En “Ven y dime cómo vives”, la escritora británica les narra a sus lectores sus viajes por el mundo acompañando a su marido, el arqueólogo Max Mallowan. Desde Irak hasta Siria.
Es mucho el interés que sigue despertando Agatha Christie al día de hoy. Pese a que este año se cumplen 46 años de su muerte, la autora británica se mantiene en el podio de novelistas que más libros ha vendido en todos los tiempos –más de dos mil millones de copias– tal y como da cuenta el Libro Guinness de los Récords.
Pero, más allá de sus historias policíacas, la vida de la gran dama del misterio también despierta la curiosidad de sus seguidores. Prueba de ello, es el revuelo que se originó durante los once días que permaneció desaparecida. Aunque, más allá de esta morbosa anécdota, si hay una faceta que durante años le reclamaron, esa no fue otra que la de viajera.
La escritora acompañó largas temporadas a su segundo marido, el arqueólogo Max Mallowan, en diversas excavaciones por Irak y Siria. Consciente de la curiosidad que esas lejanas travesías despertaban entre los suyos, la propia Christie decidió hablar sobre estas experiencias en su libro Ven y dime cómo vives.
“Este libro es una respuesta. La respuesta a una pregunta que me hacen con harta frecuencia”, asegura Christie al inicio de su relato. A dicha justificación le sigue una advertencia “para evitar decepciones”: “Este libro no es profundo, no te aportará consideraciones interesantes sobre arqueología, no habrá hermosas descripciones de paisajes, ni tratará problemas económicos, ni reflexiones raciales, ni historia. Es, en realidad, un entretenimiento…, un librillo lleno de quehaceres y acontecimientos cotidianos”.
Agatha nunca consideró que la fama mundial de la que ya gozaba en los años 30 fuera un obstáculo para compartir el trabajo de su marido. De hecho, más allá de la oportunidad de conocer nuevas culturas, estas estancias le permitieron encontrar la inspiración que años más tarde le serviría para escribir obras como Asesinato en Mesopotamia (1936), Muerte en el Nilo (1936) o Cita con la muerte (1938).
Sus aventuras por Medio Oriente
En estas páginas, no obstante, lo que buscaba no period una novela en la que convertir de nuevo al lector en un detective a la sombra, sino escribir una crónica divertida y llevadera, a la vez que instructiva, de sus aventuras por Oriente Medio.
La escritora aporta detalles hasta de su equipaje, “repleto de libros”, y de sus compras previas: ropa cómoda, sombreros, lápices y varias plumas estilográficas ya que “aunque en Inglaterra una pluma se comporta de manera ejemplar, en cuanto le aflojas las riendas en los alrededores del desierto, percibe que es libre de declararse en huelga y se comporta en consecuencia, ya sea escupiendo tinta de forma indiscriminada sobre mí, mi ropa, mi cuaderno y todo lo que haya al alcance”.
También llevaba consigo cuatro relojes de pulsera puesto que “el desierto no es benigno con ellos” y acostumbraban a pararse “entre ocho o nueve veces diarias durante periodos de veinte minutos”.
Christie también aprovecha este “encuentro con el lector” para describir su trayecto hasta Estambul en el Orient Express, el tren en el que inspiró una de sus novelas más famosas y que ya considera “un viejo amigo de la familia”.
“Es, sin duda, mi tren predilecto”, afirma. “Me gusta su tempo, que a partir de un allegro con furore se balancea y traquetea y se agita de un lado a otro en su delirante prisa por abandonar Calais y Occidente”.
Una vez ya en destino, la autora disfrutaba de todo cuanto veía, aunque ello le conllevara prescindir de algunos de los lujos a los que estaba acostumbrada. Dormían en tiendas, en estaciones de tren y hasta en un puesto de policía.
Tampoco los trayectos internos eran más llevaderos, pues un viaje que debía durar dos horas podía acabar alargándose hasta las doce. Pero tanto ella como su marido y el resto del equipo eran felices y podían disfrutar de placeres como ver amanecer en el desierto y, sobre todo, “tener sensación de libertad”.
©La Vanguardia
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