Puesto que la señora Verónica Alcocer, esposa del presidente de la república, Gustavo Petro, ahora no aparece con tanta frecuencia en los medios de comunicación, muchos ciudadanos pensaban que la primera dama estaría concentrada entre las cuatro paredes del Palacio de Nariño, dedicada a organizar, con sus propios muebles y sus propios adornos, los numerosos salones y habitaciones de su nueva e imponente residencia oficial.
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Pero resulta que no. La primera dama no ha estado dedicada a resolver esos asuntos y trajines tan prosaicos. Comisionada directamente por su esposo, doña Verónica Alcocer le ha estado dando la vuelta al mundo, cumpliendo delicados compromisos protocolarios oficiales.
Su primera parada en su periplo por el mundo exterior tuvo lugar en Londres, a donde viajó para asistir a los funerales de la reina Isabel II. Cumplida esa primera triste y delicada comisión, la primera dama voló rumbo a Japón para asistir a otras importantes honras fúnebres, las del asesinado ex primer ministro Shinzo Abe.
¿Esos desplazamientos –esas ‘importantes’ comisiones encargadas a la primera dama– eran necesarios o al menos justificables? ¿Qué papel juegan nuestros embajadores en estos casos? ¿Y esos viajes fueron planeados y organizados por el canciller Álvaro Leyva? ¿O esos nombramientos y destinos fueron directamente decididos por el Presidente y su esposa? Aunque innecesarios y costosos, mejor que haya sido Leyva, no Petro, quien los haya decidido.
En Colombia todo el mundo sabe que el presidente Petro hace y deshace según su propio parecer. Para él, ciertas reglas no cuentan, o al menos no para sí mismo. Por eso, como amo y señor de lo que parecería ser una república bananera, aquí se hace lo que él desee o decida, gústeles o no a los demás ciudadanos.
La impuntualidad de un primer mandatario es doblemente perjudicial, reprochable e imperdonable.
Por lo visto, el Presidente viene haciendo en este país lo que a él le parece necesario y oportuno, convenga o no les convenga a los demás. Es un mandatario bastante specific, autoritario y muy independiente, a quien, por lo que ha demostrado en repetidas ocasiones, lo que más le fascina es hacerse esperar. Para él las horas fijadas y las citas establecidas no cuentan. Por lo tanto, no tiene inconveniente en llegar tarde a todas partes, o en cancelar su presencia a última hora.
En su reciente viaje a Nueva York, para la Asamblea de la ONU, se dio el lujo de llegar tarde a la comida ofrecida por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Es claro que poco le importa llegar tarde a todo. Siempre hay que esperarlo porque no llega a tiempo a ninguno de sus compromisos. Parece que cree que es más interesante hacerse esperar que llegar a tiempo. Y todo indica que lo hace a propósito. Hace poco citó a su gabinete a almorzar en la finca presidencial Hatogrande, y no tuvo el menor problema en presentarse a las 5 de la tarde.
De acuerdo con lo que opinan algunos observadores,esa bendita costumbre que tiene el señor presidente de llegar tarde a todo, esa mañita de siempre hacerse esperar, no es un signo de fortaleza, de importancia y de superioridad, como puede pensarlo él, sino más bien una clara demostración de mala educación y de falta de respeto hacia los demás. Y es un derroche de tiempo que no le queda nada bien ni le sirve a nadie, y mucho menos a un primer mandatario.
Como lo sabe –o debería saberlo– todo el mundo, el tiempo es oro. Minuto que se pierde esperando a quien no llega puntualmente es un tiempo precioso e irremplazable, perdido para siempre. Y en el caso de un presidente, esos tiempos no solo lo afectan a él y a sus interlocutores, sino a toda la comunidad que representa. Por lo tanto, la impuntualidad de un primer mandatario es doblemente perjudicial, reprochable e imperdonable.
Esa ‘bendita’ impuntualidad en todas las reuniones que debe presidir, en todas las invitaciones que él mismo programa, además de ser socialmente incorrecta, en últimas nos afecta a todos. Por eso, sobre todo para un presidente, la puntualidad tiene que ser no solo un deber, sino una obligación inquebrantable.
LUCY NIETO DE SAMPER
lucynietods@gmail.com
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