La capital de La Rioja protagoniza un reportaje escrito por David Farley, quien destaca la calidad de la gastronomía y los vinos «sin multitudes»
Cuando a los riojanos nos dicen que en Logroño se come, se bebe y se vive muy bien no nos sorprende. Lo vemos cada vez que nos acercamos a la
Laurel o la
San Juan y disfrutamos de unos pinchos con los amigos sin los agobios o las clavadas de San Sebastián. Pero eso no quita que si, de nuevo y en menos de un año, protagonizamos un reportaje de viajes en el Washington Put up, el orgullo se nos salga por los costados.
El escritor de viajes y gastrononía David Farley acaba de dedicar a Logroño un
extenso reportaje en el que destaca la gastronomía, el vino y el encanto de las estrechas calles del Casco Histórico de la ciudad, además de la amabilidad y hospitalidad de sus vecinos. Y todo en la misma semana en la que
los vídeos de unos americanos destacando lo bien que se vive en Logroño se han hecho más que virales.
Ilustrado con fotos del puente de Hierro sobre el Ebro hacia Franco Españolas, los restaurantes
Íkaro, Ajo Negro o Juan Carlos Ferrando y también de la heladería DellaSera, el artículo ensalza la forma en la que Logroño combina tradición y modernidad en sus platos en un ambiente mucho más relajado que la mucho más conocida San Sebastián y a unos precios mucho más asequibles.
Los conocimientos del autor del artículo no le llegan de oídas. Farley está casado con una logroñesa y ha visitado en muchas ocasiones la capital riojana. Después de muchos viajes, reconoce que la ciudad es uno de sus lugares favoritos en España, no solo porque es donde viven sus suegros, sino porque está floreciendo con «memorables restaurantes, bares y hoteles que han abierto en los últimos cinco años».
Para empezar, por supuesto, el escritor habla del vino y de las bodegas. Se centra principalmente en Arizcuren y Franco Españolas, de las que destaca su historia y las catas que se pueden realizar en sus instalaciones para conocer sus vinos.
Farley habla también de los pinchos, «el nombre que se le da a esos pequeños platos con mucho sabor», explica. Su recorrido comienza en La Laurel y viaja hacia la San Juan, de las que destaca su estrechez ocupada de pequeños bares que sirven pequeños bocados y habla de nuevo la mezcla entre modernidad y tradición que se puede encontrar. De todas las opciones el autor se centra en las más conocidas: El Perchas, el Jubera o el Sebas y también habla de otros que no tienen tantos años de historia pero que igualmente se han ganado un nombre, como el Tastavin.
No solo pinchos
Tras su recorrido por los bares más conocidos, el escritor no olvida que en
Logroño hay tres Estrellas Michelín conseguidas en tan solo unos años y se centra en dos de ellos, Íkaro y Ajo Negro, por su combinación de comida de la región con sabores ecuatorianos o mexicanos. La heladería DellaSera tiene también su lugar en el reportaje y habla de los originales sabores Fernando Sáenz ofrece en su native.
Para terminar, el autor hace un repaso por todo aquello que Logroño tiene que ofrecer y que no es ni comida ni vino, como el Museo de La Rioja, La Redonda o unas compras por la Gran Vía. Y todo ello apoyado por las palabras del alcalde, Pablo Hermoso de Mendoza mientras pasean por las calles de la ciudad, quien destaca el «elevado sentido de la hospitalidad» de los logroñeses.
No es la primera vez que nuestra región se gana un espacio en el Washington Put up. Ya en marzo del 2022, La Rioja protagonizó el journal dominical del periódico en un artículo titulado
‘The endless Siesta’, cuyo autor acabó encerrado en una casa de la capital jarrera por culpa del COVID.
” Fuentes www.larioja.com ”