tras pasar algunos años con una Honda CB650R y una Honda CB500X, actualmente disfrutan de una Ducati Multistrada 950. La pasión de Alberto por el mundillo le llegó con 14 años, cuando probó su primera moto de 50 cc mientras que Marta se inició gracias a él: “Con Alberto descubrí lo que es el mundo de la moto, todo lo que mueve alrededor y la gran familia que somos”.
De entre todas las aventuras que han vivido juntos, recuerdan con especial cariño su primer viaje: “Íbamos con una naked a Asturias y llegar a casa tras más de 9 horas de carreteras secundarias y más de 600 km… Fue toda una experiencia”. Tras muchos viajes como el primero, ambos tienen claro qué es lo mejor y lo peor de viajar en pareja: “Lo mejor es que siempre tienes a alguien con quien hablar o con quien compartir las vistas. Y yo no diría que hay algo peor, lo único que dependiendo de la moto se hace más o menos incómodo llevar paquete”.
Y como Marta, en este caso, siempre viaja con Alberto de paquete, ha querido destacar las cualidades que debe tener un acompañante sobre la moto: “Confiar en la persona que está llevando la moto lo primero de todo, y lo segundo dejarte llevar, nada de tensiones ni miedos ni movimientos bruscos. El paquete tiene que disfrutar, si el piloto tumba, hazlo tú con él. Y agárrate bien que nunca sabes cuándo vais a pasar sobre un bache o él va a dar un acelerón”.
Para ellos, compartir esta afición en pareja tiene mucho significado: “Saber que los dos estamos disfrutando y no tener las limitaciones de que la pareja no quiera montar en moto. No hay moto mala para disfrutar con paquete, solo hay que ser consciente de las limitaciones de cada uno”.
Raquel y Javi: Viajar en moto engrandece el alma
Raquel y Javi son dos madrileños de 34 y 28 años de edad unidos por dos Hondas CBR 650 R y una KTM Duke 390. Su pasión por las dos ruedas les viene de familia. En el caso de Raquel, su padre siempre había tenido moto y ella creció prácticamente encima de una. Aún recuerda cuando siendo muy, muy chiquita su padre ya la subía dentro de una finca acquainted en su Yamaha FZR: “Me llevaba 400 metros (hasta la puerta) y para mí era una experiencia increíble. Cuando me bajaba de la moto siempre le decía a mis padres “Papá, mamá, cuando sea mayor yo también tendré una como esta”. Así que a los 24 años me armé de valor y me saqué el carnet. Y digo me armé de valor porque, aunque de esto solo han pasado 10 años, entonces no era tan normal ver a una chica montando en moto gorda“. A Raquel le emocionaba tanto ir sobre una moto que eso de que la llevaran de paquete no la acaba de convencer, ella quería tener sus propias sensaciones sobre la moto y además cuando ella quisiera, no cuando alguien decidiera llevarla así que fue directa a por su Ducati Monster 620 IE Sport. “Me dijeron que no era la mejor moto para aprender pero que si aprendía a llevar ese hierro, me atrevería con cualquier cosa. Y después vino la CBR y al año siguiente amplié la familia con la KTM.”
Por su parte, Javi siempre había sido un fanático de las coches y aunque las motos le gustaban reconoce que le daban miedo: “Llegó ese momento en el que dije ¿Y por qué no? Empecé a buscar una moto de 125 con marchas y finalmente me compré una Yamaha YZF R125. Me empezó a gustar tanto el mundo de la moto que decidí subir un escalón más y sacarme el A2 para comprarme la CBR”.
Raquel y Javi han vivido juntos mil aventuras sobre sus motos y hay varias que recuerdan con un cariño especial: “La más desastrosa fue el verano pasado cuando iniciamos nuestro viaje hacia el Norte de España. Después de estar toda la mañana preparando las motos, que si las alforjas por aquí, una cincha por allá , cuidado con el tubo de escape, a ver si voy a perder una maleta… Estuvimos 3 horas de nada preparando las motos y no llevábamos ni 130 km (que ni a Burgos habíamos llegado) cuando la CBR de Javi se paró en plena autovía en una cuesta arriba. Javi Me decía por el intercom “que la moto no va, que no anda”, y yo “pero qué dices… Estás de coña ¿no?” Pero no, no period broma. Tuvimos que parar en una vía de servicio y mientras Javi estaba preocupado mirando la moto para ver qué le podía pasar, yo me dediqué a hacerle fotos a mi moto.” Pero no todo son desastres viajando en pareja, ni mucho menos, también hay grandes momentos: “La más mágica y especial fue la de subir a los Lagos de Covadonga. Estaba amaneciendo, porque tienes que subir antes de las 8 que es cuando se cierra el acceso a particulares, e ir subiendo solos, dando curvas y viendo amanecer mientras íbamos comentando la escena por el intercom, en ese paraje… Fue muy especial. De repente, al dar una curva que se ensanchaba, toda la curva estaba llena de cabras tumbadas. Otra anécdota muy divertida fue de un día que nos alojamos en un hotel en medio del campo. A la que nos marchábamos teníamos que atravesar prados llenos de vacas. Las empecé a ver tan cerca que pegué un acelerón para salir cuanto antes de ahí. Pero el ruido las puso nerviosas y os podéis imaginar la gracia que le hizo a Javi, que era quien iba detrás, cuando empezaron a revolotear las vacas”.
Como podéis comprobar, cuando viajas en pareja todo son anécdotas. Pero siempre hay cosas buenas y cosas no tan buenas: “Lo mejor es la compañía. El poder disfrutar en pareja de todas las experiencias que te brinda viajar en moto (que no son pocas) es maravilloso. Además, nos permite solucionar juntos los posibles problemas que nos van surgiendo, porque evidentemente viajar en moto tiene sus dificultades (equipaje, cansancio, condiciones climatológicas…) Y lo peor es tener que planificar teniendo en cuenta las necesidades de la otra persona. Pero en verdad esto es el inconveniente de viajar en compañía, no solo en pareja, con amigos al final pasa lo mismo”.
Y llegados a este punto, Raquel y Javi se han terminado de abrir, contándonos qué significa para ellos compartir esta afición: “Unir amor y pasión para nosotros es una suerte. Al final cada miembro de la pareja tiene sus propias responsabilidades y poder aprovechar juntos el tiempo de ocio… Aunque a veces incluso montes en moto por separado, cada uno con sus amigos, como entiendes lo que se disfruta, eres mucho más comprensivo y lo respetas más. Quizás a alguien que no le gustan las motos puede que no entienda que todos los fines de semana queramos salir a rodar (sobre todo si hace buen tiempo).”
¿Algo más que añadir, chicos? “Si ya el simple hecho de viajar es una fuente inagotable de experiencias, autodescubrimiento y reflexión, viajar en moto engrandece el alma. Cuando tengas un mal día recuerda ese último viaje en moto que hiciste y automáticamente se dibujará una sonrisa en la cara”.
Claudia y Víctor: Cada viaje es diferente al anterior
Claudia y Víctor son dos asturianos de 24 y 31 años que comparten su pasión por las motos. Orgullosos dueños de una Kawasaki Z650 y de una Triumph Road Triple, ambos aprovechan cualquier rayito de sol asturiano para disfrutar juntos de interminables curvas con sus motos. Víctor se inició en el mundillo siendo bien joven, pero estaba más enfocado en el Off Highway, hasta que apareció Claudia. A ella, su pasión le llegó unos años más tarde: “tenía más miedo que otra cosa, hasta que con el apoyo de Víctor me decidí a sacar el A2 para comprarme la moto y a él no le quedó otra opción que comprarse una moto si quería acompañarme”.
Y no son pocas las aventuras que han vivido juntos desde que tienen a sus niñas en el garaje: “Siempre que salimos nos divertimos. Ya sabes que las carreteras de Asturias no dan tregua para aburrirse… La aventura más llamativa que yo recuerde fue al volver de una concentración, que perdí la matrícula de la moto y aún me quedaban unos 100 km para llegar a casa… Por el contrario, la más desastrosa o peor, fue un día del invierno pasado que salimos con las motos y hacía muchísimo frío… Pensé que se me habían congelado las manos y tuvimos que parar y suspender nuestra ruta”.
Y tras tantos momentos sobre ruedas, tienen clarísimo qué es lo mejor y lo peor de viajar en pareja: “En mi caso, lo mejor de viajar en pareja es que llevo delante a alguien con más experiencia (yo soy novatilla), que me va avisando de cómo está la carretera, si hay algo con lo que deba de tener cuidado… Además, si le pasa algo a la moto, llevar a un “mecánico” contigo nunca está de más. Lo peor de viajar en pareja, aunque no es malo, puede ser que tengas que ir pendiente de tu compañero/a, negociar un ritmo de viaje, negociar paradas… and so on. ¡Hay que tener paciencia!”
Claudia y Víctor no se querían despedir sin añadir algo: “Compartir tu mayor afición con la persona que más quieres supone una forma más de crecer como pareja, una forma de hacer vida en común y disfrutando de algo que nos gusta a los dos. Cada viaje en moto en pareja es totalmente diferente al anterior, puedes tener días mejores y días peores, más paciencia o menos, pero yo prefiero ir siempre con mi pareja. Soy una motera dependiente…”
Cristina y Carlos: Compartir esta afición es una gran suerte
Cristina es una manchega de 33 años y Carlos un catalán y vallisoletano de adopción de 35 años a los que les unió, hace años ya, su pasión por las motos. Actualmente disfrutan de una Yamaha R6 y una BMW C400X. A Carlos, la afición por las motos le viene desde muy pequeño porque siempre hubo motos en su casa: “siempre he estado rodeado de motores y gasolina. Cuando tuve edad, comencé con un vespino GL, para después pasar a la Fantic Caballero 80. Más tarde, vino la Honda CBR 600F con la que tuve más de un susto, hasta que llegó a casa la R6 o también llamada “Mi Morena”. Pero la historia continuará…” Cristina, por su parte, también compartía esa afición desde muy temprana edad: “A mi padre le encantaban y él fue el encargado de transmitírmelo. De hecho, mi primer sustito con la moto fue a los 2 años. Durante mi infancia y adolescencia, me conformaba con ver las carreras de motos por la tele además de montar y desmontar vespinos junto a mis amigos/as. Más tarde seguí rodeada de motos y conseguí una YAMAHA TZR 50cc, a pesar de mi madre, a la que le daban muchísimo miedo las motos”.
Cristina, cuyo sueño casi cumplido es sacarse el A2 y pilotar su propia moto, es la fiel compañera de Carlos a la hora de recorrer España en su R6. Entre sus aventuras, recuerdan con muchísimo cariño la primera de ellas: “La más bonita y divertida fue la primera vez que bajamos desde Valladolid a Jerez en moto. Por entonces, solo llevábamos 2 meses de relación y fue como una prueba de fuego para ambos. La verdad que siempre lo recordamos con muchísimo cariño ya que pasamos 4 días fabulosos, rodeados de motos y oliendo a gasolina. Además, después de hacer 2000 kms juntos, nos dimos cuenta que nuestra historia podía llegar a algo más”.
Y tras tantísimos kilómetros a sus espaldas (y bajo su trasero), tienen muy claro qué es lo mejor y lo peor de viajar en pareja: “Lo mejor es que disfrutas compartiendo una afición, aumenta la confianza y complicidad con tu pareja. Cuando haces muchos kms juntos, aprendes a comunicarte no solo con palabras, sino que con un simple gesto ya sabes cómo debes colocarte, por ejemplo. Viajar juntos en moto es compartir vivencias, sensaciones y recuerdos que fortalecerán la relación”. Por su parte Carlos es muy consciente de la responsabilidad que implica llevar a su pareja detrás en todos los viajes: “Lo peor es pensar que si pasa algo, la vida de la otra persona está en tus manos.”
Y como experta “paquetera” Cristina tiene claro qué es lo más importante a la hora de ser compañero de aventuras: “El piloto no debe notar que lleva un paquete. Para ello, es importante seguir sus movimientos (no hacer movimientos bruscos), confiar en el conductor/a e ir muy relajado”.
Pero ante todo, el poder vivir juntos esta pasión, es algo que los une muchísimo: “Compartir esta afición concretamente, nos permite pasar tiempo juntos y hacer planes que nos gustan a los dos, por lo que los disfrutamos el doble. Además, da emoción a la pareja y fortalece la conexión entre ambos. No todo el mundo tiene la suerte de compartir esta afición con su pareja”.
Susana y Daniel: Desde que montamos juntos estamos más unidos que nunca
Daniel y Susana son dos madrileños de 25 y 24 años unidos por sus Kawasakis. Daniel tiene una Ninja ZX6R 636 de 2019 y Susana una Ninja 650 KRT de 2017. Al principio de su relación, a Susana le aterraban las motos: “¡Quién lo lo diría a día de hoy! Pero llegó el día en que nos fuimos de ruta los dos juntos, Daniel por aquel entonces tenía una Kawasaki ninja 250SL y yo le acompañaba de paquete. Me gustó tanto que al cabo de un tiempo me la regaló para que me sacara el carnet y cada uno fuéramos con nuestras motitos cual enamorados”.
De entre todas las aventuras que han pasado viajando juntos, recuerda especialmente una en la que tuvieron que modificar sus planes… “Creo que la mayor aventura que hemos hecho fue irnos hasta Galicia en moto, sin preparar ninguna ruta como tal, simplemente poner en Maps nuestro destino y excluir las autopistas. ¿Qué pasó? Nos llevó por el puerto de Guadarrama (todo muy bien) pero llegó un punto que íbamos atravesando pueblos desiertos sin ningún tipo de interés moteril, por lo que al cabo de 4 horas ya cansados, decidimos ir por la autopista. Cuando llegamos a nuestro destino, vimos que justo el tramo que nos quedaba eran las curvas. LAS CURVAS. Fue bastante fallido pero bueno, nos lo pasamos bien porque ya una vez estando en el norte todo eran carreteras chachis, pero la próxima vez nos preparamos todo al dedillo, sí.”
Susana y Daniel, tras todo este tiempo juntos, tienen claro qué es lo mejor y lo peor de viajar en pareja: “Lo bueno de viajar en pareja es que, como todos sabemos, ser motero implica esa necesidad irremediable de tener que salir y cuanto más, mejor en la moto. Pues si tu pareja comparte esa misma adicción y ella también te empuja a salir más. Es todo fantástico, porque siempre vas a tener a alguien con quién salir, y qué mejor que con tu pareja ahí atrás viéndola por el retrovisor. Sin embargo, también tiene sus cosas malas. En nuestro caso es que nos preocupamos mucho el uno del otro, cuando tienes algún sustillo y él te ha visto y viceversa, lo pasamos un poquillo mal.”
Aunque, como sabemos, Susana ya es piloto oficial de su Ninja, ha pasado mucho tiempo siendo paquete, por lo que sabe perfectamente la importancia de actuar bien, como acompañante, sobre una moto: “Con mi experiencia de paquete, ahora siendo conductora y llevando a gente de paquete, podemos decir ambos que es súper importante la confianza que tengáis los dos y saber ser uno en la moto, para ir ambos lo más cómodos posible y disfrutar. Cuando el paquete va nervioso, os lo va a transmitir y coger la moto tensos es una sensación muy mala”.
Y para terminar, no querían irse sin comentar con Moto1Pro lo que significa para ellos compartir esta gran afición: “Para los dos significa lo mismo: es TODO. Compartir una pasión tan bonita, las rutas, los circuitos, e ir aprendiendo el uno del otro, eso es precioso. Desde que montamos los dos juntos nos notamos mucho más unidos que nunca.”
Esther y Arturo: Viajar en pareja siempre es una aventura
No quería dejar pasar la oportunidad de poder contaros cómo vivo yo misma el hecho de viajar en pareja. Si algo me ha ofrecido este último número de la revista, es poder abrirme a vosotros. Arturo, mi pareja, es un asturiano al que le encantaban las motos desde bien pequeño. De adolescente comenzó con sus motos de 50 cc y, años después, se compró una Yamaha Fazer que dejó siniestra en un accidente en el cual, gracias a Dios, a él no le pasó nada. Desde entonces, no volvió a pensar en motos hasta que aparecí en su vida.
Durante nuestros primeros juntos años éramos moteros “de grada”. Íbamos a los circuitos, no nos perdíamos ninguna carrera, nos equipábamos con merchandising de arriba a abajo… Pero desde el día en el que me compré mi propia moto, todo eso cambió. No lo voy a contar para no repetirme, lo podéis ver en el artículo “Moto1Pro Enamora”, pero en ese momento me convertí en lo que denomino la “anti-novia”. Sí, porque fui yo la que, orgullosa dueña de mi Honda CB500F, le convencí para retomar esa gran afición. Un par de semanas después, ya había una Kawasaki Z750 en el garaje, a la que posteriormente le acompañaría también una Suzuki GSX750R. Ni cabe decir que desde ese momento el 90% de nuestros viajes han sido en moto.
Alcañiz, Jerez, Valencia, Asturias… Nos hemos recorrido España de arriba a abajo en moto. ¿Aventuras? Mil. Pero siempre recordaré un viaje subiendo a Asturias, la primera vez que equipaba mi moto con unas alforjas. A mitad de camino vi algo de coloration amarillo volando detrás de mí. No le presté atención. Media hora más tarde, decidimos parar a descansar. Al entrar en la gasolinera me di cuenta de que el freno trasero no actuaba. La moto no frenaba, resbalaba. Fui a ver qué ocurría cuando aprecié mi alforja derecha completamente quemada, con un agujero y restos de una sudadera amarilla (la que voló por la autovía) repartidos por todo el disco y pastillas de freno. Atención a la estampa: Agosto; sábado; 36 grados; cuatro de la tarde, perdidos por una vía de servicio de la A6… Conseguí llegar a un muy escondido taller de coches. El típico que lleva ahí toda la vida, en el que un amable señor me desmontó los frenos (previo pago de 20€) para poder quitar los restos de sudadera. Con un par de horas de retraso, llegamos a nuestro destino. Nunca más he vuelto a ponerle alforjas a la moto.
¿Y por qué os cuento todo esto? Porque viajar en pareja siempre es una aventura. Como contaban nuestros protagonistas de hoy, cuando no pierdes una matrícula, alteras a veinte vacas; cuando llevas horas atravesando desiertos, aparecen las curvas como si fueran un oasis, y ya os hablaré algún día de la last de la Champions que vimos desde el móvil a las afueras del Rancho de Valentino Rossi en Tavullia durante una espera de 9 horas… Pero lo mejor de todo es que las motos nos unen. Si una parte de la pareja es feliz con una moto, imagínate las sonrisas que hay cuando esa pasión es compartida. La complicidad que se crea con tu pareja es algo que nunca llegarán a entender aquellos que no comparten esta pasión.
Por eso quiero enviarte un mensaje. A ti, que eres la pareja de un motero o una motera con la que no compartes afición porque las motos “nunca han sido tu rollo”. Es respetable, pero pruébalo; inténtalo. Súbete en la parte trasera de la moto de tu pareja y disfruta de recorrer carreteras secundarias, terminando a la hora de comer en un restaurante de un pueblo perdido por la sierra. Te aseguro que, cuando regreses a casa, te darás cuenta de que siempre ha sido tu rollo. El problema period que no habías encontrado a la persona adecuada para darte a ti mismo esa oportunidad. A partir de ese momento, disfrutarás de este maravilloso mundo. De nada.
” Fuentes www.moto1pro.com ”