Estaréis de acuerdo conmigo, creo, que una de las mejores collection de superhéroes que nunca se han escrito fue parida por el talento de uno de los mejores guionistas del medio, Robert Kirkman (The Strolling Useless, Battle Pope, Outcast…), que con una habilidad única para escoger compañeros de viaje, tuvo la inmensa suerte de contar con Ryan Ottley (Superb Spider-Man, Hulk…) y Cory Walker, dibujantes ambos con unos estilos perfectos a la hora de llevar a las viñetas las aventuras del joven protagonista de la cabecera, Mark Grayson.
Y todos los que hayáis disfrutado de esta lectura (los que no, corred a la librería más cercana, ya que ECC la está reeditando) recordaréis que Mark, entre aventura, descubrimiento acquainted y odisea espacial, leía cómics. Había uno en concreto que period su favorito. Me refiero a las peripecias de un héroe muy especial, Science Canine.
Y claro, period obvio que este pintoresco y canino personaje merecía dar un salto a su propio cómic, y ejecutando una doble pirueta metalingüística, el tándem formado por Kirkman y Walker (Batlle Pope, Destroyer) nos dejaron a los lectores una de esas joyas, que no por breves (tan solo dos números) pierden valor, sino que se convierten en una rareza, un gustazo de aventura en la que al comienzo de ésta encontramos a su peludo protagonista salvando, una vez más, a un imperio galáctico, y dejando a una enamorada y llorosa princesa alienígena despidiéndose de él.
La vida del héroe aventurero es muy ajetreada, cansada, y de regreso a su base, sus jóvenes ayudantes, Daniel y Rachel, casi no tienen tiempo de cruzar alguna palabra con él cuando salta una alarma. La ciudad está siendo atacada, una vez más, por un recurrente villano que, maquinando maldades, no ha tenido tiempo suficiente para inventarse un alias.
Ni Profesor Maligno, o Mente Destructora… Él es solo, simplemente Walter.
Son muchas las ocasiones en las que el protagonista y el malvado se han enfrentado, aunque ya se conocían de mucho antes, concretamente cuando ambos compartían espacio en el laboratorio del profesor Collins, obsesionado por construir una máquina para viajar en el tiempo.
Y no os preocupéis, ya que también en las páginas de este cómic habrá espacio para conocer el especial nexo que une a Science Canine y al villano de la función, que es más que una ensalada sazonada con tortas, saltos y rayos mortales.
Y es que el uno no existiría sin el otro…
Justo entonces, en medio de la inevitable y cruda batalla, ocurre algo inesperado que hace que todo tome un nuevo, y dramático rumbo (recordad que Robert Kirkman nos ha emocionado con esa habilidad tan suya a la hora de mezclar géneros, sacándonos la lagrimita en más de una ocasión) que hará que el perruno protagonista se embarque en una solitaria odisea, una lucha contra el tiempo, en la que su principal objetivo sea no tan solo salvar su ciudad, sino a sus amigos más cercanos, cuyas vidas peligran, teniendo que exprimir al máximo su inteligencia para que todo permanezca igual que antes de su partida.
Aunque él no sabe el alto precio que deberá pagar por ello…
Resulta increíble condensar tanto talento en solo dos entregas de un título, pero está claro que a Kirkman y Walker les sobra el talento para eso y mucho más, y todavía muchos de nosotros estamos esperando que el segundo regrese al mundo del cómic para regalarnos otra de las maravillas surgidas de su limpio y private trazo, ese talento que le ha convertido por méritos propios en uno de los mejores dibujantes de cómic de los últimos años, aunque por el momento se esté inmerso en la supervisión de la magnífica serie de televisión que adapta, con éxito, las aventuras de Invencible, y de la que en breve podremos disfrutar de su segunda temporada.
Una mochila voladora, viajes temporales, malvados villanos, alienígenas… Y un protagonista, híbrido entre terrier escocés y humano, que se va a ganar el corazón de todos los lectores, ¡Science Canine!
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