El hotel de Arenales del Sol de Elche fue el que tiró, a principios de los años 60, del desarrollo de esta zona litoral. El complejo hotelero fue la primera construcción -había apenas unas casitas aisladas y el acceso a la playa period complicado- que dio pie a todas las demás.
En 2015 parecía que podría volver a repetirse el milagro del desarrollo y el empleo (que no necesariamente de ejemplo medioambiental) ya que todo apuntaba a que con la reapertura del nuevo lodge en verano en 2017 -los primeros trabajos comenzaron en mayo de hace ocho años-, se producirá una reactivación económica no sólo en verano, sino también en invierno.
La construcción, tras la disaster de 2008, volvía a Arenales y el colofón lo iba a poner, coincidiendo con el mandato de la well-liked Mercedes Alonso, la puesta en marcha a medio plazo de una infraestructura que esperaba atraer a un turismo de calidad y creara nuevos empleos.
No obstante, las cosas se torcieron, se paralizaron administrativamente, hasta que finalmente el nuevo lodge no solo no se pudo hacer, sino que lo que quedaba del antiguo se derribó definitivamente en verano de este año 2022.
Lo que está claro es que siempre estará en el presente la figura de Tomás Durá Bañuls, calificado como un visionario, como uno de los impulsores del turismo casi a la par que Pedro Zaragoza y que decidió comprar unos terrenos donde no había nada, ni suministro de agua, ni de luz, ni calles, para construir uno de los mejores hoteles de Europa.
«Aquello fue un riesgo, no lo quería nadie, casi no se podía acceder», señala años atrás Luis Antón Juan, sobrino político de Tomás Durá, quien apuntaba que el creador del lodge decidió comprar los terrenos tras contemplar la zona desde los alto de unas dunas.
Tomás Durá empezó colocando piedras con su padre en carreteras de Castilla y La Mancha y poco a poco se metió en el mundo de la construcción, hasta el punto de que, por ejemplo, fue el ingeniero de la Carrasqueta.
Con las ganancias compró solares en Arenales para levantar el lodge en 1960. En el 63 abría sus puertas y edificios como la Torre Azafata, el Sol I o los Gran Bahía empezaban a jalonar el enclave casi aún por urbanizar.
«El hotel era vanguardista, al que acudían altas personalidades: el que iba a ser Rey de España, equipos de fútbol, escritores, toreros… incluso Tony Curtis celebró allí el cumpleaños de su hija Jamie Lee», rememoraba Luis Antón años atrás, en parte también gracias a las anécdotas e historias que le ha venido contando su tía y viuda de Tomás Durá, María Sabater Carbonell.
Murales de Gastón Castelló, una piscina transparente, el pub en el sótano, el maestro José Iturbi pidiendo que le subieran un piano a su planta… son algunos de los muchos recuerdos de un lodge cuya historia ha sumado este 2022 su capítulo con su demolición.
El lodge cerró en 1979 a la espera de unos créditos que nunca llegaron. Tomás Durá siempre confió en que se reabriría. Su deseo nunca se haría posible.
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