Vito representa el sueño americano pero llevado a cabo en Cádiz, un empresario de barrio, hecho a sí mismo, en definitiva, un emprendedor de los de toda la vida y no de los que montan ‘sturtup’ como el que hace churros. Prudente, humilde, decidido y valiente. Con esas cartas y la necesaria rectitud para trabajar y el humor para vivir, este gaditano de Santa María ha conseguido levantar de la nada Mundo Ventana, un negocio ya enraizado en la sociedad gaditana y que tiene su sede en la principal arteria de la ciudad.
Amigo de sus amigos, gran hijo y mejor padre, Víctor Zarza Holgado (Cádiz, 1978) tiene historias tanto para pasarse la tarde riendo como aprendiendo. Aprender de lo que es confiar en un sueño y reírse, reírse hasta de uno mismo, que por ahí se empieza a tomar a broma una vida que él se bebe a borbotones. Disfrutón y currante por igual, este mago de las ventanas no podría entender la vida sin su familia, esa misma que desde hace no mucho anda coja por la marcha de la madre. Pero los Zarza, empezando por su padre, parecen estar hechos de otra pasta y allí donde quiere habitar la pena ellos contratacan con alegría.
Dos décadas al pie del cañón en donde no han faltado avatares de todos los colores. Priman los buenos, claro que sí, esos que rentabilizan todos esos marrones que se comió junto a su querido primo a finales del siglo XX en lo alto de una furgoneta mientras simulaban ser los Tango y Cash de las ventanas cuando en realidad no eran más que dos curritos con mucha moral y muy poca vergüenza. Fue a fuerza de tesón, de caerse y levantarse, de aprender de los errores y de muchas horas al sol de una obra o al calor de la lampara de una oficina, como Víctor ha logrado hacer de su marca una de las referencias del sector en toda la provincia y, por qué no decirlo, del país.
-Gaditano del …
-78.
-Un año más alto que yo, que diga.
-(Interrumpe) Más alto que tú no es difícil (jajajaja).
-Jajajajaja ¡Bien empezamos! Pero en realidad de eso va la primera pregunta, de cuándo era pequeño. ¿Dónde hay que irse para recordar su niñez?
-Mi infancia fue en el barrio Santa María, donde mis padres están arraigados en la calle Sopranis. Crezco.
-(Interrumpo) Poco.
-Jajaja Y me lo dice el periodista. Si es que.
-Jajajaja. Venga, en serio ya. Siga.
-Decía que crezco en Santa María cuando el barrio está en su punto álgido.
-¿De mal?
-No, no, para nada. Digo de vida. Los días eran espectaculares; los balcones tendidos, el que vendía pescado por la calle, los bares con mucha gente, el muelle trayendo riqueza al barrio. Aunque es verdad que por la noche todo eso se transformaba en delincuencia. Recuerdo el Charlot, el Disparo, el Batalla, que eran bares nocturnos chungos, pero a la vez los sábados por la mañana florecía alegría. El barrio tenía mucha, mucha vida durante el día. También estaban los loquitos, como el Cuco, uno que venía por allí liándola.
-¡Hombre, el Cuco! Ese le dio por enseñar la pilila por la calles a las menores; que iba siempre gritando por la calle y se la liaba a los conductores de los autobuses de línea.
-Ese, ese. Había de todo en el barrio; estaba el kiosco de la Pepa, en Teniente Andújar, donde le íbamos a comprar petardos. También me acuerdo de mi abuela comprando vino en garrafas en Rafael.
-O sea, que dentro de los problemas que hubo con la droga no se vivía mal. Es curioso que todos con los que hablo que han crecido en esos tiempos oscuros de Santa María lo recuerdan con mucho cariño.
-A ver, es que eso de la droga no era el barrio en sí, era en el casco antiguo entero. Había mucha droga.
-Es verdad que a ciertas horas entrar en cualquier casapuerta de Cádiz se podía encontrar uno con drogadictos pichándose.
-Hablando de casapuertas y de Cádiz, mira, cuando yo empiezo a dejar de estudiar y empiezo a trabajar hay una empresa que me dice que me vaya a vender almanaques por las casapuertas; era un nota que abusó económicamente de mí, que me explotaba, vamos. Total, que con 17 años o así me mandó a patearme todo el Campo del Sur, la Viña y alrededores vendiendo almanaques por las casapuertas. Yo era un pibe y en un día, qué sé yo, hice unas mil pesetas, que no estaba nada mal. De hecho, era una prueba que me hicieron en mi primer día y ese día fui la estrella. Al día siguiente me mandaron a Valdelagrana y… portazos en la cara, desprecios, malos modos, ‘niño no molestes’. Cero pesetas. ¿A qué me vengo a referir con esto? Pues que el Cádiz antiguo, aquel Cádiz antiguo, era la esencia de la persona, del gaditano. Es que estamos hablando que me compraba una mujer que apenas tenía dinero para dar de comer a su familia, pero al ver a un chiquillo en su puerta vendiendo almanaques lo sacaba de donde no había con tal de que yo vendiera y me ganase el pan. Esa humanidad, tremenda, la noté ese día y en cambio ibas a Valdelagrana a chalets y demás y esa esencia ni se respiraba. Y eso tengo que decir que con los años se ha perdido en el barrio. Porque mi barrio era la esencia; yo he sido de mi barrio toda la vida, de su gente, que me enamora. Me enamora la vida de una maría en un balcón, un vendedor por calle, el ruido de la calle, de los niños jugando a la pelota, pero todo eso se ha perdido.
-¿Le siguen quedando amigos del barrio?
-Pocos, la verdad. Tengo al Lolo, Manuel González ‘el cateto’, que hoy en día es compañero mío en el trabajo. Y poco más.
-Ya me huelo que en los estudios iba la cosa ‘regulá na má’. ¿Dónde fueron?
-No te creas. Yo estudié la EGB en La Mirandilla, que la saqué bien. Aunque después me acuerdo que fui la primera generación titulada con la ESO. Yo no tenía ni puñetera idea de qué quería hacer y me metí en la FP porque tenía, bueno, tenía y tendré toda mi vida un amigo que estaba en Varcarcel. Y me dijo: ‘Métete en madera, canijo’, que es donde él estaba. Nos metimos en madera y ese verano [se ríe al recordarlo] él tenía que aprobar unos exámenes para poder optar a llegar a 3º de FP.
-¿Cuántos años era la FP?
-Antes, que yo sepa, era 1º y 2º, que era Primero de FP, y después estaba 3º, 4º y 5º, que era Segundo de FP. Entonces a este amigo le quedaba un examen de Primero de FP, de Lengua. Y estamos en la playa Los Corrales y me dice ‘Canijo, ¿tú vas a hacer el examen por mí?’
-Jajajajajajajajajajajajaja Ya estaba ‘jodío’ el amigo, ¿no?
-Jajajajajajajaja Me decía que pusiera las h, las b y las v donde correspondiese en el dictado. ‘¡Y escríbete un poema!’, me pidió.
-Jajajajajajajajajajajajaja
-Le pregunto en serio que si me presento por él y me dice que no había problema alguno porque él no había ido en todo el año a clase. Que no lo conocían, vamos.
-¿Pero estaban en la misma clase?
-No, no. Yo estaba en otro colegio. Me presenté respondiendo a su nombre, aprobé y pasó de curso.
-Bueno, sigamos. Se mete en FP de madera, la acaba y…
-No, yo no acabé la FP. Nunca. Me metí a trabajar en las ventanas.
-¿Por qué decide eso?
-Porque el marido de mi prima me dice que me meta a trabajar en una empresa de ventanas en Jerez.
-¿Le gustaba ese sector o durante esos años en la FP pensó dedicarse a otro? En otras palabras, ¿cuándo le preguntaban de pequeño qué quería ser de mayor que solía contestar? Por ejemplo, yo decía torero… hasta que vi una vaca y me hice pipí.
-Mis padres nunca me preguntaron nada de eso, pero si tengo que darte una respuesta sería que lo que soy hoy porque eso es innato a una cosa que tengo y que me pasó cuando me voy a trabajar por primera vez a una obra a Jerez. Yo tenía 18 años y allí estaba yo a las ocho de la mañana en una calle.
-Para trabajar de sol a sol.
-Sí. Mira, lo que llaman la avenida del Colesterol en Jerez eso era todo arena, un descampado con casas sin adosar. Total, que llego allí, voy a un taller, me monto en un coche, me llevan a un sitio y me dicen: ‘De esta casa tienes que sacar tantas ventanas para repartir’. O sea, yo era como un ‘lemming’.
-¿Qué es un lemming?
-Eso es, que te dan una orden y tú la haces. ¿No has jugado a los ‘lemmings’?
-No, no, pero ya me lo voy imaginando. Jajajajaja
-Los ‘lemmings’ son un muñeco que tú lo pones a andar, le pones una bomba en el coco y le dices que explote y el tío se explota.
-Jajajajajajajajajajajaja
-Pues ese ‘lemming’ abre una zanja y gracias a esa zanja los demás ‘lemmings’ entran por un boquete y llegan a un sitio. Es un subproducto.
-¿Y ese primer ‘lemming’ era usted?
-Ahí, ahí. Yo me sentía un ‘lemming’ hasta que de repente veo a unos notas llegar a las doce de la mañana, coger unas ventanas y moverse por allí a su bola.
-(Interrumpo) En ese momento, usted no sabía apenas nada de ventanas ni del sector ni nada.
-Claro, claro. Yo estaba estudiando por estudiar.
-Ok, ok. Siga, siga, perdona que le he cortado.
-Llegan unos notas, cogen las ventanas y le digo a mi encargado. ‘-Quillo, ¿esta gente quiénes son? -Esa gente son autónomos. -¿Y eso qué es lo que es? -Eso es alguien que cobra una cantidad de dinero por tal’. Yo escuchaba callado flipando y le digo. ‘Yo quiero ser autónomo. Vamos, ¡que voy a ser autónomo!’
-Porque usted fue a esa obra como empleado puro y duro.
-De asalariado, sí. Por supuesto, no voy a despreciar a los empresarios porque yo soy empresario y se pagan muchas, muchas cosas. Pero ese hombre cobraba 1.350 pesetas por montar una ventana; si montaba diez pues 13.500. Y yo lo que cobraba allí eran 22.000 pesetas al mes. Y sin asegurar.
-Vamos, que se le encendió la lucecita aquella mañana.
-Claaaaaro. Me hice autónomo por convicción.
-¿Con qué edad?
-Con 19 años, en el 98. Eso era todo un reto porque abandonaba el colegio y me la jugaba todo por el todo.
-¿Cuándo crea Mundo Ventana?
-En 2002.
-Y esos cuatro años desde que se hace autónomo a que abre la tienda qué hace.
-Pues trabajo codo con codo con mi primo José, al que le estaré eternamente agradecido.
-¿Por qué?
-Porque le debo todo lo que soy. Él estuvo desde el primer momento a mi lado. Me apoyó desde el principio y creyó en mí. Cuando empezamos éramos dos jóvenes aventureros que íbamos por el mundo aprendiendo de todo porque no sabíamos de nada. Los inicios fueron duros pero con él al lado se llevaron mucho mejor. Me acuerdo que en nuestros inicios decíamos a todo el mundo que sabíamos tela del sector cuando no teníamos ni puta idea. Y fue de nuestros errores, que los pagamos, como fuimos aprendiendo. Nos hicimos a nosotros mismos. No sabíamos de nada de ventanas, pero aprovechamos el boom de la construcción para tirar hacia delante. Y claro, a todo el mundo decíamos ‘sí, sí, nosotros somos muy buenos, los mejores’ y no teníamos ni papa. Y así fue, a base de errores, como fuimos aprendiendo.
-¿Y cómo fueron creciendo?
-Lo que hacíamos era subcontratar mano de obra e íbamos montando ventanas por muchos sitios de España (Gibraltar, Madrid, Málaga, Sevilla, Huelva, por supuesto Cádiz…). Vamos dando muchas vueltas y poco a poco a mi primo y a mí se va uniendo más gente que vamos metiendo. Pero llega un momento en el que entiendo que yo no soy un empresario, soy un asalariado, pero por cuenta ajena. Es decir, yo tengo trabajo, pero soy a la vez el que asume los gastos (comida, alojamientos, gasolina…), pero cobro como un asalariado más; entonces, como me vi con capacidad monté una empresa y abrí Mundo Ventana.
-Tiene la oficina y la tienda en un sitio privilegiado y más que vistoso de la avenida principal de Cádiz. Por curiosidad, ¿qué era antes el local de Mundo Ventana antes?
-Tengo que decir que Mundo Ventana nace en El Puerto de Santa María porque vi un local vacío y lo alquilé para comenzar allí. Pero veo que estoy dando bandazos entre los montajes de las obras y los particulares y que no avanzo; hasta que pienso que como la delegación de Eurovent estaba en Cádiz, que era a quien les compraba las ventanas, decido irme a Cádiz.
El local donde estamos ahora era una tienda de mimbre, de persianas. No teníamos presupuesto, pero mi amigo el Carlé me ayudó a pintar el techo del local; nos llevamos tres días pintando y aún así no le sacábamos el blanco; seguía el amarillo, que lo tenía impregnado.
-Menudo local para empezar como quien dice de cero, ¿no?
-Esa pregunta es de periodista, eh. Mira, como te dije antes, yo empecé montando la tienda en el Parque Europa de El Puerto pero pensé que lo mejor era venirme a Cádiz y a ese local, que era una especie de utopía en la que nadie creía pero a mí se me iluminaba la cara nada más de pensarlo.
-¿Cuánto pagaba en El Puerto de alquiler?
-600 euros creo.
-¿Y en Cádiz cuánto pasó a pagar?
-1.800.
-Pom. ¿Ya iba tan bien la empresa para meterse en ese gasto?
-No, no, qué va. Pero era una apuesta mía.
-¿Y cómo arranca en Cádiz? ¿Tenía ya una red de clientes?
-Arranco por castigo. Sería el 2003. La estrategia, o al menos lo que yo pensé, era que todo el mundo, con el boom de la construcción, conocía a alguien que trabajaba en una inmobiliaria o una constructora, pero a pesar de eso, el cliente de a pie estaba olvidado. Entonces, yo me dediqué a atender a ese cliente de a pie, al particular. Ese creo que fue el éxito. El enfoque que le di fue el siguiente: Si ustedes se dedican a las obras de nuevos edificios, hoteles, apartamentos, lo que fuera; yo me dedicaré a los particulares. O sea, a ese usuario al uso que tiene una ventana que no le cierra, pues yo se la cambiaba porque en esos tiempos no había nadie que le atendiera del tirón. Y eso hice yo, atender a los que nadie atendía.
-¿Cuándo empieza a notar que ese enfoque va bien tirado?
-Yo lo estoy viendo hoy. O mañana. Yo nunca diré ‘qué bien lo he hecho’. A ver, yo sé que lo he hecho bien muchas veces, pero también me he equivocado otras tantas. Al final siempre tengo que recuperarme, mejorarme. Pero sí, uno tiene su corazoncito y a veces siente que ha habido momentos muy buenos en los que he creído ser alguna vez la iniciativa dentro del sector. Muchos clientes me dicen que para ellos soy la referencia y eso, la verdad, gusta escucharlo. Al final, todo consiste en dar un buen servicio. O cuando no se puede porque no se llega a todo, ser empático con el cliente, tratar de entenderlo y agilizar todo para darle la solución lo más pronto que se pueda. Para mí es un orgullo, y lo digo con toda humildad, ver cómo lo que yo llevo haciendo unos años ahora se empieza a hacer en otros sitios. Y ojo, porque esto también me ha podido pasar pero al revés. Es decir, ver algo que la competencia lo está haciendo bien y aplicarme en ello. Al final, todos ganamos y el que más, el cliente.
-¿Y cómo es su cliente?
-Durante quince años mi sustento ha sido el jubilado de Tabacalera, de Astilleros o de la General Motors; poco a poco fue repuntando el tema hasta que ya me empezaban a venir parejitas que se iban a vivir juntos tras sacarse sus carreras y con lo que habían ahorrado ya podían ir haciendo cositas en la casa. Pero mi perfil de clientes ya me lo decía otro buen amigo mío. ‘Narí, tú vas a medir ventanas y pareces un conductor de autobuses’. Porque claro, yo iba a medir ventanas a personas mayores y me perfilaba para ellos, por lo que debía llevar todo tipo de material por si me lo pedían en el momento. Obviamente, con el paso de los años, sin olvidar a ese cliente de a pie, el perfil va cambiando y también llegamos ya a empresas más grandes. También cambia mi condición de empresario; apuesto más por mis trabajadores y trato de cuidarlos al máximo.
-Representa usted lo que viene siendo el sueño americano, una idea que sirve para explicar cómo los ideales de una sociedad, la estadounidense, garantizan la oportunidad de prosperar y tener éxito para lograr una movilidad social hacia arriba.
-A ver, yo no sé lo que es el sueño americano pero desde luego en el mío se duerme poco y se trabaja mucho.
-Jajajajajaja Buena respuesta para el símil.
-Es que para prosperar desde la nada hay que trabajar mucho. Y puede que ese secreto me venga de siempre, de mi autoexigencia. De hecho, mi padre ya me lo decía de chico: ‘Vito, yo voy a tener un problema contigo porque tú eres insufrible’.
-¿Y lo es?
-Sí.
-¿Tuvo muchas discusiones con sus padres por su carácter emancipador y ‘echao pa lante’?
-No, no, para nada. Mis padres sabían de sobra cómo era yo y siempre estuvieron muy tranquilos conmigo porque me veían resolutivo, independiente, pero resolutivo al fin y al cabo. Me veían capaz, que saldría adelante, vaya. Mi padre sabe desde siempre que yo era un culo inquieto desde muy pequeño y mi madre, pues también, aunque la pobre sí intentaba pararme un poco más. Recuerdo una vez que mi primo me llamó por si quería ganarme un dinero con una obra en Murcia y fui a la cama a decírselo a mi madre. Y ella me dijo: ‘Pues no te dejo ir’. Y le contesté. ‘A ver, mamá. Que no he venido a pedirte permiso, he venido a decirte que me voy’. Le di un beso y me fui. Ella también sabía como yo era desde chico y sabía que en cuanto cumpliera los 18 poco o nada me podía decir en ese sentido.
-Asume que es insufrible, aunque yo lo dude, pero por qué lo dice.
-Porque yo no acepto lo que no es correcto. Yo soy capaz de aceptar todos mis errores y los tuyos, pero lo que no acepto es lo incorrecto o lo que se hace mal adrede. Sí es verdad que me considero un inconformista, un rarito de la vida.
-Pero bueno, gracias a ese inconformismo ha creado una empresa con cuántos trabajadores a su cargo.
-17. Y muchos otros que han pasado y con los que tengo muy buenas anécdotas. Con mi primo tengo para diez libros y otras muy buenas con otro gran amigo mío como Raúl Navas.
-¿Pero llegó a ser su empleado?
-Con él me río mucho cuando recordamos algunas. Yo desde siempre muero con él y hubo una época en la que trabajó conmigo; tenemos historias de echarnos a llorar riéndonos. En una había que coger cristales en pleno mes de agosto en Málaga y veo que se pone una sudadera y unos guantes. Al tiempo, y con un sol de justicia y un calor de mil pares, le digo. ‘Raúl, te apestan las manos, picha. Échate ‘pallá’. El nota sudaba tela [se ríe de nuevo a mitad de frase] y me decía. ‘Qué quiere, joe. Yo no me quiero cortar’.
-Ya se veía que lo suyo eran los guantes…
-Digo.
-¿Llegó a ser empleado suyo antes de jugar en el Cádiz o mientras estaba en la cantera?
-Pues mira, te cuento una anécdota muy bonita. Antes que empleado, Raúl es mi amigo desde que salí de penitente con nueve años en la Santa Cena; yo iba andando con mi cirio y veo a otro niño en mi sección que me sopla la vela. Yo pensando ‘qué pesao es el nota este’ y empiezo a pelearme con él, que también era un niño. Pues ese penitente era Raúl Navas. El caso es que yo no sé cómo pero nos hicimos amigos hasta la muerte; desde pequeño hemos jugado juntos al fútbol, en la calle, salíamos, en definitiva, crecimos juntos. Total, que al cabo de un tiempo él ya estaba en la cantera pero lo veía frustrado porque no terminaba de romper así que me pide que me lo lleve a trabajar a una obra y nos vamos a una que me salió en Málaga, en San Pedro de Alcántara, cerca de Marbella. Recuerdo que esos días vivíamos en un piso de alquiler en La Línea y a él y a mí nos toca dormir juntos en la misma habitación, en una cama de matrimonio. Y en eso que mientras estábamos ya para dormirnos lo llama Ángel Férez.
-Que entonces era el preparador de porteros del Cádiz.
-Eso es. Total, que lo escucho un rato hablando y cuando cuelga le pregunto. ‘-¿Canijo, qué? ¿Que te ha llamado el Cádi? -No, Narí, no. Tranquilo que no te voy a dejá tirao con la obra ni na de eso’. Y yo, otra vez. ‘-¿Pero que te ha llamado el Cádi en serio! ¿Que te ha llamado el Cádi pa que tú vayas a jugar al fútbol?’ Y él se calla y me daba evasivas. Y le digo. ‘Te echo, te despido, vamos. Que estás despedido’. Y así fue. A la mañana siguiente se fue para Cádiz y empezó su carrera de futbolista.
-Y de una carrera de futbolista a la suya. Sigamos con ella. Consolidada ya la empresa, ¿cómo ve su futuro?
-El mayor activo de mi empresa son mis trabajadores y ellos no son una cuestión, unas cifras que yo pueda controlar. Por supuesto, me encantaría hacerlos partícipes del crecimiento pero hacer eso no es tan fácil porque en todo trabajo, en toda empresa, hay roces por los diferentes roles de cada uno, el salario, mil cosas. Pasa en todos sitios. Es complicado pero intento conseguirlo día a día. Yo trato de estar muy tranquilo conmigo mismo, pero tengo una inquietud muy grande, en el sentido de que, ni mis hijos se merecen heredar mi herencia, ni mis trabajadores se merecerían heredar una mala herencia. Entonces, todo es muy difícil porque yo quiero estar a la altura y responderle a todo el mundo pero es muy complicado que todo el mundo te entienda. No sé cómo lo haré, pero desde luego intentaré hacer de la mejor forma posible para todo el mundo cuando llegue. El que lo quiera entender que lo entienda aunque, por supuesto, siempre protegeré a mis hijos.
-Hablemos un poquito de Cádiz, del Cádiz, de las cofradías, del Carnaval. De las 3 ‘C’ de Cádiz. ¿Se considera gadita?
-Me flipa mi ciudad, sus tradiciones y su equipo de fútbol, del que soy socio y cuando puedo colaboro. Como una vez intenté hacer, aunque en esa ocasión me llevé una galleta.
-Jajajaja Algo me suena. Salió incluso en la radio según tengo entendido. Fue a propósito de unas entradas para el Barça que no pudo colocar. ¿Puede ser?
-A ver, a ver, a ver. ¡A ver! Te cuento, te cuento.
-Jajajajaja Cuente, cuente. ¿Pero es verdad que salió en la radio?
-En la radio y en los periódicos, ‘cabesa’.
-Jajajajajaja Algo recuerdo yo de publicarlo en su día este medio, como siempre al pie de la noticia. Fleurquin, unas entradas, una ‘guantá’ y su correspondiente denuncia con juicio, ¿no?
-Te cuento [le cuesta seguir por la risa]. Lo peor es que un amigo de mi barrio, el que me dio las entradas, sabía que Andrés me iba a pegar y el cabrón no me lo dijo. Me lo dijo después. ‘Yo sabía que te ibas a llevar una cachetá’.
-Jajajajajajajajjaaj Pero cuéntelo.
-A ver. Desde el principio. Se conoce que aquel año, en la primera jornada de Liga contra el Real Madrid, Fleurquin se había sacado un dinerito extra vendiendo sus entradas y quiso hacer lo mismo con la visita del FC Barcelona. ¿Y qué pasó? Pues que yo estaba en el cumpleaños de un hijo mío y me llegan dos entradas de Fleurquin para que las coloque, pero le digo que a mí ni me da tiempo ni llego al partido ni nada. Pero el colega me las da igualmente. Pues bueno, vale, después me pasaré por el estadio, me dije. El partido era por la noche. Como al final todos los futbolistas tienen sus contactos fuera del club, pues a este amigo mío le llegaron estas dos entradas. Resulta que voy para el estadio unos minutos antes del encuentro y veo que todavía hay entradas en taquillas. ¿Quién carajo me va a comprar a mí estas dos? Pues nadie. Y qué hago, pues entro en el fútbol con la idea de pagarle ya después lo que cuestan en taquilla. Pero se ve que Fleurquin ya pensaba en que iba a hacer el negocio que hizo contra el Madrid, que llenó el estadio, pero ay amigo, el Madrid no es el Barcelona.
-Ve su partido y llega el día de marras. ¿Qué ocurrió?
-Yo estaba en la tienda, atendiendo a un cliente. Al lado tenía a una compañera cuando veo al fondo que aparece Andrés Fleurquín, grande como él solo, que acababa de entrar en la tienda justo después de subir las escaleritas que dan acceso.
-Jajajajaja Perdón, perdón.
-Jajaja Yo lo veía como, a ver, no sé, como un castillo. Jajaja
-Jajajajajajajajajaja
-Un tío muy grande.
-Es verdad que le dio mucho al Cádiz, pero más le dio a usted, ¿no?
-Jjajajajaja Cachetazo.
-Jajajjajajaja (lloro) Pero qué venía buscando Andrés, hombre.
-80 pavos.
-Jajajajajajajaaj Acabe, por favor.
-Él tenía la idea de que la reventa ante el Barcelona iba a ser un bastinazo, pero como ya dije el Barcelona no es el Madrid. Así que se esperaba más dinero y yo le digo [hace el gesto de canino]: ‘Andrés, 80 points’ y me responde ‘¿cómo’? Y acto seguido me la llevé en la frente.
-Jajjajajajajajajajajajajajaja ¿Y cómo reaccionó usted? ¿Se fue a buscarlo?
-¿A qué? No, no, no.
-Jajajajajajaa
-La culpa la tuvo Montse, mi entonces mujer y que trabajaba conmigo, que fue la que dijo salirse para fuera a hablar. Y dije yo [se vuelve a parar para reírse] ‘¿Cómo, pa’fuera?’ Así que el nota bajó tres escalones para ponerse a mi altura y dice ‘¡Ahora, veníííííííííííí! (pone acento argentino) ¡Veníííííííííí!’. jajajajajajajaja
-Jajajajajajajajajajajajaja
-‘Venííííí’, me gritaba. ‘Sí, sí, a por otra voy a ir yo. Tequiya’, le contesté. Qué cachetá me llevé, chiquillo.
-Jajajajajaja
-Qué cachetazo.
-Esto salió en los periódicos y se hizo eco la radio. ¿Eso cómo fue?
-Pues mira. Yo estaba pintando el techo de mi suegra escuchando la cadena Ser por aquel entonces y escucho ‘buenas tardes, conectamos con Theo Vargas en Cádiz. ¿Qué ha pasado con un reventa?’ Y digo yo: ‘¿Reventa? ¿Yo soy un reventa, cojone? ¡Qué está hablando, tío! Yo no soy un reventa, joder’. Me pongo a buscar el teléfono de la Cadena Ser de Madrid en internet y llamo. ‘Buenas tardes, mire usted. Ustedes estáis hablando de mí, eh’.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja (voy al servicio después de dar dos golpes en la mesa)
-Escúchame, ‘cabesa’. Jajajajajajaaj
-No puedo. (Pasan unos minutos y vuelvo a la mesa de la terraza en la que se da la entrevista) Vamos a ir acabando, por favor.
-Pues eso, que llamo a la Cadena Ser y les digo que de reventa ni mijita, que yo soy el socio 147,95. Y me preguntan si soy capaz de hablar con este hombre…, el de los anuncios, con Jorge Hevía, joe. Y le digo, que claro, que por supuesto.
-Hevía es el productor, sí.
-Pues ese me llama y me vuelve a preguntar si entraría en directo con Paco González. Y le digo que por supuesto. Y entro en directo. ‘-Hola, buenas tardes. Estamos con Quique Lafuente no sé qué no sé cuánto. ¡Tenemos al reventa! Buenas tardes, reventa’.
-Jajajajajajajajajajajajajajajajajajaja Pfff, por favor que acabe ya esto.
-Y le digo a Paco González, que muero con él, por cierto. ‘Que yo no soy reventa, eh’. Cuento la historia y tal. Se cachondean de mí.
-Jajajajajaja Es que la historia se las trae.
-Bueno, se cachondearon pero de bien, la verdad. Pero el cabrón me dice para despedirse al final: ‘Oye, me tengo que comprar una entrada para el Canto del Loco, ¿tú tienes entradas?’, me dijo en plan gracioso. Sus castas.
-Jajajaja Qué bueno. Pues qué mejor que con estas risas para dejarlo por hoy.
-Mejor, mejor. Jajajaja
” Fuentes www.lavozdigital.es ”