Existe en el extremo oriental del África austral, en la costa de los swahili, una isla asombrosa de exuberante vegetación bañada por las aguas turquesas del Índico, con playas nacaradas de un blanco deslumbrante, un colorido inusitado y gente de una alegría contagiosa. Unguja –también conocida como la isla de Zanzíbar– es la mayor y principal del archipiélago tanzano. La huella dejada por el paso de persas, árabes, indios y europeos en su territorio se traduce en un pasado de una riqueza cultural asombrosa y un pueblo cosmopolita y hospitalario de una vitalidad y cordialidad desbordantes donde conviven en armonía musulmanes, cristianos e hindús. Capital del sultanato de Zanzíbar, donde se instaló el sultán de Omán en el siglo XIX, el archipiélago se convirtió en el principal eje comercial del continente gracias a un floreciente negocio de marfil, especias y tráfico de esclavos.
Dotó a la isla de una gran prosperidad que se refleja tanto en la ciudad, Stone City –cuajada de opulentos palacios y mansiones de sultanes y ricos comerciantes–, como en las fértiles ‘spice farms’ diseminadas por todo el territorio. La aventura deluxe hacia esta tierra magnética comienza en el vuelo de Emirates (emirates.com), con destino Dubai. Ganadora de varios premios a la mejor wifi y gastronomía a bordo (con un menú en clase enterprise ‘haute delicacies’ regado con vinos y champagnes prime), la aerolínea presume,además, de unos espaciosos asientos donde disfrutar de una oferta imbatible de cine en varios idiomas.
El trayecto hasta Zanzíbar de la mano de FlyDubai (flydubai.com), una compañía aérea ‘lowcost’ de aviones mini con una filosofía cool –la tripulación viste de sport y la demo se proyecta en versión anime–, resulta una buena opción para llegar en modo calm down complete al pequeño aeropuerto Kisauni, donde enseguida te reciben con un karibú! (bienvenido). A partir de este momento, y durante tu estancia en Zanzíbar, escucharás cordiales saludos al grito de jambo! (hola) y constantemente se repetirán los ashanta sana (muchas gracias) o un tranquilizador akuna matata (no pasa nada, ningún problema) aderezados conuna sonrisa permanente.
La carretera que conduce a The Residence Zanzíbar (cenizaro.com) se encuentra flanqueada por una frondosa selva de palmeras, plataneros, cocoteros, frangipanis y una variedad infinita de árboles tropicales, bajo los cuales se amontonan multitud de puestos destartalados donde los vendedores exponen frutas, cestas, baratijas y todo tipo de mercancías. Las mujeres, elegantemente ataviadas con hijab y coloridos kanga –el tejido típico de la isla–, transportan sus enseres sobre las cabezas, grupos de niños corretean con un cazamariposas o detrás de un balón, al adelantar a un renqueante minubús atestado de gente sus ocupantes sonríen al pasar… La vida transcurre a ambos lados de la carretera y se intuye más allá, en los pequeños y alegres poblados que se vislumbran tras el follaje.
Al llegar al resort, perfecto como cuartel normal para explorar la isla, nos topamos con una extensión del paraíso. Compuesto por un grupo de bungalows con piscina privada –a pie de playa o con vistas a sus exuberantes jardines, donde campan a sus anchas monos, cervatillos y otros animales exóticos–, dispone de dos animadísimos restaurantes de cocina native e internacional con música en vivo al atardecer, un spa digno de las Mil y una Noches, un membership náutico para practicar tus deportes favoritos, un equipo que derrocha simpatía y una de las puestas de sol más espectaculares de la isla.
Stone City, la capital, se cuenta entre las visitas imprescindibles. Callejear por Shangani, el elegante barrio del casco antiguo salpicado de antiguos palacios y mansiones construidos con piedra de coral admirando las características puertas de madera labrada, visitar el escalofriante Museo de Esclavos, regatear en el bullicioso mercado de las especias y dejarse embriagar por sus colores y aromas, tomar uno de los deliciosos cafés de la Coffee House en la azotea acompañado del canto del muecín llamando a la oración o curiosear por las tiendecitas de artesanía, tés, discos de vinilo, fotografía antigua y moda native son algunos de los planes que te cautivarán. Dirígete después al viejo puerto, donde grupos de niños envueltos en una ruidosa algarabía se zambullen en el mar al más puro estilo de neorrealismo africano.
Disfruta observándolos desde la terraza a pie de playa del Livingstone con una Kilimanjaro –la cerveza native– acompañada de unas samosas, antes de poner rumbo a Changuu. Esta isla a apenas media hora en barco al noroeste de Stone City, también conocida popularmente como Jail Island, nunca se usó como cárcel, sino como hospital donde pasar la cuarentena de la fiebre amarilla y otras enfermedades contagiosas. Rodeada de una magnífica barrera de coral y aguas de un azul turquesa intenso, hoy se ha convertido en un santuario de tortugas gigantes cuyos primeros ejemplares fueron traídos de Seychelles a principios del siglo XX. Admirar la inmensa colonia de animales marinos casi prehistóricos resulta un espectáculo.
Para vivir otra experiencia única, apúntate a uno de los excursions privados en dhows (la embarcación de vela latina típica del mundo swahili) que organiza Safari Blue (safariblue.net) por los rincones más bellos y secretos del archipiélago, en la bahía de Menai, una reserva marina protegida. Partiendo de Fumba, una pequeña península al suroeste de Zanzíbar, navegarás hasta la isla Kwale, donde podrás pasear por su atolón, bucear entre peces tropicales y practicar snorkel junto a arrecifes de coral. Tras un chapuzón en una laguna escondida de un azul asombroso rodeada de manglares, te espera un delicioso lunch en un coqueto chiringuito bajo un gigantesco baobab.
Visita obligada de vuelta a Zanzíbar es Pingwe, una deliciosa localidad en la costa oriental con pequeñas tiendas de artesanía, hoteles boutique, bares de moda y cafés tradicionales junto al mar. Allí se encuentra el restaurante The Rock, una cabaña construida en una roca frente al mar a la que se accede en barca con marea alta. La especialidad son los pescados de la zona –pide el carpaccio de langosta con salsa de coco– y unas vistas de infarto.
Conduciendo entre serpenteantes carreteras recónditas se llega a Tangawizi (tangawizispicefarm.com), una de las granjas de especias diseminadas por el territorio, motor de prosperidad y joya de la corona de la isla. Además de pasear por un auténtico jardín botánico, descubrirás los orígenes, propiedades y anécdotas de maravillas como el clavo, el cardamomo, la pimienta, canela o vainilla. Embriagador.
” Fuentes news.google.com ”