Qué ver en Peñíscola… después de este flechazo medieval
Minutos después, la postal va animándose, ya sea por la acción de las olas o porque el viajero inevitablemente camina para comprobar que no es un decorado de cartón piedra. Algo related a lo que tuvieron que experimentar los diferentes cazadores de localizaciones que, desde El Cid (1969), con Charlton Heston galopando inerte sobre la area, apostaron por la belleza de este paisaje para ambientar dicha ficción. Hoy en día, Peñíscola puede presumir de haber protagonizado escenas de Juego de Tronos o, incluso, una serie entera, ya que El Chiringuito de Pepe se concibió para dar brillo a sus rincones en prime time.
Es por eso que, mientras que el viajero se aproxima al núcleo medieval, empiezan a aparecer carteles, indicadores y paneles que explican en qué filme aparece este mismo lugar así como algunas de las curiosidades de su grabación. En cierto modo, Peñíscola ha sabido y querido sacarle rédito a estos minutos de gloria, por mucho que en el momento de visitarla sea más impactante que como se muestra en la pantalla. Al menos, fijarse en estas anécdotas entretiene y justifica, además, alguna que otra visita guiada con la que adentrarse en su patrimonio y sus rincones. Antes de aventurarse en este viaje en el tiempo, merece la pena curiosear en su animado puerto, que con su ajetreo recuerda que esta localidad no solo vive del turismo.
Los hallazgos del casco antiguo
A este peñasco medieval se puede acceder por cualquiera de sus dos impresionantes puertas. El primero, el Portal Fosc, uno de los rincones que mejor preserva el aire medieval de la ciudad. Hasta el siglo XVIII fue la única entrada al recinto fortificado desde tierra, accesible por una rampa empinada que franqueaba un arco con el escudo de Felipe II y después un puesto de guardia. Este acceso permite comprender que el conjunto fortificado que se contempla en la actualidad se debe al empeño de Jaume I y, sobre todo, de Felipe II, en proteger y defender este peñasco frente a las amenazas extranjeras y corsarias. De ahí que esta primera línea de murallas sea renacentista, tenga influencia italiana y, sobre todo, se extienda cerrando todo el istmo.
Por eso, tras cruzar el Portal Fosc, el instinto conduce hasta la Plaza de Santa María, una pequeña explanada acotada por los portentosos muros, la roca madre y un conjunto de casas encaladas que preludian el pantone de esta localidad. Si los pasos viran hacia el otro lado, lo que espera es el Parc d’Artillería, un museo al aire libre con sistemas defensivos, murallas, casamatas e, incluso, con un polvorín. Eso sí, su punto más fotogénico es el pequeño portal del Mar, un pequeño acceso directo al mar que provoca en el viajero referencias a historias clandestinas.
El otro acceso al casco histórico es el Portal de Santa María. Construido en 1754 para facilitar la entrada de carros y otros vehículos de tracción animal, este paseo conecta más con el mar, ya que permite otear el puerto desde arriba. Pero, sobre todo, conduce a una serie de rincones que son puro Mediterráneo. El primero, el Bufador, donde el oleaje choca contra la roca creando un sonido acompasado que recuerda a una respiración profunda mientras que el agua salpica a los más incautos. El segundo, el Museo del Mar que, más allá de su contenido, cuenta con un pequeño mirador en su explanada de acceso desde donde respirar el salitre. El tercero, la curiosa Casa de las Conchas, una excentricidad de un matrimonio -el de Timoteo y Justa- que, en los años 50, decidieron vencer al hambre alicatando la fachada de su casa con conchas y así atraer a los turistas. Una vez engatusados, Justa les contaba historias y curiosidades sobre Peñíscola, convirtiéndose así en la primera guía oficial de esta localidad.
Este paseo no se puede completar sin visitar el coqueto faro de Peñíscola. Amarrado a una de la parte más alta de la ciudad -pero sin llegar a amenazar la prominencia del castillo- no solo destaca por sus vistas. También por su belleza serena, neoclásica, y por una proporcionalidad un tanto extraña ya que la linterna apenas se eleva sobre el edificio. O, al menos, no lo hace con tanta esbeltez y altura como otras construcciones similares.
Cómo conquistar el castillo de Peñíscola
El casco antiguo termina justo donde comienza la construcción más portentosa de este pueblo: el Castillo. Pero antes de entrar en él conviene acercarse a una estatua ubicada a un costado de su acceso. Se trata del homenaje a Benedicto XIII, el Papa Luna, la persona que dotó a esta localidad castellonense de un hito que la hace única en España: haber sido residencia del más alto pontífice de la iglesia de Occidente. Tras la foto de rigor o, al menos, tras haber presentado ciertos respetos, toca adentrarse en esta poderosa fortificación románica.
El castillo de Peñíscola bien se podría definir como el último bastión de dos concepts religiosas. La primera es la que construyó, casi en un tiempo récord, esta fortaleza: la Orden de los templarios. Por eso, la primera parte de la visita a este monumento se adentra, física y conceptualmente, en los secretos de esta comunidad que vio como su poder e influencia en todo el oeste peninsular se desvanecía mientras sus últimos miembros se parapetaban tras estos muros. En las cuadras y salas inferiores se ahonda en cómo construyeron tan rápido este magnífico edificio, en la compleja simbología de la Orden, en su papel en las Cruzadas, en sus ritos y en su forma de entender y practicar la cristiandad. Un repaso a la historia a través de objetos y paneles que ayudan a dar luz a los mitos.
Una vez se accede al patio principal, la figura de un taciturno Benedicto XIII retoma el protagonismo. Desde aquí se recorren las estancias en las que vivió y en las que defendió, apoyado en el derecho canónico, su designación como Papa. Maravilla su biblioteca, por su riqueza, donde se comprende mejor que su figura y su mito no obedece al de un hombre con aspiraciones irreales, sino al de un religioso empeñado en defender sus derechos desde el conocimiento. Sea como fuere, lo que resulta curioso es trazar una línea entre el Papa Luna y los últimos templarios, ya que todos ellos se parapetaron aquí para defender sus creencias.
Tras esta conclusión, la visita al castillo regala una capilla románica de una austeridad hipnótica y, también, un mirador en su muralla más alta desde donde se domina Peñíscola, su mar y sus campos. Regular que reyes, caballeros y hasta un papa quisieran defender este privilegiado lugar.
Las playas de Peñíscola: de la ciudad a la sierra de irta
La visita a Peñíscola no se puede completar sin un chapuzón en cualquiera de sus sorprendentes playas. La más icónica, la Playa Norte, no solo presume de vistas y de Bandera Azul, también de un paseo marítimo donde cada vez se está cuidando más la restauración y los servicios. No en vano, es una de las playas más bonitas de toda la Comunidad Valenciana. Al otro lago del istmo espera la Playa Sur, de un tamaño menor, pero también marcada por la presencia del skyline medieval y por la proximidad al puerto.
Pero el gran secreto playero de Peñíscola está al sur, donde se extiende el Parque Pure Sierra de Irta. Este reducto salvaje, repleto de senderos que se abren entre matorrales y pinos carrasco, tiene un litoral kárstico que es toda una sorpresa por su abundancia de arenales salvajes que el Mediterráneo parece haber esculpido a dentelladas. Entre los más notables, destaca la Playa Basseta, la Cala Argilaga y las playas del Pebret y del Russo, ambas alfombradas por una area finísima.
Por qué Peñíscola es el mejor pueblo al que visitar este mes de marzo
- Porque es uno de los pueblos más bonitos de Castellón, una de las sorpresas rurales de España.
- Porque la buena temperatura de este mes (con 19º de temperatura máxima de media) hacen que sea un momento superb para estrenar la temporada y mezclar naturaleza y cultura.
- Porque la mayoría de sus hoteles y restaurantes comienzan a abrir sus puertas tras haber cerrado en invierno.
- Porque es el último mes para disfrutar de la temporada de la alcachofa de Benicarló, la única con IGP de España.
- Porque es el perfecto campamento base para visitar otros rincones castellonenses como la Plana de l’Arc o El Maestrazgo.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”