Las excursiones de avistamiento de ballenas persiguiendo orcas pueden dar lugar a fotos de vacaciones únicas en la vida. Pero aunque sean memorables para los turistas, pueden obligar a los cetáceos a abandonar zonas cruciales de alimentación, separarse de sus crías y sufrir un estrés debilitante.
La Comisión Ballenera Internacional (que supervisa la caza y la observación de ballenas en todo el mundo) cuenta con una lista de unos 50 países (entre los que está el área marina Tenerife-La Gomera, en las Islas Canarias) que establecen normas para el turismo marino, desde el mantenimiento de distancias seguras hasta el tiempo que los barcos pueden permanecer con una manada. Pero aunque el avistamiento de ballenas es cada vez más fashionable en todo el mundo, a los viajeros les resulta difícil saber si un guía native conoce la normativa al respecto, y mucho menos si la cumple.
Como las especies y las comunidades costeras varían, la normativa y los recursos difieren de una región a otra: lo que funciona en Tromsø (Noruega) puede no hacerlo en Baja California (México). Esto dificulta la imposición de restricciones generales en todo el mundo y su aplicación uniforme.
Estos factores pueden hacer que sea especialmente difícil para los viajeros que esperan con impaciencia un viaje tan esperado en el agua. Sin embargo, hay cosas que se pueden hacer antes de zarpar para garantizar una experiencia inolvidable, al tiempo que se ayuda a proteger a los animales para el futuro. Esto es lo que hay que saber.
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La observación de ballenas no se convirtió en una actividad turística hasta la década de 1950, cuando el antiguo puesto militar de California (Estados Unidos) en el Monumento Nacional de Cabrillo se convirtió en el primer lugar público de observación de ballenas del mundo. Surgieron otros puestos a lo largo de la costa, paralelos a la ruta migratoria de las ballenas grises. Pronto, los propietarios de embarcaciones emprendedoras (muchos de ellos pescadores) empezaron a sacar a la gente durante un par de horas entre las temporadas de pesca.
Casi extinguidas, las ballenas grises (Eschrichtius robustus) y el éxito de su conservación contribuyeron al auge del avistamiento de cetáceos en todo el país en la década de 1990. Hoy en día, la observación de ballenas sigue creciendo en todo el mundo, con una media de 13 millones de personas al año que participan en una industria que genera unos de 2000 millones de euros en todo el mundo. Solo en Alaska, medio millón de visitantes desembolsaron casi 86 millones de euros en 2019 para contemplar jorobadas y visones alimentándose y socializando en majestuosos fiordos.
En la actualidad, más de 100 países ofrecen la posibilidad de navegar en catamarán o zodiac para vislumbrar una repentina bruma de rocío marino en el horizonte, una elegante aleta de cola deslizándose bajo la superficie del océano o (el santo grial) una jorobada irrumpiendo fuera del agua.
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De hecho, desde que la conservación de las ballenas se intensificó en la década de 1980, las ballenas han adquirido un estatus casi de celebridad (una ballena jorobada rompiendo incluso protagonizó un sello de correos de EE.UU. en 2022). Aparte de su condición de estrellas, también están protegidas por la legislación estadounidense, señala Elliott Hazen, ecólogo marino de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos, que tomó la foto del sello y ha trabajado en la reducción del riesgo de colisión de los barcos con las ballenas y de enredos con las artes de pesca.
“Las ballenas ofrecen innumerables beneficios en términos de funciones ecosistémicas, secuestro de carbono y ciclo del carbono, además de turismo, financiación e importancia cultural”, afirma Hazen. “Así que es realmente difícil cuantificar lo importantes que son las ballenas, pero no hay duda de que son una parte enorme de nuestra cultura costera”.
Estas “ingenieras del ecosistema“, como las llama Asha de Vos, bióloga marina y exploradora de Nat Geo, contribuyen a la salud del medio marino. Los movimientos de zambullida y ascenso de las ballenas arrastran todo tipo de sabrosos nutrientes desde las profundidades del océano hasta la superficie. Sus heces, liberadas en penachos, alimentan el fitoplancton, una fuente de alimento elementary para toda la vida marina. A lo largo de su vida, una ballena puede capturar unas 33 toneladas de CO2 que calientan la atmósfera. Cuando muere, su cuerpo se hunde en el fondo del mar, donde el CO2 permanece atrapado.
“Incluso un 1% de aumento de la productividad del fitoplancton puede capturar el equivalente en CO2 de 2000 millones de árboles”, escribe en un correo electrónico Jean-Michel Cousteau, presidente de la Ocean Futures Society y presidente honorario de la World Cetacean Alliance. “Más ballenas significa más fertilizante de ballena que aumenta la productividad [de] y mejora la pesca y sostiene el oxígeno atmosférico para todos nosotros”.
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Desde la aprobación de la Ley de Protección de Mamíferos Marinos y la Ley de Especies en Peligro de Estados Unidos en los años 70, las poblaciones de ballenas se han recuperado. Pero siguen en peligro por otros factores, como los enredos con sedales, la contaminación oceánica por metales tóxicos y ruido, el cambio climático y las colisiones con embarcaciones, esta última especialmente mortífera para los rorcuales azules y los rorcuales comunes, cube Hazen.
La observación responsable de cetáceos puede ayudar a esclarecer estos factores. Los expertos de los barcos de avistamiento educan al público y pueden ayudar a fomentar el amor por la vida marina para toda la vida. En muchos casos, los barcos turísticos son la primera línea de defensa cuando se trata de detectar y notificar enredos y lesiones. También recopilan datos importantes, normalmente en forma de fotos de aletas para que los científicos las rastreen, pero también simplemente informando de las especies que ven.
Eso ocurrió en una excursión reciente en la bahía de Monterrey, California, cuenta Hazen. Un grupo de observación de cetáceos avistó una ballena franca del Pacífico Norte, una de las poblaciones de grandes cetáceos más amenazadas del mundo, de la que sólo quedan entre 30 y 35 ejemplares. “Es otra oportunidad de ganar dinero, porque las embarcaciones de avistamiento de cetáceos están en el agua mucho más a menudo que cualquiera de nosotros, los científicos”, cube Hazen. “Así que es un recurso realmente importante para entender cómo está cambiando el medio ambiente y cómo están respondiendo a él los principales depredadores que nos preocupan a menudo”.
Pero no es perfecto. Aunque las excursiones de observación son “positivas en términos netos”, cube Hazen, las embarcaciones pueden contribuir a problemas como la contaminación acústica, que puede estresar a los animales cuando se alimentan o descansan. En cuanto a la concienciación sobre la conservación, es una actividad de ocio cara que puede excluir a mucha gente.
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¿Cómo puedes asegurarte de que tu próximo viaje de avistamiento de ballenas sea más beneficioso que perjudicial? Para empezar, los viajeros deben familiarizarse con las normas de su destino.
“Muchos países tienen un programa de certificación o directrices de observación accesibles en Internet”, cube Cousteau. “La mayoría de los operadores balleneros de Estados Unidos siguen las directrices de observación de la vida marina de la NOAA”. En España “esta actividad se encuentra regulada a través del Real Decreto 1727/2007, de 21 de diciembre, por el que se establecen medidas de protección de los cetáceos”, según explica el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico (que ejerce las funciones del antiguo Ministerio de Medioambiente). Además, las Comunidades Autónomas pueden tener su legislación native específica. La Comisión Ballenera Internacional mantiene una lista de directrices de otros países y un manual basic, ambos actualizados periódicamente y con versiones en inglés, español y francés.
En Estados Unidos, el grupo de educación voluntaria Whale Sense tiene su propio programa de certificación y en su sitio internet figuran guías turísticos responsables de Alaska y el Atlántico. A nivel world, también puedes buscar guías cerca de santuarios marinos o sitios Patrimonio de Ballenas. Este último es un programa de certificación dirigido por la Alianza Mundial de Cetáceos, una organización conservacionista que actualmente reconoce seis destinos en todo el mundo. Aunque estos sitios no establecen normas ni las hacen cumplir, “ponen de relieve las políticas mundiales que ya se aplican [para] reducir los efectos del cambio climático, las colisiones con embarcaciones y los enredos”, afirma Cousteau.
Sin embargo, el cambio climático puede obligar a los mamíferos migratorios a salir de los santuarios; y estas zonas de seguridad tienen distintos niveles de protección, señala Hazen. El contacto puede estar prohibido, por ejemplo, pero actividades como la pesca del cangrejo pueden seguir estando permitidas, lo que podría provocar enredos. No es culpa de los santuarios en sí, sino que es un subproducto de la ley de santuarios que no tiene todos los beneficios de un “área protegida””, dice.
Si aún no estás seguro, puedes contribuir a la salud de las ballenas mediante aplicaciones para teléfonos móviles como iNaturalist y, en España, el Gobierno publicó en 2022 un Protocolo Nacional de Actuación ante el Varamiento de Cetáceos.
Anne Kim-Dannibale es redactora jefe de viajes en National Geographic. Síguela en Instagram.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
” Fuentes www.nationalgeographic.es ”