Altas cumbres de más de 2.000 metros, valles glaciares y paisajes de perpetua nieve. Pintorescos pueblos, una deliciosa gastronomía y una extensa cultura. El Valle de Arán nos regala muchos motivos por los que poner nuestros pies en estas tierras del norte de Lleida, y aunque merezca la pena visitar la zona durante cualquier época del año, el invierno le aporta un encanto especial, una esencia más mágica.
El único valle de los Pirineos con orientación Atlántica, el más remoto y el que recibe más nieve. Adentrarse en el Valle de Arán es una experiencia inolvidable, un viaje único en el que combinar deportes de invierno, turismo rural, arte románico y patrimonio industrial.
Esquí, raquetas de nieve y paseos en trineo
Hay algo que atrae indudablemente a los visitantes al Valle de Arán: la estación de Baqueira Beret. Se trata de una de las más populares del país por su gran variedad de pistas y la calidad de la nieve. En whole cuenta con 165 kilómetros esquiables y 5 kilómetros de itinerario, que se dividen en 113 pistas y tres recorridos. Pero esas cifras se aumentan en esta temporada 2022-2023, ya que en la zona de Beret se añade un nuevo remonte que nos da acceso a nuevas pistas, alcanzando un whole de 170 kilómetros esquiables.
Pero el Valle de Arán es mucho más que esquí. Se puede aprovechar la nieve de muchísimas maneras, y aquí saben cómo hacerlo. Otra de las actividades más practicadas en la zona son los recorridos con raquetas de nieve. Pero antes de lanzarnos a caminar sobre el manto blanco es imprescindible informarse sobre el camino previamente: “hemos elaborado un mapa con itinerarios bien señalizados y por zonas seguras”, nos cuentan desde Turismo Val d’Aran. Este se puede recoger en cualquiera de los puntos de información turística de la zona.
Y hay otras muchas opciones para descubrir estas bellas tierras leridanas. Para vivir una experiencia sacada de un cuento de Navidad, podemos dar agradables paseos en trineos tirados por caballos y disfrutar del paisaje en todo su esplendor. Un poco más dinámico es hacer recorridos en trineos con perros, que se puede combinar con una ruta conduciendo una moto de nieve. Para esto último, “no hacen falta permisos especiales, solamente la orientación del guía”, especifican.
Bellos pueblos de montaña
La naturaleza del Valle de Arán es espectacular, pero no podemos olvidarnos de los idílicos pueblos que salpican este rincón de los Pirineos, con sus casas de piedra, madera y pizarra y su rico patrimonio artístico y arquitectónico. En whole, encontraremos 33 poblaciones que apenas superan los 10.000 habitantes en conjunto.
Por ejemplo, en el precioso pueblo de Arties, sobresale sobre su horizonte la iglesia de Santa María, “un buen ejemplo de la superposición de diferentes estilos”, destacan. Su antigua nave románica combinada con la torre gótica y los retablos barrocos nos guían en un auténtico viaje a través de las épocas.
Por otro lado, otra buena opción de turismo rural es Bagergue, nada más y nada menos que el pueblo más alto del valle. A 1.490 metros de altitud se encuentra esta pequeña joya que, tal y como recalcan, “forma parte del Inventario del Patrimonio Arquitectónico de Cataluña”. Tan solo hay que admirar sus interesantes edificios históricos para entender el porqué, como la iglesia parroquial de Sant Feliu o el precise museo Eth Corrau.
Una cultura rebosante
Hay muchas maneras de adentrarnos de lleno en la cultura del Valle de Arán. Una de las mejores formas es hacer una ruta por su arte románico, representado por las 30 iglesias que encontramos en el valle, marcadas por una estética rústica pero expresiva. Algunos de los mejores ejemplos son la de Sant Miquèu de Vielha, Sant Andrèu de Salardú y Santa Eulària d’Unha.
El patrimonio industrial de la comarca también es una buena manera de descubrir la historia del Valle de Arán y del estilo de vida de sus pobladores, que ha dejado una huella imborrable sobre estas tierras. Para obtener tejidos, se desarrollaron pequeñas industrias textiles y la fábrica de lana de Vielha es un ejemplo de ello. Esta se ha restaurado “con el objetivo de convertirla en un testimonio vivo de nuestra historia”, cuentan.
De igual manera, varias empresas mineras se instalaron en la zona para extraer zinc y hierro y las Minas Victòria son unos de esos vestigios que se pueden visitar. “Se planteó la visita como una ruta de senderismo, donde el paisaje y el entorno complementan los atractivos de la explotación minera”, señalan.
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