A la hora de salir a tomar una copa, pocas cosas nos pueden sorprender a estas alturas, hasta que nos vemos haciendo cola en una calle de Barcelona para entrar a una tienda de alimentación pakistaní. Es possible que si aún no has oído hablar de Monk no entiendas la relación entre una cosa y otra, pero lo cierto es que, escondido en este colmado, se encuentra una de las coctelerías más impresionantes de la ciudad condal.
En muchas ocasiones ocurre que cuidamos mucho el continente, pero no el contenido, y podemos llegar a pensar que, con toda la parafernalia de estar escondido en un badulaque y descubrir un bar con arcos y bóvedas góticos e instalaciones inmersivas de arte lumínico, el producto va a estar poco cuidado. Y nada más lejos de la realidad.
Monk es el hermano pequeño de Paradiso, la coctelería barcelonesa que el pasado mes de octubre consiguió coronarse como el mejor bar del mundo en la versión coctelera de The World’s 50 Finest Eating places.
Coctelería reposada y comida caribeña
Aunque en Monk han bajado un poco el nivel del espectáculo de Paradiso, que es uno de sus fuertes, se centra en una coctelería más noble y reposada, aunque sin perder el sentido de la estética y el espectáculo para los sentidos que supone ver a un profesional de la coctelería hacer magia ante nuestros ojos.
Además de su carta de tragos, que cada uno lleva el nombre de un artista, como Kubrick, Moroder, Kraftwerk o Turrell, Monk también ofrece una carta de comida caribeña ideada por la chef venezolana Adnaloy Osío con la que maridar en perfecta sintonía los cócteles elegidos.
Con un precio aproximado de 11 euros por trago, Monk es una de esas experiencias que no te puedes perder si pasas por la ciudad condal y quieres descubrir la magia que no se ve a easy vista.
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