Una producción “de altura”
“Ha sido un trabajo complejo. Para interpretar a las cuatro águilas que salen en la película (la protagonista, la pareja de esta, con la que se pelea en los aerogeneradores y la que aparece al final) ha sido necesaria la participación de 14 águilas reales distintas, de las que 10 son salvajes, con la dificultad que eso supone.
Son, además, 60 localizaciones en 20 provincias distintas, lo que conlleva un trabajo previo de preproducción bastante grande de búsqueda de esas localizaciones, y de otras que también se descartan, y también mucho personal técnico en el campo, naturalistas, para localizar esas especies y poder ir a filmar en el momento adecuado en que el bosque está más bonito o cuando la cascada tiene agua… Son cosas que se ven en la película, que parecen casuales, pero que son fruto de una planificación muy medida y de ir trabajando con algo que es tan difícil de planificar como la propia naturaleza”, detalla el director.
A nivel técnico, la hazaña tampoco se queda corta. “Es una producción mucho más compleja que las dos anteriores, porque lo que hemos hecho es actualizar todas las técnicas de realización a los tiempos modernos. Eso implica tener que utilizar drones de cine, drones “mosquito”, cablecam y cámaras subacuáticas”, enumera. Así, la película ha sido filmada con la más innovadora tecnología de cine digital y las herramientas más avanzadas de rodaje aéreo, ya que muestra los principales ecosistemas ibéricos desde el punto de vista de un águila actual.
Graves problemáticas medioambientales
Esa belleza inmensa que Arturo Menor recoge en Iberia, naturaleza infinita envuelve una intención de plantear graves problemáticas ambientales, que también tienen su momento y espacio en la película. En este caso, son tres. La primera de ellas, la electrocución de grandes aves en tendidos eléctricos. “Es un problema que llevamos arrastrando décadas en España y que las eléctricas deberían corregir más. Creo que tienen la obligación por ley de corregir los apoyos, pero es una cosa que se dilata mucho en el tiempo y, mientras que no se lleve a la práctica, siguen muriendo aves rapaces que están en peligro de extinción”.
El segundo problema es la, a veces, falta de planificación a la hora de instalar parques eólicos. “Son muy necesarios y yo, personalmente, he trabajado mucho para lograr que haya una transición de energías sucias a energías limpias, pero esa transición no puede ser a costa de nuestra biodiversidad. Tenemos que implantar energías limpias, pero con cabeza y, sobre todo, con una zonificación muy clara que evite que estas instalaciones tengan un impacto sobre la fauna”, subraya.
La tercera problemática que descubre en su cinta es el veneno. “Un delito contra la salud pública, porque nunca sabes dónde puede terminar. En la zona de Salamanca y Ávila se está colocando mucho veneno para evitar que los lobos avancen hacia el sur, así que esa expansión que está experimentando la población no se materializa. También en Guadalajara, en todo lo que es el límite sur del área de distribución del lobo. Es muy peligroso, porque al final, como muestro en la película, muchas veces quienes mueren no son los lobos, sino los zorros, las águilas…”.
Del norte al sur de España
En Iberia, naturaleza infinita Arturo Menor se sirve de la naturaleza ibérica de punta a punta, mostrando la vertiente atlántica y también la mediterránea, los bosques atlánticos del norte de España y el matorral mediterráneo. “Es la primera vez que se hace una película que reúne estos dos ámbitos, con especies tan dispares como un alzacola que está en Córdoba y un salmón que está en un río de Asturias. Siempre con el águila como nexo de unión en ese viaje que hace desde la cordillera cantábrica hasta Andalucía”.
El rodaje echó a andar el 1 de noviembre de 2021 en el término municipal de Cistierna, en los montes de la Junta vecinal de La Mata de Monteagudo. En ese mismo lugar arranca la película, que termina en las cordilleras béticas. Concretamente, los planos que la cierran se rodaron en el bonito Pinar de Rute. El rodaje finalizó en Asturias, en diciembre de 2022, porque faltaban planos del otoño del año anterior. Así es el cine. En la pantalla, el águila protagonista surca muchos cielos y descubre espacios naturales y especies, pero estas son sus principales paradas en el itinerario.
Una geografía a vista de águila
El águila vive en Leóny su primer alto en el viaje es Asturias, en la vertiente norte de la Cordillera Cantábrica. “El primer sitio donde entra es Somiedo, donde se desarrolla la secuencia con el oso pardo. En Asturias están también el salmón y el mirlo acuático, con la dificultad que rodar eso implica. Si ya trabajar en la naturaleza es complicado, hacerlo dentro del agua es más difícil todavía. También hay una secuencia con el águila real en la nieve que muestra el invierno, estamos muy acostumbrados a ver el Asturias verde u otoñal”.
“La otra sorpresa, para muchas personas, son los humedales de La Mancha, que son reserva de la biosfera. La Mancha Húmeda, y en concreto, la laguna del Taray, donde filmamos, no tiene nada que envidiar a Doñana”
El ave cruza de oeste a este hasta el Valle de Arán, en los Pirineos. “Aquí, los bosques maduros de pino negro son auténticos, genuinos, con esos árboles viejos y añosos. Y poder ver a los urogallos, una maravilla. En el hayedo también se filmó una secuencia con el picamaderos negro. Para terminar, están los quebrantahuesos. Son tres especies increíbles con las que tenía ganas de trabajar, porque vivo en Sevilla, me pillan más lejos y estoy menos acostumbrado a verlas. Me encantó empaparme de su imagen, su figura y su vuelo”.Desde el Valle de Arán, en dos ocasiones, se ve el pico de La Malagueta, en Aragón.
Siguiendo a las grullas, el águila llega a la meseta castellana, el centro. “Es muy diversa también, no solo hay cultivo de cereal. Tenemos las grandes extensiones de dehesas donde están las grullas y las águilas imperiales, tan emblemáticas. Luego, la propia llanura no es tan sencilla como nos la imaginamos, porque es un pastizal, un terreno que se utiliza para que el ganado paste. Y, curiosamente, estos pastizales son de los que más diversidad de plantas tienen a nivel mundial. La trashumancia que se ha estado ejecutando hasta hace pocos años hacía que los animales, al moverse, llevasen semillitas en sus pezuñas o enganchados en la lana, lo que iba haciendo que esos paisajes que estaban pastoreados y bajo manejo del ganado tuviesen una diversidad de plantas increíble”.
Están también en la meseta los cultivos, de los que dependen para subsistir, refugiarse y encontrar alimento los sisones que aparecen en la película y muchas otras especies. “La otra sorpresa, para muchas personas, son los humedales de La Mancha, que son reserva de la biosfera. La Mancha Húmeda, y en concreto, la laguna del Taray, donde filmamos, no tiene nada que envidiar a Doñana”.
La protagonista aterriza en el Alto Guadalquivir, como lo llaman en Córdoba. “El Valle de los Pedroches es una de las extensiones de dehesa más grandes que hay en el mundo, tiene 300.000 hectáreas de superficie. Y es un modelo de explotación del territorio por el ser humano, pero también de conservación de la biodiversidad. Esa diversidad de plantas hace que haya mucha diversidad de insectos que aprovechan cada tipo de planta distinta, que a su vez permiten que haya mucha diversidad de aves insectívoras, que a su vez hacen posible que haya una diversidad de depredadores que se alimentan de estas aves o de mamíferos pequeños, porque también hay ratones, lirones o musarañas”.
También el ganado doméstico cumple aquí una función importante. “Como ocurre en la sabana africana, los rumiantes van cortando ese pasto, esa hierba e impiden que el bosque se cierre. Un bosque cerrado no es bueno para la fauna, porque es menos productivo, entra menos luz. Está todo más intrincado y oscuro, y hay menos biodiversidad que en uno abierto”. Los rabilargos y el águila perdicera también tienen su protagonismo en este espacio.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”