Aunque en la actualidad las restauraciones que se llevan a cabo tratan de ser lo más honestas con la pieza authentic y con los avatares sufridos por el tiempo, no deja de existir una corriente que busca actualizar las obras que interviene, dotándolas de cierta modernidad y de actualidad. Una tipología más innovadora y arriesgada cuyo principal objetivo es el de hacer que los añadidos hagan un guiño a la época en la que se crean, si bien se respetan los materiales y la estética con el fin de que no sean un pegote en el complete. El resultado suele ser un juego para el viajero, que descubre, por ejemplo, que en la catedral de Salamanca hay un astronauta o que la torre de la iglesia de Santa María esté coronada por un escudo del Athletic de Bilbao.
Otro ejemplo, quizás más llamativo, es el de la Iglesia de Santa María la Mayor en Valderrobres, un templo que obedece a las pretensiones megalómanas de un arzobispo, García Fernández de Heredia quien en el siglo XIV impulsó la transformación de esta localidad en su sitio de veraneo. Sus dimensiones no eran propias de un pueblo que por entonces apenas superaba los 400 habitantes, de ahí que cuando se acabó el dinero episcopal, dicho templo se finalizó como se pudo, dejando muchos detalles por pulir y algún que otro fallo flagrante como el emplazamiento de su torre, que casi deja ciega una preciosa ventana gótica. En una de sus últimas restauraciones, acontecidas hace pocos años, se decidió completar el cuerpo de gárgolas que adornan el tejado en su cara norte y para ello se decidió recurrir a dos imágenes que representaran la contemporaneidad. La primera, una representación escultórica de El Grito de Munch. La segunda, una figura fantasmagórica de Lord Voldemort, la némesis de Harry Potter. Dos sorpresas que no le restan impacto al resto del monumento, cuyos rosetones tapados con alabastro o sus dos pórticos son una auténtica delicia.
” Fuentes viajes.nationalgeographic.com.es ”