El pasado 7 de enero Eliot partió desde el puerto de Barcelona en un viaje que le marcará de por vida: una vuelta al mundo que le llevará a recorrer treinta y cinco países diferentes. El pequeño, a sus cinco años, ha recibido un permiso especial para continuar sus estudios desde el crucero en el que viaja con sus progenitores. «No deja de aprender -específica Eloy su padre-, sino que al contrario, va a descubrir culturas diferentes».
Esta aventura en barco es un viaje increíble con una duración de 117 días, que visita más de 50 destinos. El MSC World Cruise en el que viajan recalará en Centroamérica, la costa Este de Estados Unidos, Hawaii, Nueva Zelanda, Australia, Papúa Nueva Guinea, Filipinas, Japón, Corea del Sur, China, Singapur, Malasia, Sri Lanka, Emiratos Árabes, Jordania, Italia, Grecia…
La intención de esta familia de hacer este viaje singular viene de antaño. De hecho, al cumplir dos años el pequeño Eliot ya había hecho 100 viajes en avión y dos vuelos trans oceánicos. «Siempre nos había hecho ilusión dar la vuelta al mundo, y habíamos estudiado diferentes opciones: hacerlo poco a poco por nuestra cuenta, en avión, barco… Todo menos en bicicleta. Pero al nacer el ‘enano’ -como Eloy se refiere cariñosamente a Eliot-, desistimos un poco y nos lo planteamos como un crucero, más cómodo para él y para nosotros».
El extenso recorrido, al tener una duración de cuatro meses, explica este padre, «no tiene un cambio horario tan acusado». De hecho, explica, «cambiamos una hora al día cada cuatro jornadas, no se nota tanto… El niño se ha adaptado fenomenal. Duerme y come sin problemas y es súper curioso».
Mientras no hacen paradas en tierra, la familia ocupa su tiempo al máximo, sin descuidan su forma física. «Todos los días hacemos deporte en el barco. Hay un buen gimnasio y esta mañana hemos corrido, hemos hecho algo de atletismo, cardio para coger fondo… Depende del día, pero siempre hacemos un poco de ejercicio». No en vano, Mar Vidal, la madre de este pequeño, fue patinadora olímpica y en 2019 fue la tercera del mundo en su categoría. Él por su parte es el presidente de la federación valenciana de patinaje.
Pero lo más importante, creen ambos, es que siguen con la formación del pequeño Eliot aunque por la edad de este, aclara Eloy, no es obligatorio estar escolarizado. «Él está todavía en tercero de Infantil, no hizo falta hablar con la Consejería de Educación. Sí lo hicimos con sus profesores, que no pusieron ningún problema y nos facilitaron todos los libros del trimestre y sus contactos por si necesitábamos algo. Hacemos un seguimiento continuo con sus docentes porque seguimos un poco el formato de la pandemia».
Educación y sociabilidad
En el día a día, Eliot realiza sus deberes: «Tiene que leer, hacer sumas, restas, un poco de caligrafía… Termina la tarea por las mañanas, tras el desayuno. Después le solemos llevar a una especie de guardería donde hay niños más pequeños y también algo más mayores. Así se relaciona con otros niños y no pierde el aspecto de la sociabilidad».
De hecho, reconoce el padre, «como trabajo en casa, siempre ha sido así y Eliot se ha sentado a mi lado para hacer sus tareas. Estamos acostumbrados a tener una cierta disciplina de trabajo que no ha abandonado nunca. No quiero que se le olvide leer pero tampoco creo que vaya a tener problemas porque va incluso un poco más adelantado que algunos niños de su edad y está leyendo cosas y haciendo mates de primero de Primaria. A veces le tengo que frenar, para mantener que esté en un nivel razonable».
«Mi hijo -reconoce Eloy-, todavía no es muy consciente de lo que supone el mundo, aunque le hemos enseñado el mapa y le hemos dicho que él vive en un puntito del globo terráqueo. Creo que esta experiencia le va a aportar muchísimo. Lo más importante para nosotros es su felicidad, su desarrollo private y que tenga cultura y educación, que es el legado más importante que le podemos dejar en la vida, pero siempre desde la alegría y sin forzar».
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