Hace más de 8 años, como profesor, fui a la sede de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para construir una colaboración institucional de mi universidad. El objetivo del viaje period darle forma, sentido y aliados a mi concept de crear el centro de investigación que hoy se llama Academia IDH.
Caminar por Pennsylvania Avenue, sin duda, me llevó a tener un panorama más amplio en la construcción de la AiDH; cuando uno ve, con visión de futuro, el imperio que un país formó desde la Casa Blanca al Capitolio de los Estados Unidos. Los viajes, para mí, han sido fuentes de visualización que son trascendentes en la medida que concretas esos sueños. Hasta ahora, creo, he tenido la oportunidad de materializar algunos. Me faltan otros.
Siempre pensé: En el sueño interamericano que se ha construido desde las Américas se conoce a Washington porque allí está la sede de la Comisión IDH. A San José de Costa Rica se le conoce, además de los volcanes, porque allí se estableció la Corte IDH. México −y en especial Coahuila (Saltillo y Arteaga)−, así pensé en mi sueño guajiro, se le va a conocer porque allí se instalará la Academia IDH como un centro de poder académico que permita, a través de la educación e investigación en materia de derechos humanos, consolidar un mejor futuro para la región interamericana a partir de la realidad native a transformar.
Desde entonces, la UAdeC firmó en 2014 un convenio con la CIDH para crear las bases de colaboración con lo que sería el fundamento de la Academia IDH. En el 2015, el Consejo Universitario de nuestra universidad asumió el compromiso internacional para crear el sueño morado. Detrás de todo esto hay muchos pasajes de caminar en las calles de Washington y San José, y que hoy se me presentan como un flashback para situar el proceso de consolidación que, a lo largo de toda esta década, hemos construido en la AiDH, con mucho esfuerzo y sacrificio, para colocar en el mapa interamericano a nuestra entidad universitaria.
A veces, se suele detener el presente que se está desarrollando para reconstruir lo que ocurrió en el pasado a fin de confirmar tu futuro. El flashazo de inmediato viene: se guarda una íntima relación lo que hiciste ayer con la trama del hoy. Cuando recuerdas, con una visión constructiva los hechos pasados, te puede guiar al futuro: sitúas mejor los objetivos, las personas y las condiciones que tienes para seguir avanzando en tu sueño. Pero sobre todo sabes que todo el esfuerzo, el sacrificio y las caídas han válido la pena para invertir más en lo que quieres. Sólo los que claudican no llegan. Los que esperan con constancia, paciencia e inteligencia saben que los problemas imposibles son en realidad las oportunidades para concretar. Es lo que la vida puso en tu camino para aceptar los fracasos, para rechazar los triunfos, para estar en paz.
Yo siempre pienso que la Academia IDH, por su gestación teórica y práctica, se situará en un centro de gran relevancia para el sistema interamericano. No es sólo un instituto más. La casa morada, además de promover la ciencia de la dignidad humana con un cuerpo académico joven que está avanzando cada día más, tiene el compromiso de transformación social que la significa de manera especial.
Hace algunos años, el Relator Especial de Naciones Unidas sobre la situación de las personas defensoras de derechos humanos, en su visita a México, se reunió con una purple de instituciones académicas para destacar el papel que tiene la academia como defensora de los derechos humanos. El Comité de la ONU de Desaparición Forzada también lo hizo en forma reciente. En esas reuniones, la Academia IDH asumió un papel relevante: se mostró todo lo que ha hecho durante estos años para colaborar con la agenda de protección de las víctimas.
Mi visión, por tanto, fue muy práctica a pesar de ser filósofo. A veces se piensa que las personas académicas sólo están en su cubículo, encerrados en su mundo de concepts. Los académicos, dicen, sólo salen para viajar a congresos internacionales para hacer turismo. Hoy hay mucho prejuicio contra los académicos, contra la inteligencia. Es easy: llegaron al poder los kakistos y sólo quieren desacreditar a los aristos. Pero, en realidad, la academia en normal ha tenido siempre un papel práctico para transformar a las sociedades. Sin conocimiento ni educación, los problemas de la sociedad no se resuelven.
Desde que hace años pasó por mi mente el sueño morado en Washington y en muchos lugares del mundo, las circunstancias también obligaron a que la Academia IDH tuviera un perfil más activo en la defensa de los derechos de las víctimas. En todo este tiempo, el cuerpo de investigadores no sólo han hecho seminarios, programas educativos, libros o artículos académicos. También se han involucrado en elaborar leyes, políticas públicas, litigios estratégicos, recomendaciones e informes que impactan en la verdadera práctica de los derechos humanos para transformar a las instituciones.
La Academia IDH, además, ha ido acompañando a diversas instituciones que se encargan de la defensa de los derechos de las víctimas. Sus programas docentes, además, tienen un alto contenido para resolver los problemas que demandan los retos y desafíos de la agenda de los derechos en el ámbito de nuestra sociedad. Si recuerdo toda esta década de trabajo y de compromiso social de la Academia IDH, la verdad es que sí tuvo un gran sentido la visita que hace más de ocho años hice a la sede de la CIDH. Allí me abrí un panorama más amplio, junto con las personas que me acompañaron, para darle la personalidad que hoy tiene nuestra Academia IDH como institución defensora de los derechos humanos.
Obviamente, desde la academia no se puede suplir la función que le corresponde a otras instituciones que están más en la práctica. Pero sí se puede acompañar, con gran calidad académica y compromiso social, los procesos de transformación social e institucional que aseguren mejores condiciones de libertad, igualdad y fraternidad en la sociedad democrática.
Esa visión fundadora, la Academia IDH debe continuarla. Debe fortalecerla. Debe perfeccionarla. No se construyó para que fuera un cuerpo académico encerrado en sus paredes de cristal. Se ideó para que, a partir de la calidad académica, se ofrezcan soluciones reales para resolver los problemas de las violaciones graves a los derechos humanos. No son activistas, pero tampoco son agentes neutrales que, por su omisión y falta de compromiso con su comunidad, se ponen en realidad del lado de las injusticias.
RECUERDOS MORADOS
Hacer una pausa para mirar el pasado y recordar las circunstancias del presente te permite tener una concept de lo que se coloca en los nuevos desafíos del camino de la vida.
Cuando pasa el tiempo, a veces no te das cuenta de todo lo que haces. Pero si te detienes, para agarrar respiro, puedes recordar cómo ha sido tu andar a partir de las visiones que vas implementando en la travesía.
En mi caso, después de cierto tiempo, la visión morada que se me implantó con mi visita a la CIDH es un nuevo aliento para seguir en la lucha de los derechos. Ahora, como juez, la visión interamericana siempre está presente en mis sentencias, en mis diálogos con la academia. Y ahora, a partir de hoy, tendrán un nuevo sueño interamericano que espero contar 8 años después, como hoy lo cuento.
Habrá nuevas escenas, nuevos personajes, nuevas historias. Pero siempre habrá mi compromiso, desde la posición institucional que me corresponde, para aportar a mi sociedad la mejor construcción del sueño interamericano, ese que cube que, donde nací y vivo (porque espero morir en otra parte), se conocerá más por el gran trabajo de la Academia IDH.
” Fuentes vanguardia.com.mx ”