Tener un comercio cerca de la Catedral de Palma es un privilegio del que muy pocos pueden presumir. «Es de suma importancia tener un native en esta zona, tiene un significado especial para mí», destaca Laura Clar, la encargada del bar Ca’s Caparrut, que dirige hoy en día junto a su hermano. Hace pocos años cogieron el mando de un native que abrió sus puertas a principios de los años 80, de la mano de su familia, y recibe a diario la visita de muchos de los turistas que pasean por la zona.
El edificio más emblemático de Baleares, cuyo origen se remonta hasta el siglo XIII, cuando el rey Jaume I ordenó su construcción y la consagración de la antigua mezquita mayor a la Virgen María, es visita obligada para los turistas que llegan a la Isla, por lo que la aglomeración de público entorno a la Seu es constante entre junio y septiembre. «Es un monumento del que pocas ciudades pueden presumir», declara Marina Aldeguer, encargada de Gordiola, una empresa dedicada al vidrio que cuenta con más de 300 años de historia y cuya tienda en las cercanías de la Catedral está abierta desde mediados del siglo XX.
La proximidad a la Seu de la zona donde atracan los cruceros facilita la visita de viajeros cada semana. «Para la Isla nuestra Catedral es como la Torre Eiffel en París», defiende Carlos Enríquez, propietario de Fet a Mallorca, una de las primeras heladerías que abrió en el Casc Antic y ha vivido la evolución de la llegada de turistas en los últimos tiempos. Las calles que rodean la Seu reciben a diario la visita de una enorme cantidad de personas, lo que produce el beneficio directo para todos los negocios que disponen de un native en esta zona, aunque muchos empresarios notan un menor gasto por parte de los turistas. «Antes de la pandemia pedían dos bolas de helado, ahora solo piden una», resalta Carlos Enríquez.
Gran parte de estas ganancias proviene de un turismo de cruceros que ha recuperado la actividad previa a la pandemia. «Este turismo es el que aporta más a la Isla, no genera desperfectos y eat mucho», indica Fernando García, un empleado de la tienda Hippies Ceaselessly, situada a los pies de La Seu, y reconoce esta zona como un «sitio estratégico para los empresarios». Los ingresos que produce esta clientela son importantes tanto para los locales de restauración como para las tiendas, muy habituadas a recibir turistas que buscan un recuerdo de la Isla para llevar a sus familias y amigos. «Se nota cuál es el turista que viene con la intención de conocer la Isla», afirma Laura Garrido, encargada del bar Santa Eulàlia, abierto desde hace más de 50 años. También destaca que «los turistas con mayor poder adquisitivo vienen al principio y al ultimate de la temporada turística».
No obstante, la regulación acordada por el Govern el pasado mes de mayo sobre la llegada de los cruceros ha repercutido de manera negativa en los comercios. «Notamos que faltan cruceros, es una pena que este tipo de turismo esté limitado», lamenta Tania Paunovic, la dueña de una tienda que vende souvenirs desde hace siete años, y desvela que «una familia gasta de media cinco euros cuando viene a la tienda».