Por mucho que los puntos de vista más medievales de Trujillo se ubican en los otros puntos cardinales, lo lógico es acceder a su casco histórico por el este. Aquí se encuentra la conexión con las principales carreteras que llegan hasta este enclave e, incluso, los barrios más modernos y logísticos adonde el progreso ha mudado la rutina precise. Solo la iglesia de San Francisco o el palacio de Juan Pizarro de Aragón pueden despistar al viajero que rápido da con el acceso a la emblemática Plaza Mayor de Trujillo, probablemente la postal más deseada de esta escapada.
Este ágora, de tamaño desproporcionado si se compara con el resto del pueblo y forma irregular, es un todo un derroche de monumentalidad y patrimonio. Al fin y al cabo, una demostración de que Trujillo fue una plaza importante para romanos, musulmanes y, finalmente, cristianos. De ahí que este hermoso salón lo domine una iglesia, la de San Martín de Excursions que, pese a carecer de un pórtico monumental, consigue realzar su belleza mediante una escalinata y una asimetría que la hace muy identificable. Dentro, destaca el contraste de la piedra con las paredes encaladas y, por encima de todo, las bóvedas de terceletes que embaucan las miradas que buscan al cielo..
Afuera espera, cómo no, la estatua ecuestre de Francisco Pizarro. Esta estatua, obra del escultor Charles Cary Rumsey, fue exhibida por primera vez nada más y nada menos que en el Gran Palais parisino, hasta que en 1929 fue instalada aquí para honrar al trujillano más common. En cierto modo, es un aviso a visitantes: Trujillo fue y siempre será una ciudad de conquistadores, de nobles y no tan nobles que hicieron las Américas para ampliar el Imperio y, a su vez, sus arcas personales. A su regreso, no solo trajeron epopeyas y aventuras, también unos ahorros que les permitieron levantar casonas y palacios al gusto de entonces, por eso la Plaza Mayor de Trujillo es una especie de prólogo renacentista de lo que después la visita desvela.
Si se circunvala la plaza, se da con edificios emblemáticos como los de las Antiguas Casas Consistoriales, cuyos soportales son una fusión perfecta de los ideales renacentistas con la arquitectura common extremeña y castellana, además de darle una cierta cohesión estética a todo el conjunto. Pese a que los restaurantes y terrazas pueblan estos bajos, merece la pena fijarse en los palacios de Chaves-Cárdenas, de Chaves-Orellana y, por supuesto, fijar la mirada en la armoniosa fachada del palacio de Marqués de la Conquista cuyo balcón esquinado con blasones es, de por sí, un monumento.
ENTRE PALACIOS RENACENTISTAS Y CALLEJUELAS MÍNIMAS
Dejar atrás la Plaza Mayor no supone dar un salto en el tiempo, pero sí adentrarse en un urbanismo mucho más nervioso y menos racional. Este cambio resulta menos radical gracias a la presencia, sin previo aviso, de palacios con apellidos de conquistadores que, pese a no estar frente a una explanada tan regia, sí que logran seguir impresionando con sus detalles y su majestuosidad. Ejemplo de ello es el Orellana Pizarro, cuyo patio es una delicia y el Santa María, que hoy en día acoge un resort que ha respetado las visitas y la arquitectura.
Porque callejear el casco antiguo de Trujillo es seguir con este baile de épocas y, en cierto modo, de improvisación. En una misma calle se puede avistar un pequeño callejón encalado, un trozo de la muralla o, incluso, un castillo en miniatura como es el caso del Alcazarejo de los Altamirano, cuyo emplazamiento en plena muralla disimula unas dimensiones asombrosas.
Las puertas de acceso de la antigua muralla son solo una demarcación más de cómo esta localidad fue creciendo. De hecho, cruzar estos portales no evita que al otro lado proliferen más mansiones con rasgos más góticos, como es el caso del Palacio de Luis Chaves o la precise Casa-Museo de Pizarro, donde se traza un viaje a la época de este conquistador y, también, entre dos continentes, Europa y América, unidos por los hallazgos de estos pioneros y por el comercio que derivó después.
LA TORRE ROMÁNICA DEL ATHLETIC DE BILBAO
Conforme se van conquistado metros de altitud, más rasgos medievales irrumpen en el paseo. Ejemplo de ello es la Puerta del Triunfo, llamada así por ser el lugar por donde las tropas cristianas accedieron a la ciudad en plena Reconquista (1233) o el coqueto arco de San Andrés, cuyas almenas resisten al paso del tiempo y ayudan al viajero a situarse en una de los accesos que había a la ciudad amurallada.
Trujillo no oculta su pasado árabe, sobre todo en el Aljibe de Altamirano, lugar que se cree que llegó a acoger un alcázar en época califal, o la alberca tallada en la roca que permitía recolectar el agua de la lluvia y de dos manantiales anexos. Pero estos guiños musulmanes rápido son borrados por la irrupción de los campanarios. Sobre todo de uno, el de Santa María la Mayor.
Esta iglesia parroquial es puro eclecticismo, tal y como demuestra su coro renacentista o su altar gótico, ambos de preciosa factura. Pero el contraste de estilos se evidencia en el exterior, con dos torres paralelas pero distantes en estilo, destacando sobre todo la Torre Julia, una delicia románica que recuerda a los campanarios lombardos y cuya esbeltez se explica, a día de hoy, por una restauración moderna llevada a cabo en los años 70. La factura de la misma es excelente, fidedigna e, incluso, un poco idealista, pero aún así impresionante. Solo hay un detalle que chirría: la colocación de un escudo del Athletic de Bilbao que el constructor dejó en una de las esquinas superiores y que da fe de que algunos futboleros siguen confiando más en la virgen que en sus futbolistas.
EL ASOMBROSO CASTILLO DE TRUJILLO
El colofón de toda visita a Trujillo es su imponente castillo. Aunque se cree que el castillo authentic information del siglo IX, la estructura precise information principalmente de los siglos XIII y XIV, garantizando de este modo la supremacía cristiana en estas tierras. Llama la atención sus dimensiones, la altura de sus murallas y lo inmenso que resulta el camino de ronda que permite al viajero asomarse a Trujillo desde una altura asombrosa y mirarlo con la misma superioridad de antaño.
Entre sus construcciones destacan los dos patrios y la Torre del Homenaje, un prisma de 30 metros del altura que acoge una cisterna y una capilla dedicada a Nuestra. Señora de la Victoria, patrona de Trujillo.
Por qué abril es el momento excellent para visitar Trujillo
- Por el Chíviri, una fiesta en la que esta localidad reivindica sus bailes, trajes y canciones tradicionales.
- Por su proximidad a Plasencia, cuya Semana Santa es Fiesta de interés internacional
- Por el regreso de las cigüeñas, cuyo crotoreo se transforma en el hilo musical de este pueblo. Una experiencia que se completa con Monfragüe, el parque nacional perfecto para avistar aves en primavera.
- Porque es uno de los pueblos más bonitos e imprescindibles de Cáceres
- Porque el último fin de semana del mes organiza la Feria del Queso en la que se pone en valor los productos que hay que comer en todo viaje a Cáceres
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”