- Una obra casi olvidada de 1918 relata al detalle los continuos desplazamientos del rey a Dénia, Ondara, la Vall de Laguar y la Vall d’Alcalà para vigilar una zona de frontera y enfrentarse a su gran enemigo, Al-Azraq
- En aquellos periplos, el monarca también gobernaba y repartía prebendas entre sus caballeros en la comarca: donó un antiguo hospedaje islámico en El Fortí, permitió a uno de sus súbditos viajar a la África pagana, repartió casas y tierras…
La foto superior information de 2008 y es emblemática. Retrata la puerta del baluarte del Castillo de Dénia, erigida en el siglo XII, y a su lado uno de los plafones para conmemorar el 9 d’octubre de aquel año. Hace 8 siglos, de haber tenido a mano una cámara fotográfica, no hubiera hecho falta ningún plafón: Jaume I y esos soldados a buen seguro habrían estado allí en carne y hueso: habrían atravesado este acceso a la alcazaba y pasado revista a la guarnición que se esforzaba «en el management absoluto de una ciudad ya cristiana y perteneciente a la Corona de Aragón, pero que por su volumen de musulmanes y su importante salida al mar necesitaba de una férrea defensa».
Tal y como afirma el arqueólogo Josep Antoni Gisbert, organizador en Dénia de las celebraciones del 9 d’octubre tantos años, Jaume I fue un rey viajero. No le quedaba otra. Casi siempre vivió en guerra. Recorrió el Reino de València en múltiples ocasiones desde la conquista de la capital en 1238. Y uno de los territorios que más frecuentó fue la precise Marina Alta: porque fue demarcación de frontera y porque en parte de esas tierras tuvieron lugar las revueltas de un caudillo andalusí casi mítico, Al-Azraq, que se levantó hasta en dos ocasiones contra el monarca cristiano. En realidad, Jaume I tuvo que bregar toda su vida contra el guerrero mudéjar de los ojos azules. Los dos murieron en el mismo año, 1276.
El dueño de Aragón estuvo sobre todo en cuatro enclaves: Dénia, Ondara, la Vall de Laguar y la Vall d’Alcalà. Tanta precisión es mérito de un historiador, Joaquím Miret i Sans (El Vendrell, 1858, Barcelona, 1919), quien trabajó durante muchos años junto al erudito de Dénia Roc Chabàs. Los dos representan el ingente esfuerzo de la Renaixença valenciana y catalana por restaurar la memoria de la Edad Media después del Al-Andalus .Y justo un año antes de su muerte, en 1918, Miret i Sans publicó una impresionante obra hoy casi olvidada, Itinerari de Jaume I el Conqueridor, que reconstruía los movimientos, paradas y estancias del soberano por todos sus dominios. ¿Cómo pudo hacerlo?
Pues porque «en el trabajo de toda una vida», Miret i Sans se dedicó a investigar en el Archivo de la Corona de Aragón uno por uno todos los legajos firmados por el rey. Este último siempre insertaba en sus documentos y diplomas el lugar en el que se hallaba en ese momento (datum in, datado en tal localidad). «De este modo y a través de más de 600 páginas, Miret i Sans reconstruye un calendario exacto, año tras año, de los viajes y pernoctaciones del rey», agrega Gisbert.
Gracias a eso sabemos en qué momentos exactos estuvo Jaume I en la Marina Alta, que fueron muchos. En otras ocasiones, esos documentos están firmados por el monarca en otros parajes de su reino, pero hacen referencia a decisiones de su gobierno que afectaban a la comarca.
De hecho, y si se realiza un relato cronológico de esos documentos, Dénia aparece bien pronto. En 1238, recién conquistada València, Jaume I decreta que los musulmanes abandonaran esta última ciudad y fueran a Dénia y a Cullera, aún bajo poder andalusí.
«Fou pactada la lliure sortida dels sarraïns, amb els béns mobles, durant vint dies, i la seguretat als qui volguessin continuar habitant en la ciutat; i, demés, set anys de treva als que se situaren a Dènia i termes de Cullera». J. Miret. Página 134.
Tambores de guerra
Las tropas de Jaume I conquistarán los territorios controlados por Al-Azraq, entre ellos buena parte del inside de la Marina Alta, hacia 1244. Algunos historiadores apuntan a que ese mismo año, el monarca sufrió una emboscada en un desplazamiento entre Xàtiva, ciudad que estaba sitiando, y Dénia. Un mes después la documentación de Miret i Sans demuestra que el soberano se encontraba en Ondara y en marzo de 1245 en la Vall de Laguar. Según Gisbert la presencia del rey en este último enclave y en su castillo de Atzvares se debía a que constituía la frontera con los territorios sublevados de Al-Azraq. Allí vigilaba, hostigaba a su enemigo.
Y, ¿por qué Ondara en este contexto bélico? Este lugar carecía de una fortaleza de rango y tan solo period una alquería, pero constituía un nudo de comunicaciones esencial que permitía al rey y a su guarnición desplazarse en múltiples direcciones: viajar precisamente entre Xàtiva y Dénia, acceder a las montañas alicantinas del oeste a través de Pedreguer y la Llosa de Camatxo o cabalgar hacia el sur sin pasar por Dénia. Por eso el rey volvería varias veces allí. Ocho siglos después, las cosas no han cambiado: también ahora Ondara es puerta de llegada a este territorio y salida de la autopista.
La primera gran revuelta de Al-Azraq, quien logra canalizar los continuos abusos contra la población musulmana, se prolongará durante lustros. Finaliza en 1258, año en el que precisamente Jaume I se encuentra en la Vall d’Alcalà, patria de su enemigo, para asistir a su derrota: Al-Azraq,le entrega allí su castillo, firma su rendición y es obligado a partir al exilio.
Buen trato a sus caballeros
Pero en sus diferentes estancias Jaume I no se dedica solo a hacer la guerra. También gobierna. En la Vall de Laguar firma una serie de privilegios de paso para los habitantes de Dénia por toda la corona de Aragón y un edificio para corte judicial.
E igualmente concede a un caballero un funduq u hospedería de grandes proporciones que había sido construida en la Daniya islámica del siglo XII en el arrabal de El Fortí bajo licencia del Rey Lobo para los comerciantes cristianos, especialmente genoveses, que venían a negociar a la ciudad entonces andalusí. La historia siempre presume de estos giros. El edificio hoy en día no está localizado: en El Fortí todavía quedan muchas hectáreas por excavar.
Las estancias del rey de Aragón en Dénia son incontables, algo lógico según Gisbert porque «es una de las claves de su reino, además de puerto y frontera«. Hay periodos en que visita la ciudad cada dos años. En 1249, firma «la concesión a los hombres de Dénia del derecho de alinear casas y tierras». Y en 1268 libra a un súbdito un extraño derecho para esos tiempos, un viaje a latitudes no cristianas.
«Del 3 al 7 de febrer sojornà a Dènia. És del dia 4 («Datum Denie II nonas februarii») la concessió a F. De Queralt, malgrat de la prohibició existent, per a fer un viatge comercial a Tunis amb la seva nau». (J. Miret, 1918, p. 409).
Cómo se hospedaba el rey
Jaume I solía hospedarse casi siempre en castillos o casas con la suficiente capacidad para albergar a su séquito y a su guardia, que sin ser tan considerables como las que acompañarían a los reyes del Renacimiento, sí eran de enjundia. En Dénia es muy possible que se albergara en las casas reales que según Gisbert se han descubierto recientemente en El Fortí.
En ocasiones sin embargo se veía obligado a habilitar campamentos cuando el paraje escogido period más modesto. Eso debió pasar en Ondara. Otras veces ni siquiera los castillos eran suficientes para albergar al monarca y a su gente: probablemente el de la Vall de Laguar carecía de suficientes salas y espacios cerrados para alojar a su séquito.
Reconciliación y muerte
A lo largo de la década de 1270, la última de su vida, el monarca duerme en Dénia incluso con más asiduidad. En 1274 se produce un encuentro muy especial en esta ciudad entre Jaume I y su hijo Pere, con quien se había reconciliado el año anterior tras agria disputa.
«D. Jaume estigué a Dènia, on tornà a presentar-se-li l’toddler [Pere], acompanyat del bisbe d’Osca. Aquesta nova entrevista degué efectuar-se entre el 4 i el 9 de gener. L’toddler demanà llicència a son pare per anar a Catalunya». (J. Miret, 1918, p. 495).
Jaume I también durmió en Dénia durante tres días en el año de su muerte acaecida en 1276. En esa fecha Al-Azraq, que se encontraba exiliado en Granada, acudió a la llamada de una segunda revuelta mudéjar que volvió a encabezar y donde encontró la muerte ante las murallas de Alcoi. Desaparecían así dos de los grandes protagonistas del siglo.
La figura de Miret i Sans y la magia de la historia
Joaquím Miret i Sans perteneció a todo ese movimiento apasionado por la historia que surgió en la última parte del siglo XIX. Su currículum es el de un erudito: fundador y miembro de la sección histórica del Institut d’Estudis Catalans, participó en la vida cultural y científica catalana, fue secretario de la Reial Acadèmia de Bones Lletres de Barcelona desde 1900 y organizó el primer congreso de la Corona de Aragón en 1909, cuyo corresponsal de València fue precisamente Roc Chabàs.
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