Franz Von Papen se dio cuenta demasiado tarde de lo mucho que se había equivocado. Unos años después de acabar la Segunda Guerra Mundial reconoció que había sido un «enorme error» dar entrada «a los camisas pardas en el Gobierno», pero así fue. Para su desgracia, este antiguo canciller del último periodo de la República de Weimar pasó a la historia por favorecer la ascensión al poder de los nazis en aras de fortalecer su propia posición política.
En 1954, ABC contó la intrahistoria de estas negociaciones, al publicar en exclusiva pasajes de las memorias inéditas en España de Joachim von Ribbentrop. En ellas, el antiguo ministro de Asuntos Exteriores del Tercer Reich recordó antes de morir en Nuremberg el comienzo de su relación con Hiter, donde uno de los principales implicados fue nuestro protagonista. Su relato decía:
«Lo vi por primera vez a mediados de agosto de 1932. Fue algo después de sus negociaciones con el Gobierno de Berlín, que habían de terminar en un rotundo fracasó. Existía el propósito de ofrecerle la Cancillería del Imperio, pero, en realidad, solo le ofrecieron el puesto de vicecanciller, que rechazó. Unos amigos del partido nacionalsocialista me rogaron que me entrevistara con Hitler e intentara servir de mediador entre él y Franz von Papen, al que ya conocía. Encontré a Adolf Hitler en Berchtesgaden muy enfadado con von Papen y todo el Gobierno de Berlín».
Una vez en el poder, el ‘Führer’ describió aquella misma entrevista de la siguiente manera:
«Ribbentrop vino a verme en el verano de 1932 con la proposición de que formara un gobierno de coalición con Von Papen. Yo le hice saber con claridad que no me fiaba de él y que mi deseo period formar gobierno con el basic Kurt von Schleicher. Ribbentrop, por el contrario, period de la opinión de que con Von Schleicher no period posible una colaboración leal. Durante dos horas estuve discutiendo y tratando de hacerle comprender que Schleicher, como un buen basic prusiano, no faltaría a su palabra de honor, pero no pude convencerle de ello y afirmó que no estaba dispuesto a servir de intermediario entre el basic Von Schleicher y yo, ya que aquel no le merecía confianza En su opinión, Von Papen period un verdadero hombre de honor».
Promesa incumplida
Al asumir la cancillería, Von Papen llegó finalmente a un acuerdo con Hitler y levantó todas las limitaciones a las actividades paramilitares que estaba perpetrando el Partido Nazi, accediendo después a disolver el parlamento y a adelantar las elecciones de 1932. Nuestro protagonista pensó que podría mantener la cancillería en un gobierno de coalición, pero cuando los nazis se alzaron como la primera fuerza política de Alemania, nada salió como esperaba..
Aunque desconocido para la inmensa mayoría, Von Papen es una figura clave para entender el siglo XX, a pesar de que su devenir posterior fue bastante desafortunado. En cuanto Hitler asumió el cargo en enero de 1933, fue marginado rápidamente junto a otros políticos de derechas que, sin pertenecer tampoco al Partido Nazi, le habían ayudado en su ascenso. Para justificar su maniobra, Von Papen llegó a manifestar: «Dentro de dos meses tendremos a Hitler acogotado en un rincón». Como es obvio, se equivocó, puesto que, incluso, le apartó de la vicecancillería que desempeñó brevemente como el segundo del ‘Führer’ entre enero de 1933 y agosto de 1934.
Sin ser expulsado del Gobierno totalmente, Von Papen se le mandó a una especie de exilio en un puesto menor, el de embajador en Austria. Desempeñó el cargo entre 1934 y 1938 y favoreció las intrigas y la política de presión que Hitler mantenía sobre la República de Austria, previa a la anexión de los territorios a la Gran Alemania: el conocido ‘Anschluss’. A continuación fue destinado a otro punto diplomático caliente, Turquía, donde trabajó para lograr la neutralidad del Gobierno turco frente a las maniobras de los aliados. En esta tarea contó con Elyesa Bazna, apodado ‘Cicerón’, un espía que trabajaba en la Embajada Británica.
España, en el camino
En 1944, sin embargo, Alemania se precipitó al abismo y Von Papen jugó unas cartas que, según la versión contada por la revista ‘Blanco y Negro’ muchos años después, le trajeron por primera vez a España:
«Permaneció en Turquía hasta finales de 1944, cuando Ankara rompió sus relaciones con Berlín. Derrotada Alemania en la Segunda Guerra Mundial, Von Papen trató de ser un negociador de la paz y, en febrero de 1945, se traslada a Madrid y a Lisboa en una serie de viajes secretos. Dos meses más tarde, sin embargo, las tropas norteamericanas lo detienen en sus posesiones de Westfalia. Juzgado por el Tribunal de Nuremberg, fue absuelto, pero el de desnazificación le condenó a ocho años de trabajos forzados. Interpuesto un recurso por sus abogados, logró la libertad, pero tuvo que abonar una multa por sus actividades bajo el régimen nazi».
En el mismo artículo se contaba que, desde 1957, Von Papen intentó percibir una pensión en concepto de los años de actividad como militar, pero el Tribunal de Karlsruhe denegó su solicitud. El argumento se basaba en que los antiguos miembros de las fuerzas armadas nazi, así como «aquellos que hayan atentado a los derechos del hombre durante el Tercer Reich», no podían beneficiarse de los mismos derechos que los funcionarios que tuvieron que abandonar sus puestos por razones. Von Papen, a sus 89 años, es un hombre jubilado que no tiene pensión de Estado», añadía este diario.
Segundo viaje a España
En su vejez, Franz von Papen visitó España por segunda vez en 1954, en una época en la que algunos líderes nazis de la época encontraron también cobijo en nuestro país. Él, sin cargos pendientes con la justicia, no tenía nada de qué huir. Ni siquiera hay constancia de que se llegara a reunir con algunos de los antiguos mandatarios del Tercer Reich. El suyo period un viaje de cortesía. De hecho, viajó en compañía de su hija Isabella.
Estuvo primero en Granada. El 10 de marzo de 1954 llegó al Resort La Roca de Torremolinos, propiedad de la familia de Luis Antonio Bolín, prestigioso abogado y procurador en Cortes durante las cuatro primeras legislaturas del régimen franquista. En las fotos de los periódicos de la época aparece aquel distinguido anciano, aparentemente feliz y relajado, en la terraza del majestuoso resort con vistas a la bahía de Málaga, según cuenta Rafael de la Fuente en ‘La Opinión de Málaga’.
También pasó por Valencia y visitó la redacción de ‘Las Provincias’. Saludo cordialmente a todos los periodistas, pues aún mantenía el aura de poder que había tenido en Alemania, y departió un rato largo con el director, Martín Domínguez, en su despacho.
Su vanidad y su soberbia, su incapacidad para admitir errores y para ver y sentir la línea que separa la civilización del crimen, le pesaron el resto de su vida. A pesar de haber salido indemne, se sabía responsable de lo ocurrido. Hasta el ultimate de sus días tuvo que vivir con el recuerdo de los crímenes de Hitler y de su responsabilidad en que este subiera al poder.
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