Bea de Quintana pertenece a un clan barcelonés formado por gentes de aquí y de allá, padres catalanes y abuelos de la Mancha, del Empordà y de Cuba. “Me inculcaron que se debe cultivar la mente y cuidarla tanto como a los seres queridos. Fui la rebelde de tres hermanas y la única de la familia, incluidos mis padres, que no estudió Derecho —me decidí por la Ingeniería Informática—”, recuerda.
Pasaron los años y, con el trabajo como motor esencial, se dio cuenta de que estaba dejando de vivir algo importante. “A los cuarenta, paré máquinas y, mientras intentaba averiguar qué era ese je ne sais quoi, me apunté a varios cursos de pintura y técnicas pictóricas. Vi que el arte era lo que me hacía feliz”, se sincera.
Así que, encontró un native pequeño pero con mucha magia en la calle Séneca, del barrio de Gràcia de Barcelona, vecino de galerías de arte, sombrererías y anticuarios. Le pareció una apuesta segura y decidió abrir las puertas de un taller donde enseñar a pintar.
Allí, en Planeta Bea, que así se llama, ofrece, a adultos y niños, momentos para estar con uno mismo y con la creatividad que llevamos dentro. Uno de los talleres que imparte es de City Sketching por la ciudad o, incluso, de escapadas de fin de semana.
¿’URBAN’ QUÉ?
City Sketching es un movimiento internacional de dibujantes que fundó hace 10 años un catalán, Gabriel Campanario, que trabaja como ilustrador en el Instances de Seattle (EE. UU.).Los Sketchers se organizan a través de asociaciones sin ánimo de lucro que dibujan en grupo y publican sus obras por las redes sociales bajo el hashtag #USK.
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La actividad consiste en representar en una libreta de viaje un determinado sitio, plasmar su atmósfera, a través de un boceto rápido (en dos horas aproximadamente), in situ. La finalidad de la ilustración es que evoque el ambiente, los olores, los sonidos, las gentes… todo lo que se capta cuando se visita un rincón emblemático.
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