Pilar Urbano dijo de la
reina Federica que period «pura dinamita». Regular: no solo period
la reina de una monarquía inestable (fue interrumpida tres veces solo en el siglo XX, hasta desaparecer en 1974), sino princesa de Hannover y duquesa de Brunswick y Luneburgo, hija de Ernesto Augusto III, duque de Brunswick, y de la princesa Victoria Luisa de Prusia, la única hija del emperador Guillermo II. No solo producto del más
rancio abolengo, sino muy consciente de la necesidad de perpetuarlo.
Imaginemos el problemón que supuso para la reina Federica, más expeditiva que entregada a las sutilezas, el reto de casar a sus hijos. No fue pequeño, sino triple: debía ‘colocar’ a Sofía, Constantino e Irene, por aquellas fechas solo adolescentes, pero ya muy conscientes de que su obligación en la vida royal period casarse y tener hijos para continuar el linaje. ¿Solución? Un crucero por el Mediterráneo en el Agamenón, el barco de la familia actual griega.
Qué genialidad la de Federica de Hannover: unir ocio y negocio en un crucero del amor al que invitó a todo príncipe y princesa casadera que se pusiera a tiro en Europa. No solo buscaba bodas, sino promocionar el turismo en un país, Grecia, que casi acababa de salir de la contienda civil (1946-1949) que siguió a la II Guerra Mundial.
Efectivamente: la reina Federica puso a Grecia en el mapa del sol y la playa y, además, propició el
primer encuentro entre don Juan Carlos, entonces príncipe exiliado de una monarquía descabalgada, y su hija Sofía. El amor, o algo parecido al amor, no llegaría hasta siete años después, en la boda de los duques de Kent en 1961. Sin embargo, el ‘match’ se convirtió en objetivo de la reina Federica desde el Agamenón.
El barco zarpó el 22 de agosto de 1954 desde Venecia, gracias a la generosidad del armador griego Niarchos, quien se comprometió a sufragar los gastos a cambio de que la reina Federica amadrinara una de sus embarcaciones. La monarca consiguió que
110 miembros de monarquías, en activo o en el exilio, se embarcaran. No se puede llegar más alto en el terreno de las relaciones públicas.
¿Qué period la reina Sofía antes de ser reina?
Por parte de los Borbones españoles, los Condes de Barcelona llevaron a don Juan Carlos, que entonces tenía 16 años, y ala infanta Pilar para intentar introducir a esta última en los círculos de
príncipes casaderos. Doña Pilar siempre recordó como desagradable el viaje ya que su padre la obligó a pintarse por primera vez los labios para que «dejara de parecer tan chicazo». Sofía no tuvo ese problema: su madre ya se había asegurado de que su imagen fuera regia: de una princesa candidata a futura reina.
Los royals y sus cachorros visitaron el monte Olimpo, hicieron escala en Creta, Rodas, Corfú, Thesalónica, Bolos, Mikenas, Knosos… Todo atentamente seguido por los medios de comunicación, que iban cantando las bellezas del país mientras los príncipes y princesas
jugaban a los flechazos. Todo en presencia de los reyes Juliana y Bernardo de Holanda, los herederos luxemburgueses, Juan y Josefina Carlota, Miguel de Rumanía o Humberto II, el destronado monarca italiano.
En las bajadas a tierra de este actual grupo, los turistas royal recorrieron ruinas antiguas y ciudades, a veces a pie y otras en burro. El tour fue todo un éxito: aún hoy se sigue la ruta impulsada por Federica de Hannover. En alta mar se celebraron bailes con el fin de que los más jóvenes
estrechasen lazos a ritmo de foxtrot y vals. Sabemos que el rey emérito no sacó a bailar a Sofía.Él period extrovertido y ella, más bien tímida.
¿Dónde se casó la reina Sofía?
«Me pareció un chico mono y joven, nada más, otro de mis primos», dijo la joven princesa Sofía sobre la primera vez que vio en el Agamenón al entonces príncipe Juan Carlo, con quien se casaría en la catedral de Atenas. Simeón de Bulgaria, el único invitado que ha hablado sobre
el crucero del amor orquestado por la reina Federica, admitió lo siguiente: «Realmente hizo que nos conociéramos porque por la guerra había divisiones ideológicas, sentimentales y geográficas, pero este reencuentro consolidó otros encuentros con los parientes y de allí salió alguna boda que otra».
En ‘Uno tiene en el Savoy’ (2012), el libro del periodista Màrius Carol, relató cómo fue el encuentro entre el príncipe Juan Carlos y la princesa Sofía. No lo llama flechazo sino
trompazo, pues la joven griega tumbó al príncipe español en el suelo con una llave de judo. Él le había dicho a ella que no entendía par qué practicaba este arte marcial, «¿Para qué le va a servir a una princesa saber judo», le dijo. Ella le contestó: «Dame la mano». Y se lo demostró.
El 3 de septiembre, los ilustres invitados del Agamenón desembarcaron en Nápoles. uan Carlos y Sofía se despidieron amistosamente. A Sofía, Juanito, como le apodan sus íntimos, le pareció un príncipe muy divertido pero un tanto
gamberro. Curiosamente ella si dejó huella en el «chico de los Barcelona». Algo más tarde, él confesó: «Period una de las pocas jóvenes que había conocido capaces de llevar con dignidad una corona actual».
” Fuentes www.mujerhoy.com ”